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Carlos Marx y Groucho Engels

Lis Cuesta, a quien cada día cuesta más creer y querer, según la prensa "ha vuelto a desatar la polémica en redes sociales con otro mensaje para defender la ideología comunista"

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La Super Machi, esposa del presidente Puesto a Dedo, es la más comunista
Ilustración Armando Tejuca | La Super Machi, esposa del presidente Puesto a Dedo, es la más comunista

Actualizado: Tue, 02/28/2023 - 10:51

Ella parece caída del cielo. No es un ángel. No es un avión. Es la Machi, o la Super Machi, esposa del presidente Puesto a Dedo, y aunque niega ser Primera dama, a cada rato la arma con sus comentarios ridículos o contra corriente.

Es inoportuna y atravesada, se diría de algodón, pero la única semejanza con el burrito Platero es que ambos provocan. El que describió Juan Ramón Jiménez, provoca ternura. Y ella, bueno, ella provoca, ella hace que uno...que la gente se re... hace que las personas exploten, tal vez eso sea la verdadera “explotación del hombre por el hombre”.

Y cada vez que se atraviesa tan traviesa, la gente le pide la cabeza, como ahora, que le han dicho de todo, menos bonita, cualquier cosa: aprovechada, oportunista, hipócrita, pero yo creo que son injustos con una pobre mujer que perdió de golpe la gracia que Dios le dio, o que tal vez no le dio porque se perdió. Ya se sabe que en Cuba es común que los altos dirigentes se pierdan cuando van a realizar algo importante. Y si no, revisen la fecha del amanecer del 26 de julio de 1953 y sabrán de qué estoy hablando.

Ahora que se cumplen 175 años de la publicación de aquella novelita de fantasmas escrita por Carlos Marx y su yunta Federico Engels, que titularon El manifiesto comunista, ella ha vuelto a irritar a mucha gente con su triunfalismo a destiempo. Todo para complacer al inoportuno provocador del marido, que es un manantial incontenible de sarniduría y racionalidad. Todo lo ensarnece y todo lo raciona. Él prevé cada fecha histórica haciéndolas histriónicas, y su dulce cónyuge, su consorte obesita, remata llevando el más eximio acontecimiento al ridículo.

Si él tuiteó (porque los dos tuitean o tuitan, y se tutean sin miseria) algo semejante a un saludo de enervante felicidad porque Carlos y Federico hayan apartado un rato las espumosas jarras de cerveza para asustar marx al mundo con ese texto que comienza: “Un fantasma recorre Europa, el del comunismo”, ella no se quedó atrás, y calzando sus zapatos Ferragamo de 400 dólares, echándose al hombro sus carteras Hermès de 8000 y poniéndose en la gruesa muñeca sus relojes Cartier de 13 000 dólares, que es el uniforme usual de cualquier compañera comunista que se respete, confesó su afiliación política sin complejos de ningún tipo.

Así, con pasión y sin tacto, o con tacto apasionado, Lis Cuesta, a quien cada día cuesta más creer y querer, según la prensa “ha vuelto a desatar la polémica en redes sociales con otro mensaje para defender la ideología comunista del único partido legal en Cuba”.

Sin que le tiemble el bolso Hermés, la primera dama que no es primera dama dijo esta frase que parece sacada de algún poema de Gustavo Adolfo Bécquer: “Sí, soy comunista, y qué”, y estuvo a punto de reforzarlo con otra más fuerte, casi brutal, con la que reconoce que la crisis que atraviesa el país se debe al criminal bloqueo: “Los caballos no han comido porque no quieren comer”.

Saludar con esa efusión abrupta, tanto entusiasmo partidista, ese libro que tanto hipo ha provocado y quitado a partir de su publicación en febrero de 1848, para que el entusiasta criminal georgiano Iósif Stalin haya dicho que era “el cantar de los cantares del marxismo”, ya pasa la navajita sin espuma por las patas pelúas del pueblo cubano, que no aguanta ya más que le sigan machacando la cabeza con consignas y promiscuidad ideológica. Y menos una arrimadita al poder como esta compañera de poco pedigrí y mala ralea.

Quienes han adoptado como suyas las ideas de Marx y Engels han dicho siempre que pretendían echar los cimientos de una sociedad más justa. No pasaron de ahí, de los cimientos. En otros sitios la sociedad fue tan justa que no cabía nadie. Y en dos o tres lugares no pasó de ser simplemente una sociedad, la de un grupito de asociados. Aunque en nuestra isla, por aquello de la singularidad histórica y el sol del trópico lo que han hecho, con ideas batidas, hervidas y mezcladas por el Delirante en Jefe ha sido una suciedad disociada.

Hoy, que el Partido Comunista de Cuba ha secuestrado el poder, al pueblo y a la sociedad en general a través de sus generales y coroneles, resulta casi una broma dolorosa que gente que nunca se ha leído tres páginas de El Capital, o de este mismo Manifiesto comunista se manifieste con esa ansiedad barriotera de pertenencia. ¿Qué dirán aquellos viejos obreros comunistas, humildes, casi pobres, de esta nueva casta de castores que brota en el jardín de la isla? Ellos, y ella que se ha erigido vocera de los que hoy aúpan el poder en Cubita la bella, nunca leyeron, sufrieron o entendieron de qué se trataban las patrañas de Carlitos Marx y su compinche Federico. Y a pesar de eso sale Lis Cuesta Peraza a gritar su apoyo rellollo al balcón presidencial, como si viviera en La Güinera, pero en bata de casa Gucci y chancletas Ferragamo.

Porque vamos a ver, camaradas y konsomoles, compañeritos sin frijoles, quienes levantan a esta altura de la historia ese “manifiesto” son los mismos que no dejan a nadie manifestarse. Todo el que ose ser honrado es peligroso y quienes dicen querer un mundo mejor para todos, solamente quieren que el de ellos sea el mejor de los mundos. Sin embargo, siguiéndole la huella profunda al consorte que dice luchar a su lado, es capaz de hilvanar una sarta de lamentables palabras casi escuchadas en San Remo. Así la abnegada compañerita escribió: "Sí, soy comunista y qué?! Que es una utopía, que aún se construye el socialismo, que no llegaré a verlo y qué?! Mejor pensar y luchar por TODOS que en términos egoístas y eso es el comunismo. Celebro el #ManifiestoComunista [SIC]". Después de eso uno se alegra que no llegue a ver nada y que siga celebrando, que es lo suyo.

Porque lo mismo celebra este libraco, que un festival de cocina en un país que está a punto de olvidar para qué sirven los fogones, que organiza un evento de música lleno de esos fantasmas que recorren Europa. Lo peor que tiene la compañerita primera dama son esas energías renovables que nadie sabe de dónde saca; ese ímpetu impetuoso y la ausencia de entendimiento para comprender que mantenerse callada, a la sombra, clandestina e invisible, sería el mejor regalo que le haría al pueblo cubano. 

Ese pueblo que por seguir el ejemplo de Lis y del resto de la nomenclatura, abandona la hermosa tarea de construir el socialismo, aunque no lo vea, y espanta la mula a ver si choca alguna vez con un reloj Cartier, con un bolso Hermés, o con un par de tacos Ferragamo, aunque sean falsos.

Tan falsos como los comunistas de todos los países hundíos.