El consultor financiero y economista Manuel Milanés se pregunta si realmente eso que el régimen cubano llama “socialismo”, más allá del nombre, vale la pena de ser vivido, cuando otras formas de organización social son más justas y libres.
Entre ellas están los llamados “socialismos nórdicos”, considerados por Milanés como una variante más igualitaria del capitalismo. Algunas de las virtudes que usualmente lo líderes cubanos le atribuyen a su sistema, se realizan allí sin abolir la libre empresa, la democracia representativa ni el pluripartidismo.
En los países nórdicos, hay educación gratuita, sistema de salud universal, pensiones generosas para los ancianos, y un clima de seguridad y tranquilidad. El nivel de vida está entre los más altos del planeta.
Los impuestos sobre los ingresos personales son altos, pero no se grava las ganancias de las empresas al punto de ahogarlas, lo que podría ahuyentar las inversiones y sumir al país en la pobreza. Por el contrario, empresarios y gobierno colaboran para mantener el mercado, la productividad y las inversiones en tecnología.
Los jerarcas del régimen cubano —razona Milanés— venden una imagen diferente del capitalismo. A Cuba le tocará, casi como un destino ya previsto e inalterable, eso que nombran con lenguaje apocalíptico “el capitalismo salvaje”.
Es decir, un Estado débil, que no puede garantizar servicios básicos a la población, y un mercado fuerte, plagado por un montón de empresarios con manía de vampiros, cuya idea fija es chuparle hasta el último dólar al pueblo sin darle nada a cambio.
Campeará la inseguridad, la delincuencia, la pobreza —como si nada de eso hubiera en Cuba— y los hijos no podrán ascender en la escala social por encima del estatus de sus padres, algo que los académicos de hoy llaman “movilidad social” y que todos esperan que ocurra entre generaciones.
Milanés parece decir que hay muchas variedades de capitalismo y no todas son ese monstruo negro y peludo que pinta la propaganda castrista. Algunos son prósperos, incluyentes, benévolos, y han dado más riqueza a las naciones que el socialismo de Estado.
Su opinión, por el contrario, es que Cuba no está preparada para ese tipo de capitalismo, porque no hay una cultura que ponga el bienestar de todos por encima del lucro y el interés individual. Además de que no existen incentivos para el empresariado, el grupo que crea riqueza.