El raudo desfile de sus majestades

Es obvio que padezcamos cierta deficiencia crónica de coronas y laureles, amén de mercancías y vergüenzas. Nos va al dedillo aupar cetros y báculos foráneos, calzar mantos y pedestales impropios
Letsie III, rey de Lesoto
 

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Siguen llegando realezas grandes o discretas a Cuba. A ritmo de conga y con tumbadora. Pasan por Palacio, de socorrido besamanos, y siguen directo a ponerle flores al trajinado busto nacional, y de allí urgente para las Escuelas “estrella-universal” que son mercado redituable (ELAM o EICTV), botones de muestra en esta inflamada vitrina que ha devenido el destartalado país.

Es obvio que padezcamos cierta deficiencia crónica de coronas y laureles, amén de mercancías y vergüenzas. Nos va al dedillo aupar cetros y báculos foráneos, calzar mantos y pedestales impropios cuando no existe sólido bagaje de apoyatura o escaso decoro espiritual. Nos priva el fracaso de la exportación médica, principal recurso del país, pues marca la pauta del desespero.

Con anterioridad, y de algún modo conectado con el desiderátum británico de arrastrar antiguas colonias y otros legados de poder a la moderna secularidad, nos llegaron representaciones ilustrísimas de reyes, reinas, príncipes y princesas desde varias casas emisoras en la jugosa obediencia. Como fábula de los Hnos. Grimm.

La presunta supremacía de algunos humanos “tocados” en suerte genealógica sobre otros, los infelices, se exhibe ante El Espejo de Paciencia, que declamaba Balboa (el Silvestre que no parece haber aportado mucho de dignificante al patio, a pesar de ser pionero) devolviéndonos una imagen abusiva y demediada.

Porque esta vez toca a Letsie III, monarca de Lesoto, país africano con tanta gente como la capital cubana, donde se reina absolutamente bajo ese galimatías que es una “monarquía parlamentaria”, y lo hace como miembro de la mancomunidad surafricana desde 1996, tras varios años de expulsarle al padre --el gran polemista-problemático Moshoeshoe II--, quien gobernó durante 29, alternativamente, y fue reelegido por sí mismo en aquella corte semiesclavista que sumó –del resto ahíto para con el problema cubano--, a abominar del embargo yanqui, junto a las demás naciones lelas del planeta.

 

 

No existen paralelismos afines que no sean ambiciones comunes al poder. La dinastía de los Lesoto no difiere de las ya conocidas. Posesiones de las metrópolis europeas en África sentaron el nefasto precedente de convertir a sus ciudadanos en émulos/aspirantes a La Gran Gubernatura en forma de gen primordial.

Con respecto a la tercera visita que desarrolla Su Majestad a Cuba, existe “un ambiente cordial, [pues] ambas partes intercambiaron sobre el buen estado de las relaciones bilaterales y reiteraron la voluntad de continuar desarrollando y ampliando el diálogo político y la cooperación en las áreas de Salud, Educación y Deporte”.

Eso dijo el diario “Abuelita” [internacionales@granma.cu], sabio como el que más. El futuro bilateral --cien mil veces garantizado a lo largo de esta historia de insípidos protocolos y/o diplomacias vacuas-- se yergue sobre la neo-continuidad de la vieja sacarocracia criolla, resucitada ahora en forma de militocracia, degeneración de los postulados castristas. Porque muy poco aportaron de conjunto al desarrollo del país.

Pero aquella claque primera poseía soportes materiales que a la precariedad indujo la dependencia sempi-externa de la segunda. Esta versión, mezcla de las precedentes, siquiera revela por dónde saldrán los tiros. Como al visitante Letsie, también terciario.

La República de Cuba y el Reino de Lesoto han mantenido relaciones bilaterales “muy positivas”, las cuales arribarán a su aniversario 41 en este 2020, de entenderse qué significan esas positividades.

 

 

Aquel reinado agrícola y pobre, tiene recursos interesantes como el agua que exporta a Johannesburgo. Pero nada más. Una industria --minera o ganadera-- que terminó devastada por las revueltas.

