Los leones no rugen, bostezan en Jovellanos

Los niños de Jovellanos deben de estar muy confundidos con respecto al reino animal. Sobre todo los que han visitado el zoológico de la localidad con sus padres o maestros.
León en el zoológico de Jovellanos, Matanzas, Cuba. /Foto: Dalgis Arias. Facebook.
 

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Los niños de Jovellanos deben de estar muy confundidos con respecto al reino animal. Sobre todo los que han visitado el zoológico de la localidad con sus padres o maestros. Y han de visitarlo porque, según reportes de vecinos de la localidad, en Jovellanos no hay otra cosa que hacer, o que ver, como no sea mirar al cielo y soñar. O emborracharse, y por ahora los niños no tienen esa opción.

Pero ir al zoológico y ver a los leones, atracción que siempre ha despertado curiosidad en los niños y acelerado su pulso, en el zoológico de Jovellanos tiene un efecto contrario. No ven allí al orgulloso Rey de la selva, al depredador esbelto, hermoso, que causa respeto y muchas veces pavor, y cuyo rugido nocturno acelera la sangre de quienes lo escuchan a kilómetros de distancia. Los leones del zoológico de Jovellanos no dan miedo, provocan una lástima infinita.

 

Cuando vi las fotos impactantes pensé en Dachau, en Buchenwald o en Auschwitz, los campos de exterminio nazis. Y comenzó a sonar en mi cerebro la voz de Juan Carlos Baglietto y su estremecedor tema “Carta de un león a otro”.

Y el de Jovellanos no es una excepción. Según el reporte de Dalgis Arias, en la red social Facebook, donde hizo la denuncia gráfica: “El de Jovellanos es uno de los cuatro microzoológicos de la provincia, además de los de Cárdenas, Colón y Matanzas, todos en condiciones similares”.

 

Posiblemente los niños de Jovellanos, y los de otros sitios del país, donde los únicos ejemplares de la fauna animal que puedan observar sean igual de famélicos y tristes que estos leones enjaulados, jamás comprenderán la profunda desolación de algunos versos del poema de José Martí “Los dos Príncipes”. No podrán nunca entender aquello de:

Los caballos llevan negro
el penacho y el arnés:
los caballos no han comido,
porque no quieren comer…

Si los caballos están tan macilentos como los felinos de Jovellanos y no han comido porque la pérdida del hijo del Rey ha enlutado hasta los estómagos, los leones deben llevar un luto muy grande en el corazón. Llorarán por un príncipe o por algún secretario municipal del Partido. Y algún muchacho que ya ande desarrollando su vocación de humorista pensará que era mejor que no enterraran al dirigente, sino que se lo hubieran dado a estos leones de merienda para evitar que tengan “el costillar de Rocinante”.

Se les armará un gran caos mental a esos muchachos de Jovellanos. Pensarán que todos los leones del mundo son así, en lugar de entender que no sólo los leones pasan a “fase sombría” en el socialismo, sino que en un sistema así, improductivo y dependiente, nadie engorda. Que un régimen como el cubano pone a todos a régimen, porque además de alimentar a la población como a gorriones, les conviene que no rujan. Porque un rugido estremece y avisa, y prefieren por ello un bostezo.

Les costará trabajo a esos niños imaginar la pradera africana. Entender la ley de la selva. Comprender el concepto de “la cadena alimenticia”, cuando ya ni siquiera funciona la otra, “la cadena puerto-transporte-economía interna”.

Dudo mucho que piensen que los leones son disidentes y han hecho una prolongada huelga de hambre. O que han decidido mantenerse en la línea, y que eviten la obesidad. Lo más probable es que sospechen que en Cuba maltratan por igual animales, calles, edificios y seres humanos, porque ya la isla toda es una selva, la jungla despiadada donde el rey ahora no es ese triste león a punto de desmayarse, sino el miedo, la incertidumbre, los militares, los represores y los policías.

Lo siento por esos padres y maestros, que tendrán que organizar, más temprano que tarde, una excursión a La Habana. Y no al zoológico de 26, que anda casi igual, sino al Paseo del Prado.

Allí podrán ver de cerca a los únicos leones que parecen realmente leones, y que conservan el empaque del Rey de la selva. Han durado tanto porque son de bronce.

Escrito por Ramón Fernández Larrea

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, Cuba,1958) es guionista de radio y televisión. Ha publicado, entre otros, los poemarios: El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el premio internacional Gastón Baquero. Ha sido guionista de los programas de televisión Seguro Que Yes y Esta Noche Tu Night, conducidos por Alexis Valdés en la televisión hispana de Miami.

 

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