El pintor y grabador Pablo Quert se ha vuelto a reencontrar con La Habana, esa ciudad que ha llevado en los ojos a Venezuela y luego a Barcelona, España, donde vive hace casi 15 años.
Pero que Pablo Raúl Quert Álvarez, nacido en Cuba el 25 de Enero del 1957, graduado de San Alejandro y del Instituto Superior de Arte, ISA, en las especialidades de Pintura, Grabado y Dibujo, se reencuentre con La Habana, no es una noticia tan grande como que La Habana ha vuelto a reencontrarse con Pablo Quert.
En Cuba no hacía una exposición personal desde el 1991, entre otras cosas por todo lo que implica a nivel de logística trasladar todas las obras, nos dice, y en parte, agregamos nosotros, porque no necesitaba tanto “mostrar” la ciudad y el país, porque los respiraba a cada paso, le recorrían la sangre y luego los dibujaba, los grababa y los pintaba en esos espacios que quedan en blanco entre el corazón y la memoria.
Ha sido ahora, tras 28 largos años, que su obra ha vuelto a colgar en las paredes de su tierra, en la Casa del Benemérito de las Américas Benito Juárez, en Obra Pía 116, esquina a Mercederes, La Habana Vieja. Allí ha vuelto Pablo Quert a escuchar bajo sus pies los adoquines de la nostalgia, y el silencio de todas sus partidas.
Ahora que ya debe estar de regreso, debe llevar en los ojos Pablo Quert más luces de esa Habana que hizo suya hace muchísimos años. Sus ruidos y silencios, la tímida esperanza de su gente y el dolor de una ciudad que envejece cayéndose a pedazos. Como pidiéndole a Pablo Quert que la conserve él en su memoria, en sus ojos, y en la sangre que fluirá hacia sus pinceles.
Me recuerda ese reclamo que hizo, hace también muchos años, el novelista y poeta Eliseo Alberto Diego, “Lichi”, en este soneto que todos sus amigos llevamos clavado en el borde del corazón:
Si me obligan, me robaré La Habana. La romperé, verás, con un martillo. Traeré de contrabando, en el bolsillo, la noche, nuestro mar y tu ventana. Si me obligan, me robaré el pasado. Me llevaré mi calle y sus portales, tu juventud, un verso, las postales de esa islita que el odio me ha negado. Si me obligan, me robaré La Habana piedra por piedra, amor, pena por pena. Mi vida rompo, guardo los pedazos. Escapo antes que sea de mañana. Me verás dando tumbos por la arena como quien lleva a su mujer en brazos.
Pablo Quert carga esa ciudad, la acuna, la lleva en brazos, la ha puesto a viajar en todas las luces de este planeta que tiene problemas más graves que la nostalgia y el desarraigo.