El régimen cubano ha utilizado la tortura cuando la consideró necesario contra opositores políticos, según aclara un informe del Directorio Democrático Cubano.
Cierto, el cubano no ha sido el más cruel de los regímenes autoritarios o dictatoriales que ha conocido Occidente, pero como todos, en algún momento ha tenido que recurrir a estos extremos. Organizaciones internacionales como la ONU y la OEA han recibido denuncias y testimonios de casos de tortura física y mental en las cárceles cubanas, y no sólo en ellas.
Lo cierto es que, sobre todo a inicios de la Revolución, en medio de una escalada de violencia que enfrentaba al gobierno con los grupos armados que lo combatían, el país se llenó de presos políticos y se cometieron todo tipo de vejámenes y atrocidades.
Tal como ha señalado el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, “para que un trato sea considerado como inhumano o degradante y, en grado extremo, como tortura, debe alcanzar un mínimo nivel de severidad. La evaluación de este nivel mínimo es relativa y depende de las circunstancias de cada caso, tales como la duración del trato y de sus consecuencias físicas y mentales”.
Son tres los elementos que conforman la tortura, según la CIDH: 1) debe ser un acto intencional mediante el cual se inflige dolor y sufrimiento físicos y mentales; 2) debe ser cometido con un propósito (entre otros, castigo personal o intimidación) o intencionalmente (por ejemplo, para producir cierto resultado en la víctima); 3) debe ser cometido por un funcionario público o por un particular actuando por instigación o aquiescencia de aquel.
Por razones obvias, el gobierno cubano ha obstaculizado la recopilación de la información. Pero a medida que fueron saliendo de la isla estas personas, se conocieron su testimonio y la magnitud del horror.
La primera organización internacional en recibir testimonios de torturas ocurridas en Cuba a partir de los primeros meses de la revolución fue la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, adscrita a la Organización de Estados Americanos.
En su primer informe de 1962, la CIDH dejó constancia que “las autoridades cubanas en determinadas circunstancias infligen un trato capaz de producir la muerte o lesiones graves. En este sentido se afirma que en una ocasión detenidos políticos sólo por confidencias o suposiciones de los llamados Comités de Barrio —CDR— fueron vejados y maltratados, muchos de los cuales murieron al no poder soportar los atropellos”.
Un testigo ocular citado en ese documento aseguró que “en la Ciudad Deportiva, el 17 de abril de 1962”, vio a soldados del Ejército Rebelde clavar bayonetas a presos políticos.
En efecto, una de las fórmulas de tortura física más comunes fueron las bayonetas, culatas y machetes. Los agentes del Estado cubano utilizaron las bayonetas y culatas de los fusiles y machetes contra los presos políticos, muchos de los cuales fallecieron o quedaron inválidos de por vida, y a otros tuvieron que amputarles las piernas o los brazos como consecuencia de los hechos de violencia a los que fueron sometidos.
Muchas veces, los presos comunes eran encargados por las autoridades carcelarias para hacer esta labor. Uno de estos reos, que dio su testimonio a la CIDH a inicios de la década del 60, contaba lo siguiente:
“Estoy en presidio desde noviembre de 1960, con 24 años de condena (…). Ya en septiembre de 1965 habían asesinado diecisiete presos políticos, todos dentro del cordón del cerco de la escolta. Diariamente apaleaban o aplanaban a machete y bayoneta, o pinchaban con varas de buey de trescientos a cuatrocientos hombres. Herían un aproximado de quince al día con tendones cortados, perforaciones de veinte y veinticinco puntos, venas y arterias seccionadas, etc.”
“Lisiaban de las manos o los pies de seis a diez mensuales, con veinte fracturas de huesos, también mensuales. Llegaron a implantar un terror tan dantesco que en una ocasión penetraron en la Circular No. 1º, a las tres antes meridiano para despertar los presos a planazos y al cundir el pánico inevitable, seis políticos se lanzaron al vacío desde los pisos ocasionando un muerto y dos lisiados y todos hacia el hospital”.
