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Me sale de la....

Cuando me dijeron que en Cuba ya no había almohadillas pensé que por eso le iba tan mal a la pelota de la isla

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Malecón habanero
Armando Tejuca | Malecón habanero

Actualizado: Mon, 09/18/2023 - 09:31

Un bateador que no pueda pisar la almohadilla de primera embasándose, tocar la almohadilla de segunda cuando roba una base, o que, en una carrera vertiginosa no pueda deslizarse dramáticamente en la almohadilla de tercera, no conoce la emoción del béisbol. Pero después me enteré de que la almohadilla de la que hablaban, las que no había, eran las almohadillas sanitarias que usan las mujeres durante la menstruación. Las llamadas íntimas.

Cuesta trabajo pensar que en una isla donde el sol sale de sol a sol y provoca unos calores de incineradora moderna, falte algo tan importante, tan necesario para la higiene y la comodidad de las mujeres. Todavía que el bloqueo no deje entrar desodorante para evitar hedores por sudores, pasa. O que no se ponga a la venta jabón para llevar el cuerpo con higiene revolucionaria, se entiende. Incluso que desaparezca la pasta de dientes, se acepta, porque no es un asunto de vida o muerte. Cuando se perdió del territorio nacional la pasta gravy, la cosa se puso seria, pero nunca gravy. Gravy fue lo que vino después.

A lo mejor no hay existencia de almohadillas precisamente por el nombre común que le dan a ese objeto sanitario las mujeres: íntima. Es sabido que en Cuba no hay, desde 1959, nada íntimo. Ni las pesadillas. O tal vez sí existen cosas íntimas, cuya intimidad se intenta esconder tanto que solamente están al tanto de ellas los implicados, como el espionaje y la vigilancia, los interrogatorios de la Seguridad del Estado y todas esas alegres torturas macabras que aprendieron de criminales con más experiencia, como la KGB y la Stasi alemana.

Esa intimidad víctima verdugo, esa cercanía de jefe y subordinado buscando “quebrar” a un ser humano que ellos consideran enemigo, porque sí, porque se lo orientaron, porque están enfermos de suspicacias y complejos, no llega al conocimiento público. Así que, mientras se dejan de fabricar las intimidades textiles de las íntimas para las damas, nunca han parado de hacerse las otras: las del chivato con su jefe, las del violador y su cómplice, las del imbécil con el secretario del núcleo del partido.

La prensa no refleja este problema porque la prensa cubana no refleja nunca nada, y ese es su problema. Pero cuando en algún medio de comunicación se menciona, de soslayo, con el rabillo del ojo, el problema de la falta de almohadillas sanitarias, se escarba en la lengua de Cervantes hasta que se la dejan roja y casi mocha, para no sonar duros, ni alarmistas, ni demasiado críticos, ni catastrofistas, ni dejar de sugerir, sutilmente, que las mujeres cubanas no tienen nada entre las piernas por culpa del bloqueo yanki. Entonces hablan de “interrupción” de la fabricación, retrasos en el cumplimiento, problemas con las materias primas o que la industria se ha propuesto superar la demanda de íntimas...en diez años.

Así pasa siempre. Y uno, conociendo nuestra triste historia y la proyección de desmesura con la que siempre hacía las cosas el Delirante en jefe Fidel Castro, piensa que, si el comandante hubiera usado almohadillas sanitarias, por un casual, digo, todas las industrias de la isla se dedicarían día y noche a fabricarlas. Del material que fuera. A toda hora, y se inventaría la batalla para humillar y derrotar a los Estados Unidos, dejarlo atrás como fabricante de íntimas. Se harían íntimas en hospitales y cafeterías, en las oficinas y las granjas avícolas, en policlínicos y fábricas de guitarras. Y Cuba sería el primer productor mundial con un lema comercial: Cuba en la tota de todas las terrícolas. Aunque ya no tuvieran menstruación.

Y sus seguidores, todos sus leales seguidores, usarían almohadillas sanitarias “made in Cuba” aunque no les hicieran falta, y aquel que fuera descubierto sin una de ellas puesta en la entrepierna, se consideraría un enemigo, o, al menos, alguien con diversionismo ideológico en la menstruación.

Pero no. El Delirante nunca necesitó eso. Ni siquiera para ponerse un parche en un ojo. Pampers, sí, sobre todo en los ridículos últimos años. De joven lo que habría necesitado hubiera sido un bozal o un babero, para recoger toda la caquita que hablaba incansablemente. De manera que las almohadillas sanitarias pasaron a ser asunto de segundo orden, en el molote de cosas necesarias que faltan para la vida moderna, con la diferencia de que una mujer puede pasarse años sin una batidora o una tostadora, pero no sin este recurso higiénico.

Y siempre, al final de estas desgracias, un seso hueco sale resaltando “la inventiva cubana”, la gran imaginación de los habitantes de la isla para “resolver” y sortear los problemas. Posiblemente a eso se refiere el idiota del supuesto presidente Puesto a dedo cuando habla del concepto “Resistencia creativa”. A él mismo es a quien cualquier creación, por simple que sea, le hace resistencia. ¿O será que él se resiste a todo lo vinculado con la inteligencia? Sospecho que entre su cerebro y la lógica nunca ha existido esa “intimidad” de la que hablaba antes.

Y al final, las que sufren son las mujeres cubanas. Madres, abuelas, esposas, que para la dictadura siguen siendo “heroicas” y “combatientes”, a quienes no garantizan siquiera la higiene y la tranquilidad: “cubanas afectadas por la escasez del producto cuentan que no les queda otra alternativa que recurrir a métodos antiguos, como reciclar "trapitos", para resolver durante su periodo menstrual”.

Ahora dirán que todo esto es un invento del enemigo, porque les encanta esa palabra. Invento no, enemigo. Los cubanos pasamos tantos años esperando que los Estados Unidos nos invadieran, que al final nos cansamos y los invadimos a ellos. Así las cubanas se quitan de arriba mentiras como esta: “la fábrica local producía de manera intermitente por culpa del "bloqueo". Ese reporte aseguró que el embargo estadounidense limita la obtención de cintas, superabsorbentes y otros insumos, por lo que hay que adquirirlos a "proveedores diferentes y de naciones muy distantes, como España, Finlandia, China y México, lo cual encarece el costo de los mismos".

Por eso se agradecen otras, como la que sigue: “La fábrica de Sancti Spíritus que produce las almohadillas sanitarias marca Mathisa, que reciben de forma racionada las mujeres cubanas que viven entre Matanzas y Las Tunas, volvió a producir de manera parcial en agosto tras meses paralizada”.

Y uno se alegra, porque las almohadillas sanitarias en Cuba son como la esperanza, esporádicas y siempre pendientes de un hilo. 

De modo que uno piensa, si no tienen materiales para fabricar íntimas ¿cómo van a construir el socialismo?