El reconocido escritor, guionista, promotor cultural y babalawo Serafín Quiñones (Tato), destacado por sus aportes al estudio y la promoción del legado africano en la cultura cubana, falleció en La Habana este domingo a los 77 años de edad, informaron medios de prensa en la isla.
Una de sus más recientes producciones fue Afrodescendencias (Editorial Aurelia, 2017), en la que incluyó textos de diversa índole, escritos a lo largo del tiempo, que abordan tanto desde una perspectiva histórica como actual los conflictos de la racialidad en la isla, así como los vínculos entre la memoria y la oralidad, las huellas de la esclavitud y la religiosidad popular.
Por su rigor y novedad, otro título suyo Asere, NúncueItiá, EcobioEnyeneAbacuá. Algunos documentos y apuntes para una historia de las hermandades abacuá de la ciudad de La Habana, publicado por la Editorial José Martí y presentado durante la Feria Internacional del Libro de La Habana 2015, tuvo una apreciable repercusión en el ámbito cultural.
Durante varios años Tato se desempeñó en la casa de realizaciones audiovisuales Mundo Latino, para la que escribió los guiones de los filmes Quién Baila Aquí (la rumba sin lentejuelas), AshéMoyubaOrisha (en torno a la santería cubana), NgangaKiyangala (acerca de la religión de los congos en Cuba) y la serie documental Lukumí, sobre la presencia y la influencia de la cultura yoruba en Cuba.
Miembro de la UNEAC, de la Asociación Cultural Yoruba de Cuba y del cabildo IfáÍránlówo, Quiñones se dio a conocer tempranamente como narrador cuando resultó laureado en el concurso David, de la UNEAC, por su libro de cuentos Al final del terraplén el sol (1971).
Era uno de los activistas antirracistas más respetados de Cuba, y no eludía la polémica. Hace unos meses se refirió, por ejemplo, al tratamiento de la homosexualidad en la religión yoruba en una conferencia donde aseguró que en Cuba gays y lesbianas "pueden alcanzar las más altas jerarquías sacerdotales, según méritos y conocimientos, sin exclusiones por sus preferencias sexuales".
A su juicio, eso es posible porque "Ifá, más que una imposición, es una manera de asumir la vida e intentar comprenderla. Las interpretaciones son tantas como babalawos existan".