Elizabeth Collazo Miller es una joven madre de dos niños, que vive junto con su mamá y sus dos hermanos en un edificio a punto de derrumbarse. El número 66 de Hornos entre Príncipe y Vapor no va a resistir mucho, pese a la esperanza de las familias que allí viven, porque según el arquitecto de la comunidad está inhabitable, listo para demoler.
Hace 5 años Elizabeth y su mamá llegaron engañadas por una permuta, desesperadas por salir de un apartamento en un quinto piso en Alamar, cuyo techo se filtraba y las paredes tenían hongos. "Yo no sabía que el edificio estaba inhabitable. La señora que vivía aquí nos engañó con la permuta, nos dimos cuenta después".
Producto de ciclones, lluvias y vientos se han caído pedazos de la escalera. Basta con estar allí para ver el gran deterioro: paredes ahuecadas y húmedas, la escalera agrietada, hasta las raíces de un árbol le han levantado el piso de la cocina a una vecina que prefirió no testificar.
“Mi mamá ha ido a Vivienda, a Albergamiento, al Poder Popular, a la sede del Gobierno en Centro Habana, pero siempre es un peloteo. Ellos dicen que no tienen que ver con Vivienda, que no hay albergue, entonces nunca dan una respuesta exacta”.
Ellas han pasado por todos los niveles, respetando los procesos, pero no han conseguido instalarse en un sitio seguro. Incluso tienen una orden de albergue expedida el 12 de mayo del 2016, desde entonces los responsables dicen que no hay albergue y ya han pasado casi 4 años. Elizabeth no se rinde, no se rindió cuando los padres de sus hijos la dejaron sola ante la maternidad, pues tampoco se va a rendir ahora: "Yo soy caso social, mis niños tienen mis apellidos porque los padres no quisieron participar. Yo entiendo que haya gente en albergues desde hace 20 o 25 años. Solo pido que piensen en mis niños".
"Estamos dispuestas a irnos para un albergue siempre y cuando tengamos cierta independencia, mi niña está operada de los pies, tiene pasados tornillos y no puedo estar lejos de un policlínico porque cuando tiene asma no puede caminar mucho", confesó Elizabeth a ADN Cuba.
A veces lo más difícil no es solo vivir en zona de riesgo sino encontrar la manera de explicarle a los niños cosas que simplemente no tienen explicación: "Los niños suben las escaleras con miedo, llorando. Ellos sueñan con una casa con patio, al niño más chiquito le encantan los animales. Solo quiero una casa donde se sientan seguros. Yo hablo mucho con mis niños, les doy aliento, les digo que el edificio no se va a caer".
Según la familia, los vecinos se quieren ir, pero tampoco se quieren ir lejos porque tienen niños. Ninguno quiso entrevistarse, pero la preocupación de que algún día les caiga una pared encima es compartida.
"Yo he encontrado lecherías vacías, empresas que las han pasado para otro lado, casas vacías, casas de turistas vacías donde no vive nadie. ¿Cómo es posible que un turista tenga más derecho. Estoy pensando en meterme en un local vacío, no lo he hecho por miedo a que nos saque la policía. Prefiero ir por las leyes".
Elizabeth ya no sabe qué va a hacer, a quién recurrir, cómo lograr salir del problema, salir del peligro. Nadie se imagina lo angustiante que es vivir así, con miedo. "Aquí nadie duerme, mi mamá siente temor de que se caiga el techo. Yo me persigno antes de subir y bajar por el miedo".