En el 2020, el mundo se vio golpeado por una crisis de salud pública sin precedentes, y los efectos de la COVID-19 se sintieron en todos los aspectos de la vida de las personas. Este año también se celebra el 75º aniversario de la firma de la Carta de las Naciones Unidas (ONU), la declaración que se encuentra en el corazón mismo del multilateralismo inclusivo que tanto necesita el mundo en estos momentos.
Ahora más que nunca, la comunidad internacional debe realizar un esfuerzo conjunto para forjar ese futuro mejor y más sostenible que reclaman la ONU y sus Estados miembros. Taiwán está listo, dispuesto y capacitado para ser parte de estos esfuerzos. Con menos de 500 casos confirmados y siete muertes, Taiwán ha desafiado las predicciones y ha contenido con éxito la COVID-19. Lo hemos logrado sin recurrir a confinamientos; las escuelas solo han estado cerradas durante dos semanas en febrero. La liga de béisbol se restableció también en abril. Inicialmente, se utilizaron siluetas de cartón que representaban al público, pero a mediados de julio la liga volvía a estar en pleno apogeo, con asistencia de hasta 10.000 espectadores.
Todo ello es debido en gran parte a las rápidas medidas de respuesta adoptadas por Taiwán, entre las que se incluyen el establecimiento de un Centro de Operaciones del Gobierno Central para Epidemias (CECC, siglas en inglés), la implementación de estrictos controles fronterizos y procedimientos de cuarentena y el intercambio transparente de información. También tomamos medidas rápidas para asegurar un stock adecuado de suministros médicos para nuestro sistema de atención médica, que está entre los mejores del mundo. Y después de asegurarnos de que teníamos suficientes suministros para cuidar de nuestro propio pueblo, comenzamos a proporcionar equipos y suministros médicos a otros países con serias necesidades.
A finales de junio, Taiwán había donado 51 millones de mascarillas quirúrgicas, 1,16 millones de mascarillas N95, 600.000 batas de aislamiento, 35.000 termómetros de frente y otros materiales médicos a más de 80 países, incluidos los Estados Unidos, los aliados diplomáticos de Taiwán y los países europeos. También hemos unido fuerzas con democracias de ideas afines para explorar el desarrollo de kits de pruebas rápidas, medicamentos y vacunas. Trabajando juntos por el bien común es como el mundo conseguirá derrotar a la COVID-19.
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En la Declaración sobre la Conmemoración del 75º Aniversario de las Naciones Unidas, los gobiernos y los jefes de Estado reconocen que solo mediante el trabajo conjunto en solidaridad podemos poner fin a la pandemia y abordar eficazmente sus consecuencias. Por lo tanto, estos se comprometen a hacer que la ONU sea más inclusiva y a no dejar a nadie atrás mientras el mundo busca recuperarse de la pandemia.
De manera similar, en los comentarios en julio al Foro de Alto Nivel del Consejo Económico y Social de la ONU sobre “Multilateralismo después de la COVID-19: ¿qué tipo de ONU necesitamos en el 75º aniversario?”, el Secretario General de la ONU, António Guterres, dijo que un multilateralismo en red, inclusivo y efectivo ayudaría a los esfuerzos globales para promover la recuperación y la implementación continua de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODSs). No podemos estar más de acuerdo. Sin embargo, esta visión parece faltar cuando Taiwán, una de las democracias modelo del mundo y una historia de éxito en la contención de la actual pandemia, continúa sin poder participar en el intercambio de experiencias e información con el sistema de la ONU.
A pesar de que la pandemia ha hecho que la comunidad internacional sea muy consciente de la exclusión injusta y discriminatoria de Taiwán de la Organización Mundial de la Salud y del sistema de la ONU, la República Popular de China (RPC) continúa presionando a la ONU para que utilice una interpretación errónea de la Resolución 2758 (XXVI), adoptada por la Asamblea General de la ONU de 1971, como base legal para bloquear a Taiwán. El hecho es que esta resolución no aborda el tema de la representación de Taiwán en la ONU, ni establece que Taiwán sea parte de la República Popular de China. De hecho, Taiwán no es, ni ha sido nunca, parte de la República Popular de China. Nuestro presidente y nuestra legislatura son elegidos directamente por el pueblo de Taiwán. Además, los controles fronterizos instituidos durante la pandemia ofrecen más pruebas para contrarrestar las falsas reclamaciones de la República Popular de China. La ONU debe reconocer que solo el gobierno elegido democráticamente en Taiwán puede representar a sus 23,5 millones de habitantes; la República Popular de China no tiene ningún derecho a hablar en nombre de Taiwán.
No contar con la participación de Taiwán en las Naciones Unidas es una pérdida para la comunidad mundial y obstaculizará los esfuerzos de los Estados miembros por recuperar la normalidad e implementar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en su totalidad y a tiempo. Al aprovechar su excelente trabajo sobre los ODS, Taiwán puede ayudar a los países a recuperarse mejor de los trastornos causados por la pandemia. Nuestra economía ha demostrado ser resiliente: el Banco Asiático de Desarrollo pronostica que el desempeño económico de Taiwán en 2020 será el mejor entre los Cuatro Tigres Asiáticos, el único en mostrar un crecimiento positivo. Además, muchos de nuestros indicadores de los ODS, incluidos la igualdad de género, el crecimiento económico, el agua potable y el saneamiento, la reducción de la desigualdad y la buena salud y el bienestar, han alcanzado niveles comparables a los de los países de la OCDE. Nuestros continuos esfuerzos para implementar los ODS, junto con nuestra probada respuesta a la pandemia, colocan a Taiwán en una posición mucho mejor que la de la mayoría para ayudar a la comunidad mundial a abordar los desafíos actuales que enfrenta la humanidad.
De hecho, Taiwán lleva mucho tiempo ayudando a sus países socios en África, Asia, el Caribe, América Latina y el Pacífico con sus objetivos de desarrollo en áreas tales como la energía limpia, la gestión de desechos y la prevención de desastres. Ya estamos capacitados para ayudar, pero podríamos hacer mucho más si tuviéramos la oportunidad de participar en las actividades, reuniones y mecanismos de la ONU.
Desafortunadamente, a los 23,5 millones de habitantes de Taiwán se les niega el acceso a las instalaciones de la ONU. A los periodistas y medios de comunicación taiwaneses también se les niega la acreditación para cubrir las reuniones de la ONU. Esta política discriminatoria se deriva de las reclamaciones y presiones ilícitas de un Estado autoritario y contraviene el principio de universalidad e igualdad sobre el que se fundó la ONU.
“Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas decidimos… reafirmar la fe en los derechos humanos fundamentales… [y] la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de naciones grandes y pequeñas”. Así es como comienza la Carta de la ONU. El ideal de defensa de los derechos humanos y las libertades fundamentales para todos que se establece en este texto no debe quedar en palabras vacías. De cara a los próximos 75 años, nunca es demasiado tarde para que la ONU dé la bienvenida a la participación de Taiwán.