Una de las manifestaciones musicales representativas de Cuba es la rumba, como lo hizo ver la realizadora y actriz Isabel Santos con su documental Rumbatá, presentado hoy en Camagüey.
Declarada patrimonio inmaterial de la humanidad la “rumba cubana tiene mucho que decir, a pesar de la marginación en nuestro propio país de una expresión que nos representa a todos, y que necesitamos llevar a las nuevas generaciones, en especial en las escuelas de música”, expresó Santos.
Tras dedicar su primer documental en el 2017 a La Gloria, poblado del norte camagüeyano, fundado por emigrantes norteamericanos, la reconocida actriz fue a las “raíces de Wilmer Ferrán, director de la agrupación, quien hace rumba de su época con muchos méritos”, declaró Reynaldo Echemendía, director del Ballet Folclórico de Camagüey.
El apoyo de la Oficina del Historiador de la Ciudad resultó crucial “en momentos que algunas instancias de dirección no valoran a plenitud las virtudes culturales de la rumba, capaz de llamar y convocar a miles de personas en las calles de una Cuba mestiza, de todos”, concluyó Santos.
La rumba nació en Cuba durante el siglo XIX. De raíces africanas, es considerada la madre de numerosos ritmos y bailes latinos, como la salsa, y tiene derivaciones en diversos países de América Latina.
En noviembre de 2016 la Unesco inscribió a “la rumba cubana, mezcla festiva de baile y música, y todas las prácticas culturales inherentes” como integrante de la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Todos los instrumentos musicales que se usan en la rumba cubana son de percusión. Los principales son tres tambores llamados tumbadoras. Dos de los tambores, (la tumbadora prima y el segundo o tres) marcan el ritmo básico; la tercera t, llamada quinto, que se afina más alto, da los golpes improvisados, los floreos dirigidos a los bailarines.
