La ciudad de Nara, antigua capital de Japón, sufre por estos días el aislamiento producto de la pandemia del coronavirus que ya golpea a una quinta parte de la población mundial.
Sin embargo, animales como los venados, un preciado tesoro de esa comunidad, aprovechan el repliegue de los humanos para adentrarse en el milenario asentamiento más de lo acostumbrado.
Sin la presencia de los miles de turistas que llegan con regularidad a Nara para visitar sus templos, considerados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, los venados han tenido que salir de las zonas boscosas que rodean la ciudad en busca de alimentos.
Las llamadas “galletas de venado”, hechas de harina de trigo, se encuentran en las tiendas de regalos, restaurantes y otras instalaciones hasta donde llegan los animales por estos días en que nadie irá a llevárselas a los bosques.
Los pocos conductores que aún circulan por las calles de Nara le ceden el derecho a los más de mil de estos mamíferos que se han aventurado hasta sitios como el templo de Todaiji o el de Kofukuji, según informó un centro de protección de animales a Associated Press.
La propia organización aconseja a los pobladores que alimentan a los venados que no usen la fuerza para espantarlos y que, una vez terminada la ración de galletas, le muestren sus manos vacías y estos se dispersaran de forma pacífica.
La presencia de los venados en Nara ha estado asociada a la vida de esta ciudad, la cual fue capital de Japón en el período comprendido entre los años 710 al 784, cuando la Emperatriz Genmei estableció allí su palacio. Los animales se han mantenido cerca del lugar a pesar de guerras y enfermedades.
Hoy en día compiten con los antiguos palacios como principales atracciones para los turistas, quienes adquieren suvenires y productos comestibles como las galletas para establecer contacto con ellos.
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Por otra parte, un animal cuyo bienestar peligra ante la propagación del coronavirus es el gorila de montaña, cuya población principal se encuentra en el Congo.
Allí, en el Parque Nacional de Virunga, los directivos prohibieron la entrada de visitantes hasta el día 1 de junio, ante la advertencia de expertos de una posible susceptibilidad de estos mamíferos a las complicaciones asociadas a la COVID-19.
Asimismo, las naciones vecinas de Rwanda y Uganda han prohibido la entrada de turistas a sus territorios, para así proteger también a la amplia comunidad de gorilas y otros primates que habitan en sus selvas.
Según cifras oficiales, unos mil gorilas viven en las montañas de estos países y, aunque el turismo forma parte importante de sus ingresos, las autoridades han tomado medidas para proteger a estos animales.
El vínculo entre humanos y gorilas podría traer consecuencias fatales para estos últimos, de acuerdo con Paula Kahumbu, investigadora al frente del grupo conservacionista WildlifeDirect.
“Si alguna persona padece un resfriado o gripe no tiene permitido ir a ver a los gorilas”, explicó esta semana la doctora. “Como el coronavirus puede pasar mucho tiempo sin que aparezcan síntomas, significa que podríamos poner a esos gorilas en riesgo”, añadió.
Los gorilas de montaña están clasificados como especie en peligro de extinción desde 1996, aunque el número de su población ha aumentado en años recientes gracias a esfuerzos como este. Sin embargo, esta vez los humanos serían un peligro involuntario para su bienestar.