El aporte de “Las Damas de La Habana” a la independencia de Estados Unidos

Cuba también fue protagonista de un episodio en las batallas que cristalizaron la independencia de esta nación. Los historiadores lo conocen como “Las Damas de La Habana”
Betsy Ross cosiendo la bandera de los Estados Unidos en presencia de George Washington y otros. Foto de Archivo
 

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La historia de la fundación de los Estados Unidos de América es apasionante: la guerra contra el ejército de Su Majestad, la batalla de Yorktown, la paz de Versalles; figuras como George Washington, Benjamin Franklin o Thomas Jefferson, los llamados Padres Fundadores de la nación y promulgadores de la Declaración de Independencia de 1776, uno de los textos más trascendentes e innovadores de la era contemporánea.

Esta primera gran guerra revolucionaria de la historia occidental y el nacimiento de la nación más influyente del siglo XX, han tenido un profundo acercamiento historiográfico que permite valorar su impacto en las revoluciones de los siglos que le sobrevinieron.

Y aunque también existen estudios que desmitifican algunas de las leyendas que a lo largo de los años se han tejido alrededor del origen de EE.UU, sigue siendo una historia cada vez más atrayente para investigadores y amantes del conocimiento.

Cuba también fue protagonista de un episodio en las batallas que cristalizaron la independencia de esta nación. Los historiadores lo conocen como “Las Damas de La Habana”. El episodio, poco recordado, forma parte de la Campaña de Yorktown, realizada entre junio y octubre de 1781 y que se conoce además como la Campaña de Virginia, decisiva para la rendición de los ingleses.

El periodista José Antonio Evora, rememoró los sucesos en un texto publicado a propósito de este 4 de julio en Radio Televisión Martí.

“El plan era acorralar a los británicos en Yorktown y dejarlos sin refuerzos. De un lado, la ayuda de los franceses en el mar impediría que la flota inglesa pudiera llegar a la costa para socorrer a las tropas comandadas por el general Charles Cornwallis, que aventajaban a las del general Lafayette. Del otro, Washington y su ejército evitarían por tierra que los británicos pudieran replegarse y escapar”, narró Evora.

Según esta versión, la ayuda de “Las Damas de La Habana” en aquel contexto fue decisiva: “porque en una recaudación de fondos que demoró poco más de seis horas, acumularon diamantes y joyas por valor de casi un millón de libras esterlinas que, sumadas a otras donaciones, serían suficientes para cubrir las necesidades inmediatas de las tropas de Washington y de sus aliados franceses en un momento crucial”, refirió Evora en su artículo.

Aunque en su libro “Las damas de La Habana y sus joyas. Un mito persistente en la historia de Cuba”, José Ramón Fernández, asegura que esta historia “es un hecho convalidado por las últimas tres generaciones de nuestros más importantes historiadores”; la ayuda de los cubanos a George Washington durante la Guerra de Independencia continúa siendo un capítulo fascinante en la historia de Estados Unidos y Cuba.

Sostienen varios estudiosos de estos pasajes que no fueron solo mujeres las que aportaron en La Habana dinero y joyas destinadas a la causa de la independencia de las antiguas Trece Colonias. “Hicieron donaciones muchos hombres, la mayoría empresarios deseosos de que una victoria de los rebeldes estadounidenses cambiara el futuro de Cuba y su dependencia de España para, al fin, comerciar libremente con Estados Unidos”, acotó Evora.

“Debo rogarte que, si es posible, consigas el pago de un mes para el destacamento bajo mi mando”, le escribió Washington a Robert Morris, apodado el “Financista de la Revolución” y precursor del actual Departamento del Tesoro de Estados Unidos. “A una parte de las tropas no se les ha pagado nada desde hace mucho tiempo, y varias veces han mostrado signos de gran descontento”.

El cargamento de oro que los aliados franceses enviaban a Boston no iba a llegar a tiempo para la Campaña de Yorktown, y era necesario conseguir el dinero a toda costa.

“No debo ocultarle, señor”, escribió el general Jean-Baptiste Donatien de Vimeur, Conde de Rochambeau en una sombría carta dirigida al almirante François Joseph Paul, Conde De Grasse,De Grasse, “que los estadounidenses están ya casi sin recursos y que Washington no tendrá la mitad de las tropas de que ahora dispone para defender a Virginia”, ante la decisiva Batalla de Chesapeake el 5 de septiembre de 1781.

“La respuesta de De Grasse, quien había reclutado en Santo Domingo y lo que ahora es Haití a cerca de tres mil hombres para su flota de 23 fragatas, llegaría poco más de un mes después, el 28 de julio, recordaba en 1992 la periodista Myriam Márquez en The Orlando Sentinel: `La colonia de Santo Domingo no tiene dinero, pero voy a enviar una fragata a La Habana para recaudarlo, y podría usted contar con esta cantidad: un millón doscientas mil libras esterlinas´, decía De Grasse”, publicó Radio Televisión Martí sobre los sucesos.

Era la época en que barcos estadounidenses llevaban nombres como “La Habana” y “Doña María Elegio de la Puente”, este último por la viuda de Juan de Miralles, el español radicado en Cuba y establecido luego en Norteamérica como mensajero y diplomático informal. Miralles llegó a ser amigo de Washington e incluso murió en su casa de Nueva Jersey cuando fue a visitarlo en abril de 1780.

Pero fue otro español enviado a Cuba como Comisionado del rey Carlos III, Francisco Saavedra de Sangronis, quien estuvo más cerca de los franceses en la alianza para ayudar a los estadounidenses a derrotar a los británicos y el autor de la iniciativa de la recaudación en La Habana, según ha descrito la historiadora estadounidense Bárbara A. Mitchell.

De acuerdo a las referencias emitidas por Mitchell, cuando se conocieron en Santo Domingo, Saavedra y De Grasse (julio, 1781) comenzaron a trazar la estrategia de lo que luego sería la Batalla de Chesapeake.  “Fue Saavedra quien le dijo a De Grasse que España se encargaría de cuidar los buques mercantes franceses en Santo Domingo para que él pudiera llevarse todas las fragatas a Chesapeake, una decisión que aseguró la victoria francesa contra la flota británica en aquel importante combate”.

Al fallar el plan previsto de recaudar en recaudar en Santo Domingo el millón de libras esterlinas ni siquiera ofreciendo bonos al extraordinario interés de 25 por ciento, De Grasse consideró que la solución estaría en Cuba. Le escribe entonces a las autoridades españolas en La Habana pidiendo un préstamo de medio millón de pesos, en un documento fichado el 3 de agosto de 1780.

“Actuó rápidamente, pidiendo ayuda a los residentes españoles y cubanos en La Habana”, escribió la historiadora Bárbara A. Mitchell. “El 16 de agosto [de 1781] se proclamó que cualquiera que quisiera contribuir a ayudar a la flota francesa [que llevaría lo recaudado a Yorktown] debería enviar el dinero inmediatamente a Hacienda. Dos oficiales franceses fueron a recoger los fondos, y en seis horas se reunió la cantidad requerida”.

Que el episodio haya trascendido como “Las Damas de La Habana” se debe a que fueron mujeres, en su mayoría vinculadas a asociaciones culturales patrióticas comunes en la época, las que más activamente se movilizaron para la recaudación, destaca Evora.

“El millón proporcionado por las Damas de La Habana puede considerarse con certeza el último cimiento sobre el cual se erigió la independencia de Estados Unidos de América”, dijo el historiador estadounidense Stephen Bonsal.

 

 

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