Esterbina lleva 107 días consecutivos jugando el 15, que en la charada es perro chiquito, por una cachorra pekinés albina llamada Roxy que se le murió en enero y todavía la llora.
A veces Esterbina le pone cinco pesos fijos (no juega corrido), otras veces le juega 10, sólo una vez le puso 25 pesos y fue la vez que soñó con que Roxy se ahogaba en un río de aguas sucias, por su culpabilidad por no ponerle a tiempo la vacuna pentavalente a pesar de que tenía el dinero. Roxy murió de palmovirus en sus brazos y ella carga con esa culpa.
Al soñar con río sucio, que es 71, Esterbina le puso 20 pesos a ese parlet, 71 y 15. Lo estuvo jugando 10 días seguidos hasta que lo dejó porque le estaba chupando la vida.
“No tengo suerte. He perdido tanta plata con el 15 que cuando salga no recuperaré ni la décima parte. Pero no puedo dejarlo, ¡ni loca!, porque el día que lo deje de seguro lo tiran. Así es la bolita”.
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Charangón es un negro de 70 años, retirado como estibador de los muelles. Es de Guantánamo, una ciudad de Oriente donde juega bolita hasta el gato. Vive de su retiro miserable y lo que le deja la bolita: es recogedor de listas y el banco le paga un porcentaje de lo que recoge.
“Yo casi siempre gano algo”, resalta Charangón, “porque tengo la técnica de seguir los números atrasados, o de montarme en los números de los jugadores que tienen buenas cábalas. Con el parlet 24 para 34 me gané 300 dólares. Gracias a eso pude ir a mi tierra y pasarme una semana con mi familia antes de la pandemia. Pero te voy a ser sincero: es más lo que pierdo que lo que gano en la bolita. Para ganar hay que jugar mucho, todos los días, y tener mucha suerte, que al final es ciega y a los pobres nos apabulla”.
Charangón concluye: “En Cuba casi todo el mundo juega bolita. La revolución quiso quitarla y la persiguió por décadas, pero la bolita es una cosa que está encentrada en los genes del cubano. Te despiertas y te preguntas: ¿Qué soñé anoche? Que estaba en la estación de policía, ¡el 50!, y corres a jugarlo. En estos tiempos el número que más se está jugando en Cuba es el 11: Pollo. Y no sale desde antes de empezar el coronavirus”.
Las primeras leyes revolucionarias cargaron contra los juegos de azar, una tradición de muchos años en Cuba, pero se continuó jugando de manera clandestina. Durante 60 años miles de banqueros, sucursales y recogedores de listas han sido apresados, decomisados sus bienes y encarcelados por el delito llamado ‘juego ilícito’.
Mientras que en otros países esta actividad la lleva el estado, ingresando por tal concepto ganancias millonarias al erario público, en Cuba se persigue y la millonada que se mueve va a los banqueros del bajo mundo.
Siempre cito como antológico aquel Aló presidente donde participara el Fidel Castro junto a Hugo Chávez, que mientras buscaba un dato entre un fajo de hojas se dirigió de repente a los venezolanos y les infirió:
“Estoy buscando una hoja extraviada y miren: se me está pintando por donde quiera el 45. ¡Hay que jugarlo! Recuerden, son tres días seguidos”.
Fidel, con su ademán característico de alisarse la barba en situaciones críticas, esa vez se la jaló hacia abajo. En aquel momento en Cuba se podrían en las cárceles cubanas miles de hombres por jugar bolita y Chávez mandando a jugar el 45, que para colmo significa presidente en la charada.
Hoy pasó el afilador de cuchillos por Romerillo. Muchas amas de casas enfundadas en sus nasobucos salieron a la acera con sus viejos cuchillos y tijeras mochas, para amolarlas. También varios hombres con machetes para despalmar.
Hoy todo Romerillo jugó el 58, que es cuchillo, el 86, que es tijera, y el 94, que significa machete. Fijos, corridos y en parlet.
El dinero de estos desesperanzados sociales, que de las formas más disímiles y muchas veces absurdas luchan sus pobres pesos en la Cuba comunista en pandemia, que sueñan con multiplicarlos con un simple golpe de suerte, les llena las arcas a los banqueros clandestinos.
“Hay un viejo dicho que no falla”, expresa con voz de derrota el viejo Edilso, retirado de la construcción y residente en el reparto Flores, municipio Playa, “que dice que el que juega por necesidad, pierde por obligación”.
Edilso lleva ocho años jugando todos los días el parlet 12 para 54 -la puta con las flores- y ese parlet no sale. “Esos números me han robado la vida y es una cadena que arrastro y no me la puedo quitar de encima. Porque sé que el día que no lo juegue seguro que lo tiran y entonces me suicido. ¡Me cuelgo de una guásima!”.