Se salía de las celdas a las 5 de la mañana y se regresaba regularmente a las 6 o 6:30 p.m., aunque a veces la llegada era a las 10 u 11 de la noche, agrega el entrevistado. “Se almorzaba en el campo, nos daban media hora para hacerlo (…). En una de esas entradas le sacaron un ojo a Mario Jiménez Figueredo. En otra, un anciano, Erasmo Gómez casi queda ciego de un planazo sobre los ojos, y en todas éramos golpeados inmisericordemente. (…)”.
“En el campo los “Cabos” nos vigilaban constantemente, cualquier cosa era cogida como motivo para comenzar una paliza, hasta por salir de la fila para tomar agua se golpeaba. Se da el caso de obligar a hombres totalmente desnudos a arrancar hierbas con la boca. Junto con los golpes venían los pinchazos, heridas de a veces 20 y 25 cms. de profundidad. Infinito es el número de hombres que en la actualidad se encuentran lisiados en las distintas cárceles de Cuba”.
Un conocido caso de la época y que fue sometido a la consideración de la CIDH fue el del preso político Julio Tang Texier quien pereció como consecuencia de las graves heridas de un bayonetazo perpetrado por uno de sus carceleros quien, a pesar de estar en grave estado de salud, quiso obligarlo a realizar trabajos forzados.
Otro caso que conmocionó a la comunidad internacional y que provocó una condena de la CIDH en esa época fue la muerte del ex presidente de la Asociación de Estudiantes de Ingeniería de la Universidad de la Habana, Pedro Luis Boitel, quien en 1959 aspiró a la Presidencia de la Federación Estudiantil Universitaria.
Las autoridades cubanas no se contentaban con lesionar y ocasionar un dolor a los presos políticos. También eran objeto de saqueos ilegales de sus pertenencias al mismo tiempo que eran torturados.
“Durante la madrugada del 16 de marzo de 1959, fuimos despertados con alaridos e insultos, más de 500 presos, por unos 40 hombres armados con ametralladoras, que nos obligaron a salir al patio completamente desnudos, donde estuvimos más de dos horas, ateridos de frío y sufriendo todo tipo de atropellos”.
“Mientras este espectáculo se desarrollaba, nuestras pertenencias eran saqueadas en las galeras por vulgares rateros vestidos de uniformes. Dos semanas después ocurrieron hechos aún peores. Nuevamente en horas de la madrugada fuimos despertados por más de 70 hombres armados de rifles con bayonetas, quienes nos obligaron, entre golpes, insultos y bayonetazos, a salir otra vez al patio del penal totalmente desnudo”.
“Imaginaos a cerca de 600 hombres completamente desnudos, tiritando de frío, con los brazos en alto, las bocas abiertas y los ojos cerrados, lanzados unos contra otros a golpes de culatazos e hincadas de bayonetas. Y esos y otros maltratos, acompañados de los más degradantes vejámenes, duraron más de tres horas. Pero parece que aún no se sentían complacidos. Querían algo más: buscaban el botín”.
“Nos despojaron de nuestros anillos, cadenas y relojes. Hubo un compañero, Claudio Marrero de los Reyes, que exhausto por los golpes no atinaba a quitarse el anillo: de inmediato fue ayudado por un bayonetazo que le desgarró el dedo y le sacó su anillo. Entre tanto, las galeras eran objeto de un nuevo y total saqueo. Se llevaron todo lo que poseíamos”.
Otros casos de muertes como consecuencia de bayonetazos y machetazos fueron los de José Pereda, Tomás Aguirre, Ramón Quesada, Julio Hernández, Filiberto Polledo Morales, Gastón Vidal, Manuel Cuevas y Luis Alvarez Ríos. Todos ellos datan de 1967 y ocurrieron en Isla de Pinos, actual Isla de la Juventud.
Con excepción de Roberto López Chávez, que muere en huelga de hambre sin asistencia médica, fueron muertos a palos, machetazos, bayonetazos y tiros, durante la imposición del famoso plan de trabajo forzado. En 1967 desmantelan el presidio de Isla de Pinos y los presos son distribuidos en los múltiples centros de confinamiento de la Isla Cuba.
Continuará...