Los sucesos del 11J y el estado de sitio y represión permanente al que estamos sometidos los cubanos con nuestras calles erizadas de militares, policías, agentes de civil y brigadas laborales de “respuesta rápida” –léase, actos de repudio, escraches, pogromos, civiles contra civiles, cubanos contra cubanos–, junto con los confinamientos, angustias y muertes producidos por la COVID-19, nos conducen a una reflexión que creo necesaria y oportuna.
Ante estas situaciones alargadas y crecientes de reclusión, vigilancia cotidiana e invasiva (demostración de fuerza y, sobre todo, señal de miedo), parece que el temor se cambió de acera o, por lo menos, ahora es compartido por todos. Nos corresponde buscar y encontrar los valores, actitudes y acciones más adecuadas para responder, inteligente y pacíficamente, ante un Estado persecutor que sospecha y hostiga a todos, por todo lo que no sea idéntico a él mismo.
A los ciudadanos indefensos, sin más armas que las del alma, nos toca discernir cuáles deben ser nuestras respuestas, cuáles nuestros principios inspiradores, cuáles las virtudes y valores que nos permitan no caer en provocaciones, no responder con las mismas armas del que nos oprime, y garantizar que nuestras actitudes y acciones nos conduzcan eficazmente al fin noble que queremos alcanzar entre todos los cubanos con el menor costo posible.
Lo primero es estar convencidos, y no dejarnos manipular con la propaganda y la mentira que invierte la escala de valores y declara bueno lo que es malo, y define y castiga lo bueno como si fuera malo. El primer paso es creer, saber y sentir que lo que queremos y buscamos es lo bueno, lo pacífico, lo verdadero, lo bello, que es un cambio real y estructural en Cuba para la libertad, la inclusión, la justicia social, la democracia y la prosperidad. El principal enemigo de esta convicción, que nos hace fuertes por dentro, es la falta de confianza en nosotros mismos y la falta de información para creérnoslo. Saber que lo que hago es bueno es fuente de fortaleza interior. Esa fortaleza interior es la virtud. Y “no hay Patria sin virtud”.
Lo segundo es que no basta con esa fuerza interior o virtud cívica, porque esa fuerza nos puede servir solo para resistir, para aguantar y resignarnos. Ninguna de estas tres actitudes sirve para avanzar. Es estrictamente necesario aprender, ejercitar y actuar, como respuesta a la opresión, con una actitud tan antigua como la humanidad, pero con un nombre relativamente reciente, se trata de la resiliencia.
¿Qué es la resiliencia?
No es resistencia, ni resignación. En los cursos de educación ética y cívica que hace 28 años estamos ofreciendo a los cubanos, que tienen hoy toda su vigencia y urgencia, difundimos un libro de texto que puede ser descargado gratuitamente en el sitio web de nuestro Centro de Estudios Convivencia.
En este libro podemos encontrar un tema sobre resiliencia, un poco más desarrollado, que le recomendamos: “Educarnos en una ética de la resiliencia”. Del volumen redactado y publicado por el equipo de Convivencia en 2014, tomamos la siguiente definición:
“Ser resilientes es cultivar la capacidad de convertir la adversidad en nueva fuerza para la vida. Es capitalizar las dificultades y transformarlas en energía para crecer, perseverar y ser feliz. No es resistencia, no es soportar con fortaleza los reveses y problemas o limitaciones.
“Resiliencia es la habilidad para pasar de la resistencia a la capacidad de emprender nuevas obras sacando energía de la opresión. Es 'ponerse en pie' sobre los infortunios o persecuciones, usarlos como trampolín y transformarlos en 'energía positiva' para impulsar nuestro proyecto de vida o la obra en la que nos hemos entregado. Cuba necesita cubanos responsables y resilientes. Es decir, que respondan ante los desafíos y que, además, aprendan a convertir lo negativo en fuerza y plenitud de vida”.
¿Cuál es la dinámica de la resiliencia?
Resiliencia es un término tomado de la física de los metales y adoptado por las ciencias sociales. Ya hemos presentado su definición, ahora presento su dinámica interna mediante un símil con un muelle o amortiguador. Estos son sus pasos o movimientos:
- Absorber el golpe: Un muelle absorbe el golpe de la presión que cae sobre él, pero no la absorbe como una pared o como una columna. En la pared el golpe es absorbido y puede dañar, fracturar, derrumbar la pared o la columna que solo pueden resistir o no el golpe. La persona humana tiene capacidad para resistir, para resignarse a aguantar presión, represión, golpes… pero esto no es todo lo que un ser humano puede hacer.
