La muerte de cinco afrodescendientes el mismo día del fusilamiento de los estudiantes de medicina es una de las historias más polémicas que rodean la historia cubana en torno a los sucesos del 27 de noviembre de 1871.
Para unos, aquellos hombres pertenecían a la sociedad secreta Abakuá y se lanzaron casi al suicidio en cofradía con uno de los suyos. Entre estos, se encuentran los activistas afrocubanos y miembros de la sociedad secreta que desde hace años reclaman que se otorgue a estas víctimas negras un lugar parejo al de los estudiantes blancos en la historiografía oficial.
Como varios sucesos de la época, se trata de un hecho con muchas inexactitudes históricas. Esencialmente transmitido de forma oral, todavía quienes lo investiguen deben limpiar la hojarasca para dejar la verdad.
Algunos se refieren a que el intento por rescatar a los estudiantes tuvo lugar cuando salían camino al paredón de fusilamiento. Otros afirman que todo ocurrió más temprano y fue un ataque contra los voluntarios apostados en las afueras de la cárcel. Se habla, incluso, de un levantamiento de negros en La Habana e incluso del enterramiento colectivo de todos —atacantes y estudiantes— en la misma fosa común.
Sin embargo, todos coinciden en un elemento: al parecer en el acto murieron cinco negros liderados por el hermano de leche de Alonso Álvarez de la Campa, el más joven de los estudiantes condenados. Esa es, por ejemplo, la versión que sostiene la película cubana Inocencia, inspirada en los sucesos del 27 de noviembre, que se estrena por estos días en La Habana.
En un artículo publicado en 1998 en La Gaceta de Cuba, el investigador cubano Serafín Quiñónez recoge tres documentos que arrojan cierta claridad sobre el asunto. En el primero de ellos, se cuenta cómo “apostados detrás de los fosos que se extienden frente a la plaza, unos negros dispararon sus revólveres contra los voluntarios, hiriendo a un alférez de artillería". A su vez, Quiñónez cita un segundo testimonio que agrega cómo “el resto de los que se sintieron atacados por los negros arremetieron inmediatamente contra ellos, y en aquel punto fueron despedazados los cinco que se creyeron autores de la agresión”.
Finalmente, también habla sobre un estudio publicado en Santiago de Cuba en 1956 que recoge el testimonio del celador del lugar: “son cinco los hombres de color muertos, recogidos en diferentes lugares de este barrio, los cuales estaban heridos de arma de fuego y bayoneta”.
Autores contemporáneos también se han referido al tema. En el discurso pronunciado el 27 de noviembre de 2015 en las afueras del Hotel Inglaterra, el historiador Félix Julio Alfonso aseguró que “tampoco podemos olvidar a los mártires Abakuás que, en una acción temeraria, casi suicida, intentaron en vano salvar la vida de los condenados y fueron cazados a tiros en las calles aledañas al lugar del crimen”.
Por su parte, en el epistolario de Emilio Roig de Leuchsenring, antiguo Historiador de la Ciudad de La Habana, aparece una carta fechada el 18 de enero de 1943 dirigida al Ministro de Obras Públicas y donde, luego de hablarle de los cinco negros muertos, le pide que “dicte las órdenes oportunas para que en el Parque de los Mártires (…) se rinda cerca del templete que rodea el lienzo de pared junto al cual cayeron los estudiantes de 1871 un permanente homenaje a la memoria de los que pagaron con su vida la defensa de aquellos inocentes”.
Aun así, para otros historiadores cubanos, entre los que se encuentra Luis Felipe Leroy y Gálvez —autor de una de las más completas investigaciones sobre el 27 de noviembre de 1871—, la muerte aquel día en La Habana de cinco hombres negros no es un indicio concluyente para afirmar que lo hicieran en defensa de los estudiantes, y mucho menos que existiera un levantamiento mayor.
De acuerdo a su criterio, la escasa credibilidad “se patentiza por el hecho de que no sólo no existe tradición seria en ese sentido, sino también que el número de defunciones asentadas en los libros de entierros del cementerio de esta capital, mantiene el nivel normal durante esos días”.
No obstante, desde el 27 de noviembre de 2006 los miembros de la sociedad Abakuá realizan una peregrinación hasta un jagüey situado en la esquina de Morro y Colón en La Habana Vieja, el lugar donde según la tradición cayó uno de los negros aquel día. Luego siguen su recorrido hasta el templete erigido en el sitio donde murieron los estudiantes.
Para el Dr. Orlando Gutiérrez Boza, Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y Presidente del Consejo Supremo de la Asociación Abakuá de Cuba, recordar los hechos del 27 de noviembre de 1871 es una manera de honrar a sus antepasados.
La historia de los cinco negros muertos casi junto a los estudiantes de medicina aun necesita ser esclarecida. Sacar a la luz los documentos citados por algunos investigadores, aclarar desde la historiografía detalles importantes de lo sucedido ese y los días siguientes, así como sistematizar —desde lo oral pero también desde las pruebas documentales— un estudio definitorio sobre lo ocurrido, son aspectos decisivos para arrojar claridad sobre el asunto y zanjar de una vez las dudas sobre el tema.