José Manuel Álvarez Anaya partió hacia Angola con 17 años y sin preparación militar. A los ocho meses de su partida su madre enfermó del corazón y murió.
Fue uno de los 337 mil 033 militares y unos cincuenta mil colaboradores civiles cubanos que fueron a Angola en 16 años de guerra enviados por el castrismo.
Regresó con la frente hinchada, un tímpano afectado de por vida debido al ruido de las bombas y con pesadillas recurrentes que aún en la actualidad persisten.
Antes de salir a la misión en Angola, Álvarez Anaya fue citado varias veces y por la presión cedió.
“A mi mama le dijeron que iba a pasar una escuela militar en Angola, pero cuando llegué me dieron un fusil, sin tener experiencia militar y tuve que hacer siete maniobras sin conocer ni como limpiar el armamento.
Tuve que cuidarle el sueño a los grandes jefes en la ciudad, y a sus familias” contó en exclusiva con ADN Cuba.
Este cubano residente en Palma Soriano en Santiago de Cuba vive en condiciones deplorables a pesar de cumplir 29 meses en Angola, nunca recibió ni ayuda económica ni un trabajo. La “Revolución” se olvidó de él como de tantos otros cuyas vidas estuvieron en riesgo por el sueño bélico de Castro.
“El estado no me dio una chequera ni un trabajo y estamos como un desecho, al abandono por el gobierno de Cuba”, dijo refiriéndose a los veteranos cubanos.
Cuando describe su paso por Angola recuerda que en las zonas más intricadas de la selva no tenía medicamentos para tratar las dolencias más comunes y tenía que dormir bajo tierra; lidiando con el aire contaminado y con mala alimentación.
“Los Jefes vivían con sus familias en casas, allí no cesaban las fiestas. Cada seis meses venían Cuba, era muy diferente a la vida de nosotros. No nos dejaban traer ni un pantalón ni una camisa”, relata.
“Estar en Angola me marcó la vida. Después de 30 años me siento indignado y adolorido por lo que vi”, dijo.
Contó a ADN Cuba que varios de sus compañeros artilleros de tanques fueron engañados luego de llevar más de 23 meses en Angola. La misión de estos soldados culminaba y en lugar de llevarlos desde Luanda los trasladaron hacia Cuito Cuanavale, donde murieron a los pocos días.
La experiencia de José Manuel está multiplicada en muchos hogares cubanos donde viven veteranos, sin ayuda del gobierno y olvidados por la asociación que dice representarlos.