Los precios en Cuba van por las nubes. Verdadero asesinato a sangre fría, a los espurios salarios de la gente.
Y donde mejor se comprueba este hecho es en las carretillas que venden productos del agro, manejadas por cuentapropistas que realizan una inversión a los campesinos y revenden sus mercancías a la población sacándoles ganancias.
Mayra Heredia Rivas, enfermera del policlínico Manuel Piti Fajardo de Jaimanitas y madre de dos niñas en edad escolar, considera abusivos los precios de las carretillas.
“Sigue esta cuenta: Una libra de cebollas 25 pesos, dos libras de tomate 40 pesos, un paquete de ajo 10 pesos, una libra de frijol 20 pesos, una libra de ají 30 pesos, una libra de calabaza 7 pesos y una libra de malanga 10. 132 pesos y solo he comprado lo necesario para cocinar un potaje. Súmale a la cuenta la carne y el limón, que para cuatro personas no baja de 130 pesos. Total: Un tercio de mi salario solo para la comida de un día. ¿Qué queda para el resto de los 29 días del mes? ¿Y qué queda para cubrir las otras necesidades como la escuela, el transporte diario, las meriendas escolares, los paseos tan necesarios para la formación de la niñez, el mantenimiento de la casa, la ropa y los zapatos que hagan falta para las niñas, las mochilas…?”.
Mayra no culpa solamente a los carretilleros, por el absurdo estado de los precios.
“Esos son unos infelices, porque compran la mercancía a los camioneros muy cara y tienen que subirle el precio aún más para subsistir. Los camioneros que traen la mercancía son intermediarios, que le suben el precio a un producto que ni siquiera cosechan. El estado tiene parte de culpa en los precios abusivos también, porque aunque fija un precio por la ley de topados, eso solo es un tecnicismo, en la calle sucede otra cosa. Entonces es cuando los inspectores populares aparecen y le aplican la ley”.
Pero sucede aquí un fenómeno típico, cuando los inspectores caen sobre los carretilleros y les imponen multas, o le cierran las carretillas, entonces el pueblo en solidaridad se pone del lado de los carretilleros y tildan a los inspectores de abusivos.
Un joven carretillero de Jaimanitas es Tito, que dice ser blanco fácil de los inspectores.
“Llevo dos años trabajando sin licencia. La ONAT no las renueva desde 2016 y tengo que buscarme la vida. Las multas que me ponen nunca bajan de mil pesos y en el peor de los casos me decomisan la mercancía. Algunos carretilleros han tenido que cerrar por ese motivo. Antes, cuando tenía licencia, se me tiraban porque no movía la carretilla de un lado a otro como dice la licencia, es imposible, pesa mucho. Pagaba la multa y seguía vendiendo. Ahora sin licencia me multan hasta por los precios altos. Los camioneros traen los productos a precio tope, nosotros tenemos que subirlos más para obtener ganancia. Somos los que damos la cara al pueblo, por eso cogemos los palos. Quisiera que todos supieran, que no somos nosotros todos los culpables del problema de los precios”.
Samuel Figueras, profesor de Física de un pre universitario en la capital y uno de los clientes de Jaimanitas que más se queja de los altos precios de las carretillas, señala que los inspectores les sacan a los carretilleros el dinero que estos le chuparon a la población.
“Claro, siempre hay excepciones, de inspectores que aceptan el soborno para cobrar en efectivo y no pasan la multa a la ONAT. Al final los carretilleros inventan y sobreviven y siguen con los precios siderales. Es como un ciclo atómico, donde paradójicamente las partículas más pequeñas somos la mayoría: el pueblo, las víctimas, desprotegidos ante los tiburones con nuestros salarios de alevines”.