Ji Seong-ho se hizo famoso en Occidente cuando el presidente Donald Trump lo elogió en su discurso por el Estado de la Unión el 31 de enero de 2018, pero ya era una personalidad en Corea, por su impresionante historia de resistencia y devoción a la libertad.
Trump hizo referencia a su historia, la de un joven desertor norcoreano que sufrió múltiples amputaciones en su cuerpo cuando era niño mientras trataba de sobrevivir.
Ese martes, fue uno de los invitados en el Congreso estadounidense y recibió el aplauso unánime de los congresistas, tanto republicanos como demócratas. “La historia de Seong-ho es un testimonio del anhelo de cada alma humana de vivir en libertad”, destacó el presidente.
Hace dos décadas, Ji luchaba por no morir de hambre durante la hambruna que azotó Corea del Norte a mediados de los 90. Pese a que su padre era miembro del gobernante Partido de los Trabajadores, en casa no había comida.
Su familia sobrevivía comiendo hojas, raíces o incluso robando semillas que escondían las ratas.
En lugar de ir a la escuela, Ji se dedicaba a robar carbón de los trenes de mercancías para cambiarlo después por alimentos en el mercado. Un día de 1996, con apenas 13 años, perdió el conocimiento por el hambre y cayó entre dos vagones de tren, uno que pasaba lo atropelló y le amputó la mano y el pie izquierdo.
Los médicos lo sometieron a una operación de más de cuatro horas. Pero no tenían anestesia. “Mi madre aún recuerda mis gritos. Fue duro para ella pasar por aquello”, recordó Seong-ho para el diario británico The Guardian en 2014.
Cuando su padre lo vio tras el accidente, cambió radicalmente su manera de pensar. Se consideraba culpable de lo que le había sucedido a su hijo, a quien pidió disculpas en multitud de ocasiones.
“Finalmente se dio cuenta de que era más importante salvar a su familia que al partido. […] Yo me di cuenta de que no fue culpa de mi padre, sino del régimen norcoreano por no cuidar a la gente”, dijo Ji.
Tras años de recuperación, el joven decidió salir del país en busca de comida y atravesó las montañas en dirección a China valiéndose de sus muletas.
Cuando regresó, asegura que fue detenido y torturado por las autoridades norcoreanas. “Ahí fue cuando me di cuenta de que esta era una tierra en la que nunca querría permanecer. Quería irme a un lugar donde me trataran como a un humano, fuera en Corea del Sur o en otro lugar”, dijo a The Guardian.
Y así fue como, en 2006, decidió desertar. Atravesó cientos de kilómetros, de nuevo con sus muletas, y estuvo a punto de morir ahogado en el río Tumen que divide China y Corea del Norte.
Pero logró sobrevivir y reunirse con parte de su familia en Seúl, Corea del Sur, donde vive. Su padre corrió menos suerte. Trató de escapar por la misma vía que Ji, pero “fue atrapado y torturado hasta la muerte”.
Hoy, Ji es un conocido activista por los derechos humanos y conferenciante. En Corea del Sur fundó la organización Now, Action, Unity, Human Rights (NAUH) con la que trata de ayudar a norcoreanos que también desertaron y de dar a conocer la situación de su país.