Los jóvenes cubanos y la lucha diaria de vivir rentados

Un inusual artículo en la prensa oficial cubana se atreve a describir certeramente muchos de los entuertos y angustias que atraviesan los jóvenes en Cuba para vivir rentados, una situación cuya revertimiento, bajo las condiciones actuales, está lejos de verse
Conseguir renta, para aquellos que pueden permitírselo, es un verdadero dolor de cabeza. Foto: Elio Mirand (Alma Mater)
 

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Que el problema de la vivienda es uno de los más severos en Cuba no lo pone en duda nadie. Al déficit habitacional permanente se suma el pésimo estado de muchas construcciones, así como la falta de perspectivas para cualquier cubano de conseguir algún día un techo digno y seguro.

Por ello, desde hace años la renta es la única opción posible para todo aquel que no tiene una vivienda propia en la cual residir o que quiera salir del techo familiar, siempre que éste exista. Son especialmente los jóvenes quienes enfrentan esta problemática, más grande aún por la enorme incoherencia que existe entre los salarios de la isla y los precios de las rentas, se trate de la provincia que se trate.

Sin embargo, la prensa oficial no suele abordar en profundidad estos problemas. Más bien hace coro a los eternos programas gubernamentales, que desde 1959 buscan resolver un problema que más bien acentúan por la tozudez del régimen de controlar y dirigir todo, incluso la construcción de viviendas y lo que cada cual hace con la suya.

Una notoria excepción es el artículo especial de la revista Alma Mater “Como nómadas en la ciudad”, en el cual las autoras tratan los “avatares y angustias” que los jóvenes “enfrentan cuando optan por vivir en casas de alquiler”.

Replicado por Cubadebate este viernes, el material narra varias experiencias poco gratas de jóvenes que sufren día a día la inestabilidad de las rentas que consiguen, en un contexto de permanentes informalidad e ilegalidad.

“No hay dudas de que el problema de los precios, la arbitrariedad con que son tratados quienes necesitan pagar una renta y las dificultades para encontrar un lugar decoroso, sin contar los conflictos a los que se enfrentan no pocos propietarios, pasan por el tamiz de la compleja realidad que vive el país en cuanto a la vivienda”, concluyen certeramente las autoras, a la vez que instan al estudio profundo del problema, “para que puedan generarse soluciones que aligeren la tensa y compleja circunstancia que hoy protagoniza un número no despreciable de la fuerza joven trabajadora del país”.

“El tiempo de la juventud debe ser aprovechado, pero también defendido”, espetan, aunque, a juzgar por la historia de Cuba en los últimos 60 años, esa no parece una de las prioridades del autorreferido gobierno revolucionario, más preocupado en extender la pobreza que en crear riqueza.

En una de las anécdotas contenidas en el inusual artículo, una pareja debió dejar una renta porque el casero se tomó el atrevimiento de entrar hasta el cuarto donde dormía la mujer, supuestamente para buscar una pieza. Otra joven refiere que llegó a La Habana para triunfar en el teatro y en el tiempo que lleva conoce más barrios y alquileres que tabloncillos para actuar.

Todos los entrevistados se quejan de que la mayoría de las rentas no tienen garantías legales, por lo que el dueño pone el precio y la duración del alquiler de manera arbitraria, sin que uno pueda aspirar a la mínima estabilidad.

Asimismo, las caseras y caseros entrevistados aducen que los inquilinos tampoco son fáciles, porque muchos rompen y deterioran los inmuebles, sin luego compensar. Por ello, prefieren cobrar caro, como recuperando de manera anticipada lo que el arrendatario pueda romper o deteriorar.

De igual forma, no les tiembla la voz para reconocer que prefieren no legalizar su actividad porque así evitan impuestos y no deben acogerse a normas y prácticas poco redituables que van aparejadas con la legalización o el trabajo por cuenta propia regular. En ello les da la razón la especialista jurídica entrevistada por las autoras, que reconoce que, por las disposiciones legales existentes, la actividad de alquilar a cubanos y extranjeros deja a los propietarios con más para perder que para ganar.

Y así, en medio de esos entuertos, lo cierto es que la lucha diaria de los jóvenes cubanos por vivir rentados no parece tener solución, al menos no una inmediata y satisfactoria. Están condenados a seguir siendo nómadas, e inventando cada vez más para poder llegar a fin de mes. En tanto, la legalidad se va convirtiendo poco a poco en algo cada vez más escaso en la realidad de Cuba, cuyo reacomodamiento a la normalidad llevará años, si es que alguna vez se puede emprender.

 

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