Pedro Sánchez, presidente en funciones, dio este martes por hecho que los españoles serán llamados a las urnas de nuevo el 10 de noviembre, concluida la fallida ronda de consultas del Rey. Serán las segundas elecciones generales en siete meses y las cuartas en cuatro años, un caso inédito en Europa que marca el fracaso de una generación de políticos.
Los otros tres grandes partidos respañoles responsabilizaron al PSOE y le acusaron de querer las elecciones desde el primer momento. Sánchez señaló a todos los demás, en especial a Podemos, que “ha bloqueado por cuarta vez la investidura de un socialista”. El presidente evitó cualquier tipo de autocrítica y pidió a los españoles que hablen "aún más claro" que en abril y le den una mayoría más amplia.
Hasta el último minuto, el combate por el relato entre los partidos marcó el ritmo de una agonía que se daba por hecha en el PSOE desde el fracaso de la anterior investidura, el pasado julio. Hubo intentos con llamadas hasta el último momento, pero al final se confirmó lo que apuntaban ya desde hace semanas dirigentes del máximo nivel. Tras el segundo día de consultas, en la que los líderes de los cuatro principales partidos desfilaron por La Zarzuela para explicar sus planes a Felipe VI, la suerte quedó echada a las 20.20, cuando el Rey anunció en un comunicado que no había apoyos suficientes para convocar otra sesión de investidura. Sánchez compareció en La Moncloa exactamente a las 21.00, la hora de los informativos de máxima audiencia, en un tono claramente electoral dando por hecha la repetición electoral.
Las elecciones estaban prácticamente decididas hace semanas salvo que Pablo Iglesias hubiera aceptado en el último minuto una investidura sin acuerdo, algo que siempre rechazó. Desde el fracaso de la negociación de julio, el núcleo duro de Sánchez tenía muy claro que si la opción era entre coalición o elecciones, él elegiría los comicios. Y así fue. El Rey comunicó este martes oficialmente que ningún candidato tiene apoyos suficientes, por lo que —salvo un golpe imprevisto en los dos próximos días que Sánchez descartó de plano— no habrá debate de investidura y el lunes 23 se convocarán de forma automática las elecciones. Ese día, con toda probabilidad, Sánchez estará en Nueva York para asistir a la cumbre de la ONU sobre el cambio climático y después a la asamblea general.
En La Moncloa han trasladado en todo momento mucha tranquilidad con este escenario. Sostienen que los números que manejan no les hacen albergar ningún temor sobre la posibilidad de un mal resultado. Pero en el PSOE el ambiente ha sido distinto. Muchos dirigentes, en privado, advirtieron durante el último fin de semana del vértigo ante la posibilidad de una desmovilización de sus votantes. El resultado de abril, que estuvo por debajo de las expectativas del PSOE con esos 123 escaños, llegó después de una extraordinaria participación fruto entre otras cosas del miedo al ascenso de la extrema derecha. Ahora el discurso del PSOE será diferente. El partido de derecha Vox ya no da tanto miedo como en abril, cuando no se sabía hasta dónde podía llegar. Sánchez ensayó este martes un discurso de campaña basado en la "moderación" y la centralidad, buscando también votos en el centro que el PSOE ve abandonado por Ciudadanos.
Nadie tiene garantías de que las elecciones no complicarán aún más el escenario o abran paso a un giro a la derecha.
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Sánchez compareció anoche en La Moncloa, de regreso de la reunión en La Zarzuela con el Rey, y allí dio por hecha la convocatoria electoral. Teóricamente aún habría dos días para buscar un acuerdo, pero el presidente en funciones fue tajante: “No creemos falsas expectativas a la gente”. “Lo he intentado por todos los medios, pero me lo han hecho imposible”, señaló el líder socialista, que se mostró especialmente ácido con Unidas Podemos: “Van camino de récord: es el cuarto bloqueo a la investidura de un socialista”.
El último movimiento por sorpresa de Albert Rivera, que dio un giro de 180 grados y ofreció la abstención en el minuto final, duró menos de un día y desapareció cuando Sánchez no se mostró dispuesto a romper el Gobierno de Navarra y a prometer que no indultará a los presos del procés, dos de las condiciones puestas por Cs.
Por su parte, el líder socialista, que no ha tenido ninguna reunión con los representantes de los grandes partidos desde hace más de dos meses, llamó a los tres dirigentes de los mayores grupos para sondear si podría haber un giro in extremis que evitara las elecciones. Pero después de hablar con Sánchez, PP y Ciudadanos (Cs) confirmaron que se quedaban en el no y Unidas Podemos en la abstención.
Sánchez comprobó poco después la dura campaña que le espera, en la que todos le van a culpar por el fracaso de la investidura. Algunos lo hicieron en tono muy severo, en especial Rivera. El líder de Cs se indignó porque Sánchez le envió una carta en la que, según el PSOE, le ofrecía “garantías” sobre sus condiciones. “La respuesta de Sánchez es una tomadura de pelo a todos los españoles: es mentira que el PSOE esté cumpliendo con las tres condiciones planteadas y además rechaza una reunión con la oposición para abordar esa solución de Estado. Los españoles saben cuál es la realidad”, sentenció Cs en un comunicado. Los socialistas creen que Rivera nunca tuvo intenciones reales de negociar, y se limitó a amagar para poder mejorar su discurso en la campaña electoral y frenar la sangría de votos que le auguran las encuestas.
Sánchez ha recibido golpes de todos. “Querer ser presidente a cambio de nada no sé si es lo más razonable”, aseguró Iglesias tras reunirse con el Rey. El líder de Unidas Podemos insistió en que si había coalición, cambiaría su voto, pero empezó también lo que parece un argumento de campaña: “Creo que el PSOE prefería a Cs que a nosotros”.
La llamada más importante de Sánchez fue a Iglesias, que insistió en pedir la coalición. El presidente no lo ofreció ninguna salida intermedia, tampoco la coalición en diferido que planteaban barones socialistas. Después llegó Casado, que ya le anunció que votaría no, y por último el líder de Cs, con idéntico resultado.
Ahora todo se fía a una nueva campaña que perpetúa el larguísimo ciclo electoral permanente en el que vive España desde 2015.
(Con información de El País y El Mundo)