Una visita real sucede a la anterior. Príncipes, princesas, herederos de monarcas del odioso imperio extranjero -no importa si español u otro cualquiera- desembarcan radiantes en la Habana, bajo indisimulados disfraces que apenas encubren sus reales intereses.
A estas alturas de esperar por cierta -e insólita- reacción pública, la que suele mostrarse indiferente a las continuas incursiones de novísimos corsarios y piratas, el estado/partido se anota un tanto en el score frente al gardeo trumpista.
Ciego y sordo al reclamo de algunos acendrados asesores con mejores condiciones que él para visibilizar horizontes, Mr. Donald -siempre chillón tuitero- continúa apretando tuercas a la nación caribeña, sueltecita desde antes con las desmesuras aperturistas del finiquitado Barack.
Los tratamientos que la anfitriona corte palaciega depara a sus invitados (como si la gente no conociera de estrategias engatusadoras) incluye aumentativos reverenciales que provocan -en mortales comunes- más risa que llanto:
“Recibió Díaz-Canel a la Muy Honorable Baronesa Valerie Amos”.
En un ambiente “cordial”, donde los cordales no tuvieron masticación sino de palabras traducidas y recicladas bretonamente, “ambos mandatarios intercambiaron sobre el estado de las relaciones bilaterales y rememoraron un encuentro anterior con miembros del British Parliament, en noviembre de 2018.
Pero, ¿es la baronesa un mandatario? Lo análogo sería que don Francisco Rodríguez Cruz, presunto futuro diputado LGBTI ante la ANPP cubana, que acarrea una ultra-ajada silla vacante, se apareciese en 1 Downing St. pretendiendo abrir una corresponsalía para “su” diario “Trabajadores”. Porque ese sería “el interés ideo-expansionista” ¿No?
A partir de la aprobación de la Ley para la Inversión Extranjera, los más altos funcionarios que han venido –o ido- enfocados en invertir el billetaje en la plaza abandonada y desprotegida por los yanquis, se apresuran a irrumpir, dejando puertas abiertas, ventanas defenestradas, sembrado hojitas en el jardín tropical para que los interesados en apostar dineros en la exótica aventura cubana, se aprovechen del actual desespero gubernamental que ofrece villas y castillas con abundantes ventajas a cambio.
Pero los porcientos de intereses a devengar no son –ni nunca fueron, ni serán- del completo dominio público.
La fuerza irrebatible de la libra esterlina frente al resto de las monedas europeas o mundiales, dado el panorama adverso de la salida (Brexit) del marco de la Eurozona, así como problemas políticos surgidos con la enrevesada Oficina para los Derechos Humanos foráneos, son factores que inciden en buscarle -al neoreinado de tories y lores- antiguos reinos de ultramar.
Máxime si se lograra reconquistar a la excolonia, la gema hispánica que otrora ambicionaron y dejaron que incendiaran voluntarios y libertos en 1762, cuando se vieron perdidos.
La Muy Honorable Baronesa, miembro de la Cámara de los Lores del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, y directora de la Escuela para Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres (SOAS), se encuentra en Cuba invitada al Congreso Universidad 2020 (que nadie sabe bien de qué va este nuevo congresillo, en pleno refulgir de los períodos coyunturales en su segunda etapa transespecial.
La invitada expresó sus obvias gratitudes por los agasajos presidenciales, designios indignos de tal linaje.
La visita sirvió para “rememorar” -con un whiskicito- “el tránsito que el mandatario realizara por Londres aquel mismo año. ¿Dónde se conocieron? Camino a otras regiones igual de importantes para la supervivencia de la isla”.
Ajenos a aceptar la inminencia del hundimiento, ambos monarcas expresaron “la voluntad mutua para continuar desarrollando la cooperación en áreas de interés común, incluida la cultura y educación”. Nada de turismo ni asesoría policial fue mentado. ¡Con la falta que nos hace un cursito intensivo en Scotland Yard para que los policías palestinos que inundan la capital aprendan sobre decencia en cuanto al trato ciudadano!
Acompañaron a la distinguida visitante Jackie Dunne, vicerrectora de la Universidad de Wolverhampton y Lesley Saunderson, encargada de Negocios (a.i) de la Embajada del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte en Cuba.
Por la parte cubana, estuvieron presentes el viceministro primero de Relaciones Exteriores, Marcelino Medina González; y el director general de Asuntos Bilaterales del Minrex, Emilio Lozada García.
Tampoco trascendió información sobre de qué se habló. Ni falta que hizo. Se puede intuir qué buscan en Cuba esos ingleses y qué ofrecen de ella los cubanos empoderados. Porque al pueblo “llano” (exceptuando un tal Eduard I) jamás le ha importado qué hacen sus gobernantes con los intereses de la nación ni a quienes ofrecen sus mejores cotas.
Cuando una familia –real o impuesta— rige a un país a su arbitrio, sea del primero o cuarto mundo, todas las desventajas irán a parar a la mesa –y el techo- del desposeído.