Un mes de incertidumbre. Los paseantes -pedestres y vehiculares- sudan la gota gorda cuando cruzan sobre el puente (1927-1931) que, en el kilómetro 416 de la carretera Central, divide al Oriente del Occidente de Cuba.
Suerte de imponente muleta de 77 metros largo, construida justo al medio del islote para sortear la gran sajadura sobre el homónimo río, en la bien irrigada provincia de Sancti Spíritus, el puente de Jatibonico aún es uno de los principales puntos de la circulación vial en Cuba.
La Autopista Nacional, que iba a sobrevolar la intrépida Carretera de Machado para emularla y –al fin- vencerla, se quedó varada apenas 50 kilómetros al sur, en Taguasco.
A la gente del poblado se le apagaron los vítores durante el período de marras. (El de la extremaunción).
Un estremecimiento inhabitual en las estructuras les avisa hoy de que algo del centenario andamiaje no anda ya ni regular: los espasmos se aceleran cuando le transita un gran peso por encima, pero luego se le quitan. Cual alivio a tanto aguante.
La vasta vista del río retrotrae de un flashazo a Vértigo, la película de Hitchcock en los 60s, donde una rubicunda mareada trepa al campanario para arrojarse. Por suerte, el historial de suicidios aquí ha sido corto. No es Jatibonico un pueblo pletórico de sicópatas ni despechados en masa.
Pero desde hace bastante tiempo, el puente clama por una minuciosa radiografía de su osamenta de carcamal, si es que se desea siga en pie. Los más escépticos le auguran un desplome inminente de no resolverse el diagnóstico.
Y la noticia ha rodado de boca en boca. (O de goma en goma). Hasta llegar a La Habana.
El diario Granma, en pluma de Juan Antonio Borrego, ha corrido a poner parche antes que caiga al agua la vetusta obra de ingeniería probada, con toda su previsión dentro:
“(Se) precisa de acciones impostergables de reparación, pero no se encuentra abocado a una falla inminente, según revela un estudio de la obra, realizado en los últimos días por expertos de la Empresa Nacional de Investigaciones Aplicadas (ENIA), de Villa Clara.”
E incide en destacar: “El estado de deterioro es avanzado debido al paso del tiempo, a la falta de mantenimiento, a la indisciplina de la población y a los daños que han sufrido las estructuras metálicas que están sobre el puente y los laterales”, según confirmó el máster en Ciencias Guillermo González Hernández, especialista principal en Topografía.
Notorio es que en la lista de responsables destaque la población (y sus indisciplinas naturales) en un tercer lugar, pero en segundo se subraya la “falta de mantenimiento”. Y el gran culpable es “el tiempo”.
Ya pueden respirar los garantes del próximo holocausto nacional. Como convoyadas, en tan dilecto dictamen, van las rejas del piso y los laterales. Lo no básico, lo adicional.
Según el levantamiento de todos los elementos, tanto los de hormigón como los de la metalurgia, la pérdida de algunos componentes y el elevado nivel de corrosión pueden estar provocando que la armazón “no se comporte como un elemento rígido y monolítico, de ahí la oscilación que presenta el puente.”
Puro temblor que nada avisa sobre el futuro que es hoy.
La toma de muestras de las estructuras a fin de determinar el grado de desgaste del acero, así como las pruebas para detectar la carbonatación en la propia losa de hormigón revelan, además, que hasta el momento las lesiones están siendo activas, o sea, que la obra pudiera deteriorarse todavía más si no se interviene, por lo que según el ingeniero Yosbani Gómez del Valle “se deben tomar acciones inmediatas para que la situación actual no se agudice.”
Todo bien. A tiempo. Para parar los rumores de otro desplome evitable que acabaría con lo que queda de vergüenza patria, anexas las nuevas pérdidas que serán irreparables.
Esta semana, los técnicos y especialistas de la facultad de Construcciones de la UCLV Marta Abreu, unidos a la Empresa Nacional de Investigaciones Aplicadas (INVESCONS) para desarrollar estudios geotécnicos, han acudido al llamado del momento:
“Con modernos equipos para la medición de vibraciones y deformación en estructuras constructivas, los ingenieros civiles de la universidad -mediante el empleo de acelerómetros- identificarán señales del tiempo, los parámetros estructurales, el espectro de frecuencia, así como períodos y formas de oscilación, que les permitirán determinar sus niveles de deterioro y daños no visibles”, declaró a la ACN Ernesto Chagoyén Méndez, profesor del Departamento de Ingeniería Civil.
Explicó, además, “que actualmente los especialistas realizan el levantamiento geométrico y patológico del puente a través del escáner, con el objetivo de actualizar el plano de la estructura y transmitir información a los investigadores de la Casa de Altos Estudios; una muestra del trabajo conjunto que realizan hace casi 50 años.”
Enrique Espinosa Domínguez, director de la Unidad de Investigaciones para la Construcción (UIC) de Villa Clara (perteneciente a INVESCONS), expresó “que el vínculo con el centro de educación superior garantizará la integralidad del estudio, el que se estima dure poco menos de un mes por su grado de complejidad.
A partir de un proyecto investigativo con Bélgica, que les permite financiamiento de 294 mil euros al año, el Departamento de Ingeniería Civil de la UCLV “cuenta con un número considerable de equipos de última generación, como 15 acelerómetros de campo y 16 de laboratorio que les posibilitarán estrechar aún más los vínculos de cooperación con INVESCONS y otras empresas del territorio.”
Se dice en términos sobrecogedores, impactantes, por la complejidad del tratamiento que se pretende ofrecer. Tecnicismos que apelan a una ignota “Casa de Altos Estudios” que hace medio siglo sigue paso a paso cada herrumbre nueva, cada clavo oxidado. Y emite un memorándum olvidable. La tarda yagua que obliterará la gotera.
Ojalá todo sea cierto y esta vez acudan a tiempo –o contra él mismo- a reparar el puente que salvará vidas. El nexo comunicacional que pudiera desbarrarse de improviso, tal cual suele ocurrirles a los altos mandamientos.