Historias tristes de algunas “mulas”

Conocí una vez a una “mula” a la que le iba muy mal. Se quejaba de ser  extorsionada por una persona rica, que le exigía su “capacidad de carga” para pagar una deuda
Las "mulas" son cubanos que ultilizan su capacidad de importación personal para ingresar al país mercancías con fines comerciales.
 

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Conocí una vez a una “mula” a la que le iba muy mal. Se quejaba de ser  extorsionada por una persona rica, que le exigía su “capacidad de carga” para pagar una deuda. Así fue tres veces a Panamá, a hacer compras.

Teníamos que dormir ocho personas en una habitación, hombres y mujeres. Y la comida teníamos que pagarla. Eran casas preparadas para alquilar a las mulas, en el casco viejo de la ciudad. En las tres ocasiones que fui, hubo pérdidas de pertenencias en el cuarto y discusiones. Lo único que yo disfrutaba era el viaje en avión, y salir de Cuba, lo demás era duro y mortificante”.

Las medidas anunciadas recientemente por el gobierno, ponen en funcionamiento nuevas tiendas para vender los productos que antes vendían las mulas. Intentan frenar la fuga de capitales, que resultan necesarios para el Estado dentro de la fuerte crisis económica que atraviesa el país.

La “mula” me contó que extrañaba los aviones, el aeropuerto de Tucumán, la soberbia entrada a la ciudad por toda la costa; el solo hecho de estar fuera de Cuba la pone nostálgica.

Pero celebro haber pagado la deuda y salirme de aquello, de dormir en catres pegados como si estuviéramos en la escuela al campo, o en un calabozo”, comentó entonces.

A otras mulas, en cambio, les fue mejor. El dinero que ganaron por la reventa de mercancías o las encomiendas, más el pasaje gratis y la estancia, les vino de maravillas. Nidia, por ejemplo, del reparto Flores, viajó cinco veces a Ecuador y Guayana, y su apartamento destella cierto lujo gracias a sus viajes. Nidia confiesa que la nueva medida del gobierno la ha golpeado.

 

 

Yo hice mi propio dinero, para invertir en grande. Ahora resulta que el negocio va en picada, con pinta a desaparecer. Este gobierno siempre va contra la gente que lucha honradamente. Y parece que las mulas tendremos que colgar los guantes”.

Las casas donde descargan la mercancía traída de otros países, parecen tiendas. El colorido la distingue, la variedad, las marcas.

También las mulas vienen de Miami. Hacen su entrega y disfrutan unos días con la familia. Hace unos años, una de estas mulas, un hombre de Santa Fe, le cogió el gusto a la estafa y comenzó a quedarse con las entregas, hasta una vez que lo localizaron en la casa de su hermana, en Romerillo, donde estaba de parranda.

La lluvia de piedras de los estafados convirtió la fiesta en estampida y la mula tuvo que atrincherarse en la azotea, detrás de un tanque de agua donde no llegaban las piedras. Pidió a su hermana que llamara a la policía, pero las patrullas demoraron en llegar.

¡¿Qué país es este donde uno llama a la policía y no viene?!”, cuentan que gritaba el hombre detrás del tanque, esquivando las piedras. Llevaba diez años afuera, al parecer había olvidado que ahora estaba en Cuba.

Finalmente el estafador vendió el reloj y las prendas, y pagó el encargo. Le faltaban varios días para marcharse y se dice que tuvo que pedir dinero prestado para comer. No volvió nunca más. De alguna manera se adelantó a las medidas que implanta hoy el gobierno para sustituir su papel en la economía cubana.