- Muellear: En el ejercicio de la resiliencia, la persona humana puede aprender la forma, propia de un muelle, de absorber y transformar el golpe en energía. Este neologismo: “muellear”, tan utilizado por los que saben de mecánica sale del verbo o acción que se le atribuye a un muelle, es decir transformar la fuerza que lo oprime en energía para recuperarse y para empujar hacia arriba.
Veamos la definición de muelle: “Pieza elástica dispuesta en espiral, generalmente de metal, que se usa en ciertos mecanismos por la fuerza que desarrolla al recobrar su posición natural después de haber sido deformada (estirada, comprimida, doblada, etc.)”. Destaco que su forma es en espiral, no tieso, ni estirado. Los crecimientos y avances en la vida son en espiral. El torero sabe que su debilidad es la tozuda rigidez. En Cuba todos, víctimas y victimarios debemos aprender de lo peligroso e ineficaz que es la tozudez.
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El lector pensará que nos hemos desviado a un artículo de mecánica, pero no es así, aunque las personas no somos piezas, ni los ciudadanos actuamos mecánicamente, hay fenómenos de la naturaleza que se asimilan para ilustrar actitudes humanas, por ejemplo, cuando se dice “esa persona es dura como el acero”, o “es maleable como el aluminio”. Pues bien, los cubanos debemos aprender a “muellear”, es decir, ejercitarnos no solo en aguantar y absorber la represión, el hostigamiento, los golpes, como si fuéramos un bloque inerte, eso es muy difícil de mantener.
Otra apropiación de la física nos enseña que mientras más rígido sea un material más fácilmente se quiebra. Mientras más flexible sea una persona, (“que puede ser doblado fácilmente sin que se rompa. Los materiales que recuperan la forma original al cesar la fuerza deformadora se llaman cuerpos elásticos o flexibles”), más podrá reaccionar como un muelle, tendrá más resiliencia. Flexible no es maleable, ni débil, ni flojo. Ser flexible, sin relativismos éticos, es una fortaleza moral. Es una virtud cívica.
- Recuperarse, avanzar hacia delante y dar luz: como los muelles, los cubanos necesitamos completar la dinámica de la resiliencia cívica. Absorber el golpe, muellear para convertirlo en energía positiva y usar esa misma energía transformada y transformadora del golpe para recuperarnos y saltar hacia delante. El logo de los estudios de animación Pixar es la figuración más adecuada de esta dinámica porque, además de muellear y avanzar saltando sobre los obstáculos, al final cuando logra triunfar sobre la rigidez de la “I” convierte ese triunfo en luz. En dar luz a los demás. Por ello la dinámica de la resiliencia no es una actitud egoísta, ni estoica, ni de vencer unos sobre otros, aplastándolo. La resiliencia cambia los métodos del adversario y convierte las sufridas consecuencias de esos métodos injustos en energía para cambiar los métodos suyos y ajenos.
Quien usa los mismos métodos y lenguaje del opresor no tiene resiliencia sino mimetismo. La resiliencia no es una dinámica contra personas sino un remedio para la rigidez, el fanatismo y el dogmatismo. La resiliencia es una dinámica cívica de entrega a los demás. Se es resiliente para producir luz para que los demás puedan leer la realidad, estudiarla, comprenderla y transformarla.
Cuba, todos los cubanos sin excepción y no unos contra otros, necesitamos cambiar la resignación por resiliencia. Necesitamos absorber el golpe, transformarlo en energía positiva, en prospección con propuestas, y necesitamos que esa energía sacada de los golpes recibidos, en carne propia o ajena, sea fuente para avanzar y luz para que los que aún no han concluido el proceso de aprendizaje puedan ver los caminos y, así, avanzar entre todos, juntos, acompañados, sin más víctimas, ni victimarios, hacia nuestra liberación y desarrollo humano y social plenos.
Por eso, y para eso, hace más de 27 años, escogimos el lema de la revista Vitral: “La libertad de la luz”. No somos la luz, somos solo una puerta abierta a la convivencia, un vitral multicolor para que pueda salir la luz que cada cubano lleva dentro. No hemos avanzado en línea recta y rígida sino siempre en espiral hacia arriba, no bajando a las miserias humanas ni a los métodos sucios.
No hemos perseverado por la tozudez sino por apuntarnos en la escuela de la resiliencia, que es la escuela de Jesús. Pero esa luz no es solo para nosotros, ni entre nosotros, ni contra los otros. La luz no va contra nadie. Solo deshace la oscuridad de las tinieblas.
La resiliencia, aprendida en la milenaria experiencia de la Iglesia, nos ha permitido llegar hasta aquí, compartirla con todos sin distinción, y alzar la mirada hacia donde nos conduce la luz.
Cuba necesita, ahora más que nunca, resiliencia y luz.
Publicado originalmente por el Centro de Estudios Convivencia