Por: General Rafael del Pino
Después de caer el muro de Berlín y desaparecer más tarde la Unión Soviética, el castrismo incrementó aceleradamente las medidas de preparación para reprimir con violencia toda manifestación contra el régimen estalinista. Fidel Castro estaba decidido a ahogar en sangre cualquier intento de derrocarlo.
La fuerza aérea, proporcionando los helicópteros, comenzó la cooperación con las tropas especiales en los ejercicios y maniobras para asegurar la eficiencia de los métodos represivos. Para la realización de estos ejercicios se construyó un pueblecito fantasma al sur Guanabo en la provincia de La Habana. Las tropas hasta nivel de batallón, con trajes antimotines, carros especiales y escudos, eran apoyadas por tropas especiales de desembarco desde helicópteros.
El coronel que estaba al frente de aquello llegó a decirle unas palabras a un amigo común que aquel no pudo olvidar jamás: El día que tenga que utilizar mis tropas para enfrentar una situación como esta, se acabó la revolución. Pero en la Cuba de 2021 todos saben que no existe revolución ni socialismo que defender.
Un grupo de militares mafiosos han monopolizado todas las empresas rentables en GAESA y no rinden cuenta a nadie de sus ganancias ni operaciones mientras el país se hunde en la miseria. El estado se ha desentendido del bienestar e incluso de la subsistencia misma de la población.
El problema que enfrentan hoy esos aparatosos preparativos para una guerra contra el pueblo es que el escenario operativo ha cambiado radicalmente en el siglo XXI.
El desarrollo tecnológico actual unido a la proliferación de las redes sociales ha minado el monopolio de la información que la dictadura totalitaria mantenía sobre la sociedad cubana. Los acontecimientos que se suceden en el país recorren el planeta en cuestión de segundos. Ya no se pueden ocultar los desmanes y abusos de los cuerpos represivos. Solo un suicida intentaría reproducir en Cuba una masacre como la de Tiannamen con miles de celulares filmando y trasmitiendo los sucesos.
Hoy el costo de ejecutar una masacre semejante de forma impune en Hong Kong o Myanmar sería incalculable. ¿Creen que podrían realizarla en Cuba? El mundo entero sería testigo en tiempo real de los sucesos. Además, en el caso de Cuba ocurrirían a 90 millas de la Florida –el estado que decide las elecciones estadunidenses y donde se concentra la mayor parte del exilio cubano. El nuevo escenario operativo es sumamente peligroso para quien ordene desatar esa represión. Quien imparta esa orden sepa que será su último error y deberá atenerse a las consecuencias.
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Pero hay otro factor adicional. Los militares cubanos que no participan de las ganancias del estado mafioso de GAESA hoy sufren las mismas necesidades y privaciones que el resto del pueblo. Ya son muchos los que están resueltos a no cumplir órdenes fratricidas contra sus compatriotas. No van a asesinar mujeres, ancianos, jóvenes y niños desesperados por el hambre y la miseria. Saben que ellos no son el enemigo. Ya hay demasiados muertos. Lo que todos queremos, exigimos, es “Patria y Vida”.
En ese complejo contexto, un grupo de cubanos han tomado una decisión inédita: pese a considerarse militares, aun si están en retiro, también se consideran objetores de conciencia para alertar a sus compañeros de armas sobre los peligros que se avecinan. Como tales decidieron publicar un manifiesto que yo también he suscrito.
Los militares cubanos, en activo o retirados, tenemos el deber de brindar todo el apoyo y solidaridad a la población y colaborar con esos valientes jóvenes que protestan a diario en las calles de Cuba demostrando que ya han perdido el miedo. A la elite de poder le aseguramos que si se atreven a recurrir al uso letal de la fuerza tendrán que responder ante tribunales por la sangre inocente que se vierta en las calles y pueblos de Cuba. No es fantasía. Busquen un espiritista y pregunten a Nicolae Ceaușescu si él no se creía también intocable antes de su caída.
*Texto publicado originalmente en Radio Televisión Martí