Alexei empezó en el cabaret: bailaba, montaba coreografías, pero un amigo suyo sabía que tenía posibilidades de hacer más, y fue cuando le propuso hacer un show de Transformista.
La Charo es uno de los personajes más pintorescos de Colón. En el mundo del espectáculo de ese pueblo matancero, todos hablan de Charo, de sus pelucas, de sus vestidos, de su actuación, pero más que todo, de cómo domina los tacones, cómo baila y hasta de cómo corre en pullas de casi 10 centímetros de altura.
“El tacón es lo fundamental en un transformista, porque es lo que más te acerca a la trasformación visual de una mujer. Tienes que ser más osada que la misma mujer. Montarte en un buen par de tacones. Yo con mi tamaño pasaba trabajo para encontrar, pero al final siempre aparecían”, dice con orgullo Alexei Camilo Pozo Verde, La Charo de Colón.
Desde que comenzó con sus espectáculos siempre tuvo buena aceptación del público. Cuenta que antes le preguntaban si le daba pena hacerlo, pero respondía que no. “Eso es otra forma de hacer arte, es encarnar un personaje”.
Y tanto lo es que lleva un vestuario específico, un maquillaje especial, detalles singulares que con la ayuda de amigos de dentro y de fuera del país siempre se consiguen.
“Empecé de cero, no tenía nada, pero cada vez que venía una amistad del exterior me traía las cosas que necesitaba. Esto es para La Charo, me decían. Y así fue como me hice de todo lo que tengo hoy”.
No es poco lo que tiene: cuando llega al camerino parece que desembarcó una diva. Llega con una maleta repleta de sus accesorios, cada uno combinado perfectamente con todo lo que usará en cada acto. Porque cada vez que sale a escena es diferente, cada vez luce más divina.
“Yo hago transformismo exclusivamente para los espectáculos. Yo soy transformista, no travesti. No me gusta estar vestido de mujer. Respeto al que lo hace, yo digo que tienen un valor muy grande, los aplaudo, porque no es fácil enfrentarse cada día a la sociedad. Hay muchos ojos que te ven bien, pero otros no tanto”.
Quien se respeta, gana el respeto de los demás
Sin embargo ese rechazo social que sufren muchas personas LGTBI, dice que no lo siente. “Lo primero que tiene que hacer una persona es aceptarse como es, y sobre todo respetarse, ya después los demás harán lo mismo, o no. La sociedad es muy cruel. Yo siempre recibí el apoyo de mi familia, mi difunta madre aceptaba mi sexualidad, me quería como soy”.
Sus compañeros del hospital Dr. Mario Muñoz Monroy son sus principales fans. “Yo tengo amigos heterosexuales hombres que me van a ver a mis espectáculos, que me siguen a donde quiera que vaya. Mi segunda familia es el personal del hospital”.
Llamarse Charo casi que fue un accidente, el color de la peluca rubia que llevaba el día del primer show determinó su nombre artístico. “Aquello fue una comedia. Cuando me tocaba salir a escena, un 31 de diciembre, el director artístico no sabía cómo presentarme, entonces René Castillo Álvarez, un locutor de la emisora de Matanzas fue el que me bautizó. Me dijo que con esa peluca me parecía a una cantante muy osada que él conoció. Y desde entonces soy Charo”.
“Una vez estaba de guardia en el hospital y me tocó atender a una pareja de abuelos”, cuenta Alexei tomándome de la mano, como si quisiese contar un secreto. “Cuando terminé el hombre dijo: que agradable la muchacha. Pero la mujer lo corrigió: No es muchacha, es muchacho. Pero él dijo que me veía como mujer. Eso fue algo que nunca voy a olvidar, me emocionó mucho, me dijo que podía ser su nieta”.
Pero siempre la sociedad juzga, apunta con el dedo, y lo que no es homogéneo entonces está mal. “Hemos avanzado y podemos seguir avanzando, pero aún el homosexualismo lo ven como la cosa mala de la película, aún hay muchos tabúes; que alguien sea gay no significa que no sea una buena persona. Debemos ganarnos el respeto de los demás, y eso solo se logra respetándonos nosotros mismos”.
Siempre supo que era gay, según él. De niño jugaba delante del espejo, se ponía unas medias en la cabeza que parecían dos motonetas y cantaba como Raffaella Carrá. Y cuando cuenta su historia sonríe con picardía, no esconde ningún detalle, solo el volumen alto o bajo de su voz deja entrever lo que prefiere contar, lo que quiere que se publique.
Y después de tantos altos y bajos de volumen, llega la confesión mayor: “Yo creo que soy marimacha, siempre ando con los hombres, desde pequeño en la escuela y ahora en el trabajo igual”.