Yanelys tiene 14 años, vive en un barrio marginal del oeste de La Habana. A pesar de su corta edad acaba de dar a luz un niño. Debiera ser motivo de felicidad para su familia, pero lo consideran otra carga.
Su hermana Yiselys tiene 17 años y ya tiene dos criaturas. Como su hermana tuvo que dejar la escuela para atender a sus niños. Las dos hermanas y los pequeños viven con sus padres en una casa pequeña de dos cuartos, con pésima ventilación y poca agua.
Una profesora que es vecina de las jóvenes lamenta estos embarazos precoces, sin condiciones ni preparación para una etapa tan importante de la vida. Comenta que este es un problema que afecta a muchos barrios marginales y debe ser analizado por las autoridades.
“Estas niñas que se embarazan a temprana edad, casi siempre provienen de familias disfuncionales. Las causas son el vivir en un contexto social adverso, la mala comunicación con sus padres, quemar etapas propias de la adolescencia y la falta de programas de prevención social. Es una lástima, porque sus hijos cuando crezcan continuarán bajo esas mismas condiciones y tomarán el mismo camino si no se hace algo”.
Luz Estrada, antigua miembro de una comisión de atención al menor de un consejo popular, reconoce que se ha bajado la guardia.
“Recuerdo que en los años 80 teníamos localizados todos los casos de menores con dificultades en el aprendizaje o que presentaban ausencias reiteradas a la escuela. Visitábamos las viviendas con padres divorciados o con problemas de convivencia. Había un seguimiento y un control estricto y se confeccionaban planes de asesoramiento a estas familias, que casi siempre son de bajos recursos, de poco nivel intelectual y con problemas de conducta. En estos momentos ese trabajo no se lleva igual; incluso muchas comisiones han dejado de funcionar”.
Otra joven que salió embarazada cursando el octavo grado es Yara, residente en Romerillo, municipio Playa, hija de una madre soltera. Los vecinos la están apoyando con canastilla reciclada. El estado les garantiza un módulo a bajo costo, pero resulta insuficiente ante las múltiple necesidades que exige un
recién nacido.
“Yara es una muchacha simpática, le gustaba la escuela, pero con la falta de un padre que se ocupara de su cuidado y con una madre que aunque se esfuerza no lo consigue, se enamoró de un hombre mayor que la embarazó y no reconoció a la criatura. En estos casos las autoridades deberían tomar partido y exigirle responsabilidad al padre. Yo les regalé medias largas para el invierno. Otras vecinas también la apoyan con lo que han guardado de antiguas canastilla, pero eso no es la solución del problema”, comenta una vecina.
Un programa de prevención social para las jóvenes de los barrios marginales y propuestas educativas para el sano empleo del tiempo libre, son necesidades impostergables para niñas como Yanelys, Yiselys y Yara, que sin terminar su ciclo natural de crecimiento tienen que encargarse de una vida nueva.
“No sabe ni poner un pañal”, dice la madre de Yara. “Yo se lo dije mil veces, que se cuidara, pero yo trabajo todo el día fuera de la casa y no hay quién la controle. Nos las veremos negras con un recién nacido, con la casa que se moja y la comida que no alcanza. El padre no ha dado la cara, pero yo tampoco lo quiero por aquí. Tendremos que criarla entre las dos. Yo tengo experiencia, porque a mí me pasó lo mismo y la crié sola. Por suerte para ella me tiene a mí”.