Pero con nosotros, que no podremos beneficiarnos de nada, el jerarca ratifica la disposición de “continuar fortaleciendo sus históricos lazos de amistad, solidaridad y cooperación, basados en el respeto mutuo” sobreentendiéndose que jamás ha existido conflicto verbal ni bélico, y defienden suerte de bilateral celibato.

Algo que ya nos pasó con la casa matriz del imperio británico, retornado recién a esta ex colonia hispana de su ensueño, pero en lugar de atronadores cañones, tocando un son inversor de playas y mojitos.

¿Qué es lo que quiere Lesoto y que no necesita Londres? Médicos. 

Mostrar al Rey radiante hoy en la ELAM, con la viceministra a bordo de la nave, no significa que no habrá más conversaciones u otras concesiones. El camino está allanado.

¿Qué es lo que quiere Cuba de aquel reino perdido y altamente enmesetado?  Pues su incondicionalidad en la ONU, más algún espaldarazo ante los cuatro gatos pro-izquierdosos que continúan maullando en este orbe.

Leyendo la historia de movimientos civiles malogrados, resulta que el Rey no es más que el resultado, como todos, de la usurpación reductora del reclamo popular, que al CCPCC no le interesa destacar, pues nada ha publicitado en ningún dominio suyo.

Lesoto obtuvo la independencia del Reino Unido en 1966. Y casi enseguida nos hicimos amigos. Nos encanta la realeza. Pero azuzamos rebeliones contra ella.

En 1970, Leabua Jonathan, del Partido Nacional de Basotho (BNP), asumió el poder, disolvió el Congreso Nacional y exilió al rey Moshoeshoe II, padre de Letsie.

 

 

En 1974, bajo el mandato de Leabua, el Partido del Congreso de Basotho (BCP) ganó las elecciones. Leabua las anuló, y rehusó ceder el poder al BCP, encerrando, además, a su líder.

El BNP gobernó por decreto hasta enero de 1986, cuando un golpe militar lo obligó a huir. La junta militar devolvió el poder ejecutivo al exiliado rey. En 1987, después de un desacuerdo con las fuerzas armadas, el rey fue forzado nuevamente al exilio. Su hijo asumió la corona bajo el título actual.

El presidente de la junta militar, el general Metsing Lekhanya, fue expulsado en 1991 y luego reemplazado por el general Elias Phisoana Ramaema, quien lo devolvió al gobierno del BCP (democráticamente elegido) en 1993. Moshoeshoe II regresó desde el exilio en 1992 cual ciudadano ordinario.

Letsie III intentó sin éxito persuadir al gobierno del BCP para dejar a su padre como jefe de Estado.

En agosto de 1994, el nuevo monarca protagonizó un golpe de Estado, el cual fue diluido por los militares, que además quitaron del gobierno al BCP. El nuevo gobierno no fue reconocido formalmente por el resto de la comunidad internacional.

Moshoeshoe II fue repuesto como rey en 1995, si bien un año después falleció, pasando su corona al vástago. (Happy ending para Grimm y compañía).

Este panorama de luchas (no populares, no socialistas) resulta ideal para entender de qué van las asociaciones últimas en el reinado cubano. Tan nuevecito como su par de Lesoto, con la diferencia de que el soberano allí no es El Pueblo (así esté plasmado en la carta magnánima), sino un exiliado retornado --y reformado en sus antípodas coloniales--, “desprovisto de codicia”, y tras escudos/populismos parapetado.

No se precisa de adultez ideológica para verlo.

Escrito por Pedro Manuel González Reinoso

(Caibarién, Las Villas, 1959) Escritor Independiente. Economista (1977), traductor de lenguas inglesa y francesa (1980-86). Actor y Peluquero empírico. Fundador de ¡El Mejunje!, Santa Clara (1993) donde nació a Roxana Rojo. Trabajos suyos incluyen poesía, artículos, ensayos. Su personaje aparece en varios documentales del patio: "Mascaras" y "Villa Rosa" (Lázaro Jesús González, 2015-16), "Los rusos en Cuba" (Enrique Colina-2009). Fue finalista del Premio Hypermedia de Reportajes en 2015.