El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, acaba de perder a su ministro estrella: Sergio Moro. El exjuez, famoso por conducir las investigaciones de la Operación Lava Jato contra la trama de corrupción en el Estado brasileño, se va porque no resiste las injerencias de su jefe en su trabajo.
Moro amenazó este jueves con dimitir si Bolsonaro destituía al jefe de la Policía Federal, Mauricio Valeixo, al que él mismo había elegido para el cargo, y no pactaban ambos el nombre del sustituto. Ayer en la noche Bolsonaro se decidió y hoy en la mañana no se hizo esperar. Valeixo fue colaborador cercano en Lava Jato, hombre de plena confianza de Moro.
Según analistas, detrás de estos movimientos estaría el deseo del polémico presidente, de proteger a sus hijos de investigaciones en su contra; especialmente, al senador Flávio Bolsonaro, acusado de diversas irregularidades cuando fue diputado en la asamblea legislativa de Río de Janeiro.
Al ex juez también le ha disgustado que Bolsonaro busque el apoyo político de diputados condenados en algunos de los escándalos de corrupción que lo convirtieron en un héroe nacional.
Ese apoyo es necesario para que el gobierno apruebe el megaplan de inversiones de 10 años (2020-2030) que sacaría al país del marasmo económico provocado por el coronavirus. Ese plan debe pasar por el Congreso, dominado por los partidos tradicionales, los mismos sobre los que calló Moro durante Lava Jato y están plagados de políticos corruptos.
La vía de agua abierta por Moro es la más grave del Gobierno pero no la única. Bolsonaro preside, desde que asumió el poder, un Gabinete en las que varias almas conviven como pueden. Los choques entre los sectores tecnócrata, militar e ideológico son frecuentes.
Pero además en los últimos días el mandatario ha tenido enfrentamiento más o menos explícitos con el ministro de Salud, al que destituyó; con el de Economía, Paulo Guedes, el otro gran pilar de su Gobierno, y con los militares que se sientan en el Consejo de Ministros.
Guedes, por ejemplo, es un abierto neoliberal y desaprobó el plan económico de Bolsonaro, que pretende aumentar la participación del Estado en la economía. Cuando esta semana el Gobierno presentó su “Plan Marshall” para afrontar el coronavirus la ausencia del Guedes puso en evidencia las discrepancias sobre cómo afrontar la crisis que ya ha llevado a Brasilia a pagar una renta mínima a decenas de millones de personas.
La pandemia ha contribuido al aislamiento político de Bolsonaro. Frente a mandatarios de otros países que dejaron de minimizar la gravedad a medida que se acumulaban los casos, el brasileño vio cómo sus ministros más técnicos, incluido Moro, y los gobernadores se unían forjando un cierto consenso en torno a las cuarentenas como medida más eficaz para frenar la propagación.