Cannabis o alcohol, ¿quién daña más?

La nueva ley en Cuba que aumenta las prohibiciones sobre el cannabis ha puesto a debate nuevamente sobre si éste hace más o menos daño que el alcohol. Correa comparte una curiosa anécdota sobre un juego de pelota que puede arrojar luces al respecto
Cerveza de cannabis
 

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La nueva ley cubana restrictiva sobre el cannabis, que prohíbe no sólo su posesión y uso, sino también los logotipos, prendas de vestir e incluso literatura que promueva o incite su consumo, ha abierto un debate en las redes sociales sobre su probidad.

Muchos foristas salieron prontamente en defensa de la planta, considerándola menos dañina que el tabaco y el alcohol, dos productos que promueve el estado como renglones económicos importantes que dejan grandes dividendos al país, pero convertidos hoy en males sociales. 

El alcoholismo es una válvula de escape de la frustración y las angustias de una crisis que se eterniza en el tiempo”, expresa Milton, de la logia masónica de Marianao, con 20 años ayudando a personas desahuciadas. “El deterioro de la personalidad, la falta de higiene personal, la conducta inmoral, la confusión mental y un daño irreparable a la familia son rasgos característicos de una población de alcohólicos en Cuba que crece y se embebe de la juventud”.

Luis Ponce, cuentapropista del reparto Flores, comenta que hubo una vez una ley seca, que desató un contrabando de bebida y una cadena de delitos tan grande y olas de protestas, que los firmantes de la prohibición tuvieron que derogarla en poco tiempo.

“En relación a cuál es más dañino no puedo contestar”, dice Luis. “Porque no uso ninguna de las dos. En cambio, mis primos sí. Existe una diferencia notable entre ellos: Rubén el alcohólico está más flaco que un güin, siempre tirado en la cama y deprimido. Mientras que el tuti, que fuma marihuana, muestra un carácter jovial, se viste bien, hace chistes creativos y tiene buen apetito. Eso pudiera ser un indicador sobre el tema”.

Tony el rasta, de Jaimanitas, se pregunta: ¿Por qué se penaliza a una y a la otra no?

“Este debate comienza ahora”, dice el rasta. “Quizás esta ley: la 23 del 2020, sea el detonante para iniciar una campaña por la despenalización del cannabis, como ha ocurrido en gran parte del planeta donde se ha comprendido que la penalidad es quien crea el tráfico y sus secuelas. Los estados son los culpables de la violencia y la muerte que engendra”.

Luis Gainza, anotador oficial de béisbol de la categoría provincial, recuerda una anécdota que también arroja luz sobre el dilema:

“Sucedió en un juego de béisbol en Jaimanitas. Por aquellos días el equipo Cuba quedó subcampeón del I Clásico Mundial y había furia de pelota en todo el país. En el terreno del círculo Los marinos se armaban equipos los sábados y se jugaba al duro. Un día los borrachos quisieron hacer su propio equipo. Los fumekos hicieron el de ellos. Querían ver quien ganaba: si el alcohol o la hierba”. 

“El equipo de los curdas estaba dirigido por Carlos Brito, expelotero de los Metropolitanos y estrella malograda tempranamente por el alcohol. Estaba compuesto por jóvenes que jugaban bien, pero le daban muy duro a la bimba. Los fumekos, como buenos cubanos, también sabían jugar pelota. Se veían concentrados en el juego. Se esforzaron por hacer las cosas bien”.

“A medida que avanzó el partido los borrachos comenzaron a dar muestras de cansancio y aprovechaban cada tiempo en el dogout para darse tragos, y luego no lograban batear. Gracias a Carlos Brito, que conectó cuatro jonrones, tenían cuatro carreras. Y gracias a que también estaba picheando, tenían dominado a los fumekos”.

“Pero en el octavo el chivo conectó una línea por segunda, que si chispa de tren no se tira al suelo le lleva la cabeza. Luego con dos toques de bola los fumekos llenaron las bases. Después vino el jonrón del taco, que empató el juego”. 

“En el noveno los tres curdas que vinieron al bate se poncharon rápidamente y cuando le tocó batear a los fumekos la seña fue batear todo el mundo por tercera, porque guarfarina estaba pasado de tragos y no veía la bola. Un roletazo se le fue entre las piernas y desató el abucheo del público. Los borrachos rieron también, estúpidamente”.

“Fue un juego de pelota inolvidable. Carlos Brito echaba chispas en el box y pedía inútilmente a su equipo que jugaran bien, pero ni sus cuatros jonrones ni su picheo cerrado pudieron darles la victoria. El final del juego lo selló aquel batazo enorme del porro, por el mismo jardín central, que desapareció la pelota en la arboleda”.

“Estuvimos buscando la pelota hasta que se hizo de noche”, concluye el anotador Luis, “porque era del círculo y había que devolverla, pero no la encontramos. Luego se supo que un borracho dio con ella y no lo dijo, y se la cambió después a Crispín por una botella”.

 

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