El Cobre: la lucha por la supervivencia

En el poblado del Cobre la mayoría de las personas viven de la mina y de comercializar estatuillas, flores, velas, piedras, y otros símbolos religiosos
 

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El santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre es por tradición uno de los sitios icónicos de Santiago y de toda Cuba. Diariamente suben al altar de la Patrona miles de turistas y creyentes a dejar sus promesas y a llevarse algunas piedras de cobre, una estatuilla de la Virgen o simplemente la experiencia. 

En tiempos de crisis, cuando la pandemia del Covid-19 afecta a nuestro país, las visitas al santuario son deseadas, pese a que las autoridades religiosas en combinación con las autoridades sanitarias han impedido las misas masivas, y los creyentes lo han entendido. Sin embargo subir las escalinata del cobre, llevar una vela en mano y en corazón los pedidos a la virgen no cesan, como tampoco cesan los vendedores que a ambos lados de la calle aguardan la llegada de algún comprador para ofrecer estatuillas, flores, velas, piedras, y otros símbolos religiosos, la mayoría, de color amarillo, el color de la Caridad del Cobre. 

Desde distintas paradas por la Carretera del Cobre los gestores de venta suben al camión y te regalan estampitas, te invitan, te guían a sus puestos, te acosan, como acosa un padre cuando no tiene qué darle de comida a sus hijos. Ahí comienza la lucha, la competencia para lograr vender un poquito más que los otros. Y es que con la reducción del turismo en el país las ventas han bajado notablemente. 

Es temprano y el sol santiaguero ya quema. La calle empinada que lleva al Santuario está llena de pequeños kioskos triangulares de zinc, donde más de 100 artesanos, floristas y carpinteros venden los mismos productos, uno al lado de otro. Pero la competencia entre ellos no es el derrotero, desde hace algunos años ahora tienen que competir también con la Iglesia, la nueva mercadería de la fe.

 

"Si entre los diez mandamientos Jesús Cristo botó a los mercaderes del templo, ¿por qué en el siglo XXI los mercaderes están dentro del templo? ¿Cómo se explica eso? Ahora los mercaderes son los mismos que trabajan en el templo."- comenta al equipo de ADN Cuba Garrido, vendedor de 26 años de experiencia.

"Incluso cuando vino el Papa Benedicto XVI a nosotros nos querían sacar de la calle. Pero esto es una tradición de El Cobre y gracias al secretario del Vaticano nos dejaron aquí", concluyó.

Ernesto Pereira por su parte, lleva 15 años como cuentapropista, vendiendo velas y flores. Él mismo produce las velas pintadas con pigmentos que muchos feligreses le ponen a la Virgen. "Tenemos licencia, al contrario que los del Santuario y el Hotelito que venden virgencitas. Prácticamente nos están arruinando la vida a los cuentapropistas que dependemos de esto. Este pueblo vive de esto por tradición".

"Ellos hicieron su tienda, los visitantes suben y luego no pueden bajar. Nosotros tenemos que ir a buscarlos. Los precios son iguales. Los mismos artesanos que le venden a ellos nos venden a nosotros"- explica Erlin Garrido, vendedor ambulante.

En el poblado del Cobre la mayoría de las personas vive de la mina y de comercializar estos productos. Aunque diariamente suben más de 2 mil personas y en temporada alta (vacaciones y fin de año) hasta 10 mil, todavía la economía local no logra salir de su depresión.

Y para más desgracia los inspectores son otro de los dolores de cabeza pertinentes de la comunidad, todos los meses tienen inspecciones y muchas de ellas terminan en multas y confiscación de patentes.

"He sufrido por los inspectores y policías que nos ponen multas seguidamente. Yo he pagado multas y actualmente estoy preso por eso. Estoy del trabajo a la casa por multas que te ponen hoy y mañana y así continuamente; 24 por 24 es una multa distinta. Recientemente sufrí una multa porque soy vendedor ambulante de artículos varios, la policía del Cobre no quiere a nadie moviéndose y el inspector me dice que no puedo estar estático. Entonces, ¿a quién le creo?", se cuestiona Erlin Garrido.

"Cada vez que viene una visita de alto nivel, se para aquí un carro patrullero y nos dicen "recojan sus cosas y pa' la casa". Con permisos y con todo nos han retirado de aquí. Pero si yo soy un trabajador por cuenta propia y pago mis impuestos", aclara Garrido.

Incluso cuentan que les ponen multas excesivas de mil pesos por pararse en la sombra, ¿acaso no es inhumano? ¿Estarán tratando de hacer que se rindan? "Están haciendo que abandonemos esto, va a llegar el momento en que no va a existir este tipo de negocio", lamenta Garrido.

"La competencia nos da fama de ladrones. Les dicen a los clientes que allá arriba la Virgen está bendecida para que no nos compren aquí. Ellos están vendiendo la fe, las postales de calidad que antes regalaban ahora las venden", confiesa Garrido.

Así transcurre en El Cobre la lucha de los vendedores pobres contra el sistema, que no logra quitar el hambre. 

 

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