Tope de precios: carretilleros en peligro de extinción

Varios carretilleros de Matanzas dicen lo que el gobierno se niega a escuchar: los precios los debe regular la ley de oferta y demanda.
 

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Desde hace ya algunos años se vienen implementando medidas económicas con la finalidad de brindar un mejor servicio a la población. Con esta premisa quedó aprobada la Resolución No. 944/2018 en la que la Ministra de Finanzas y Precios, Meisi Bolaños Weiss, establece los precios máximos del comercio minorista de los productos agrícolas, tan demandados por los consumidores. Pero aunque desde mediados de agosto rigen los nuevos precios, no todo ha sido color de rosa para los compradores y mucho menos para los vendedores.

A priori, parece una buena noticia que el cubano de a pie pueda encontrarse la libra de plátano a 2,80 CUP, pero ¿qué pasa cuando la calidad del producto no se corresponde con el precio? ¿Qué sucede con los carretilleros, que ya no los vemos tanto como antes?

Es triste pero cierto: muchas veces el Estado no logra competir en calidad con el trabajador por cuenta propia. Cuando uno compara el servicio de las placitas con los puestos privados, la diferencia es abismal. Así lo explica la consumidora matancera Estrella Márquez Drake: “La diferencia está en que en ocasiones el cuentapropista tiene muchas más ofertas que la propia placita. La oferta que se brinda en las placitas es muy pobre y los productos están en muy malas condiciones, productos que incluso uno los ve podridos y con el mismo precio”.

Pese a su incompetencia para ofertar un mejor producto, el Estado, en lugar de proponerse una mejor gestión, insiste en regular al sector privado. Y la opinión del pueblo no se equivoca: tanto los particulares como los mercados estatales deben disminuir los precios por igual.

“Los precios de los particulares están demasiado elevados con respecto al del Estado”, reclama Estrella. Pero el Estado debe bajarlos también. Porque la calidad de los productos no es buena ni tampoco se le brinda una seguridad en la madurez del producto: al mango y al plátano se le ve que tienen líquido para madurarlo a la fuerza”.

En efecto, hay productos que pueden ser racionados, en cambio, hay otros que no, porque supondría un mayor gasto para la población, como nos comenta Yunier Pestana Frómeta, un carretillero que camina de 10 a 15 kilómetros diarios para vender sus productos, y que nos explica cómo, si antes se vendía el plátano macho a 10 pesos la "mano", ahora puede llegar a 18-21 pesos”.

El vendedor ambulante de productos agrícolas Wilfredo de la Fe plantea que “el primero que tiene que bajar los precios es el Estado. El Estado vende todos los productos de las tiendas en divisa a un 240% a un 300%. Entonces todo el que tiene un negocio particular vende para comprar en la shopping. Nadie vende para comprar en la bodega o en la placita porque nunca hay nada. Entonces al  disminuir los ingresos al carretillero, le disminuye el nivel de vida, su nivel adquisitivo”.

Por consiguiente, en Matanzas los carretilleros consideran que se trata de una estrategia del Estado para deshacerse de su competencia: “Matanzas fue eliminando, según mi criterio, al carretillero. Me parece que es política de esta provincia eliminar al carretillero”, dice De la Fe.

“Se ha visto que es como si quisieran eliminar a los carretilleros, cuando Raúl dijo: cuidado con quién se meta con el carretillero porque es una forma de ayudar al pueblo. Demasiado fuego se le ha abierto a los carretilleros de Matanzas”, confiesa Yunier Pestana.

Y desgraciadamente es lo que han logrado. Al bajar los precios, los carretilleros no logran sustentar su pequeño negocio en el que tienen que pagar impuestos e invertir a riesgo de que el producto se eche a perder. Así, como se dice popularmente, no "da negocio" y no han tenido otra alternativa que abandonar su actividad.

Yunier, sin embargo, no se da por vencido. “No existe un carretillero en la calle, todo el mundo está vendiendo con miedo, con susto, la gente anda escondida vendiendo por los arrabalitos, donde no le pueden llegar los inspectores o la policía. Todo se ha desaparecido. Muchas personas me lo dicen en la calle: "menos mal que tú pasas, muchacho". Al fin y al cabo lo que queremos es darle algo al pueblo”.

Todas estas contradicciones surgen cuando no se trabaja en función de buscar una equidad comercial en la que la economía funcione para todos. No se resuelve nada bajando los precios de los productos que se producen en el país, si todos los demás renglones se mantienen caros e inaccesibles para la mayoría.

“Si usted baja los precios a los carretilleros, a los productos del agro, por ejemplo la guayaba cuesta ahora 3 pesos la libra. Pero el que me vende el jugo, me vende el vaso a 3 pesos igual. El Estado me sigue cobrando en la shopping a 50 centavos el refresco cuando lo hay, y la cerveza a 25 pesos. No hay una equidad”, reitera Wilfredo de la Fe.

Y con respecto a los precios, preocupado nos cuenta: “Creo que están alejando los productos del pueblo porque ahora mismo la población se está riendo de una cebolla a 50 quilos. Es inconcebible”.

Esta situación no solamente afecta a los carretilleros sino también a los productores, al campesino y finalmente a la población. Porque con el descenso de los precios, disminuirá la oferta y solo se producirá lo que sea rentable para quien trabaja duro la tierra.

“Para el que no sabe de esas cosas, el campo es muy duro y muy esforzado. El guajiro no puede bajar su producto porque todo eso le cuesta a él: el furmigo, el petróleo, mil cosas... No vamos a contar con los intermediarios, pero bueno aún así, él tiene que poner su precio, porque si no lo pone, ¿de qué forma él vive?”, dice Yunier Pestana.

“Nosotros no tenemos potestad para cambiar las leyes ni lo que rige el mercado”, lamenta Wilfredo. "Pero el campesino va a producir lo que le dé dinero, si no da dinero no se produce”.

Todos estos factores provocarán que en un futuro no muy lejano desaparezcan los productos de cosecha limitada como la cebolla, que se incremente la venta clandestina de los que se logren producir y que se disparen los precios nuevamente. ¿Qué pasará? ¿Seguirán apareciendo productos de mala calidad? ¿Seguirán los campesinos cosechando productos que no les den negocio? ¿Seguirán los carretilleros en peligro de extinción?

Resta esperar y ver el final de esta saga interminable del Estado cubano contra la ley de la oferta y la demanda.

 

 

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