Se fueron siendo soviéticos; Konsomoles y tabarichis, pero se les derrumbó todo y han esperado haciendo guiños. Ahora regresan a Cuba con una caballería más moderna que la del Atamán Petliura, dando palmaditas, regalando dineros y dádivas. Y el famoso Oro de Moscú.
Se fue el osito Misha, moribundo y alegre, y se diluyó en los hielos dolorosos de 1989, y ha vuelto un lobo con una pátina putinesca. Han donado a Cuba armas y transporte para presos, y ahora, su penúltimo aporte, en medio de la miseria económica de un pueblo es casi un chiste:
Han restaurado “la emblemática Estatua de la República en el Capitolio de La Habana, la tercera mayor bajo techo del mundo, reparada y cubierta en oro con financiación y técnicas de Rusia”.
No es un secreto que Rusia, tras 20 años de tener a Vladimir Putin en el poder, va de capa caída. El descontento del pueblo ha sido palpable en los últimos días con manifestaciones y represión en Moscú, y en medio de su caos se acercan al caos cubano, donde, al decir de Roberto Álvarez Quiñones, la pobreza tiene dimensión africana. Tan aguda es que uno piensa que los dirigentes de la isla emprendieron tantas aventuras militares en África para aprender cómo se empobrece a un pueblo. Pero no es cierto, los dirigentes, comenzando por el mayor de los Castro, tenían talento e imaginación suficientes como para echar a perder el esplendor de un país y la felicidad de varias generaciones de sus habitantes.
Lo que no se esperaba era que la antigua metrópolis comunista ayudara a una dictadura a restaurar el símbolo democrático de otra dictadura, pues fue durante el gobierno del presidente Gerardo Machado cuando se levantó ese capitolio cuya cúpula también está siendo cubierta de láminas bañadas en oro “colocadas por expertos rusos y cubanos”.
Es casi simbólico que a una revolución, que acabó con una República para instaurar una Dictadura que fue también un reinado personal, esté siendo laminada en oro, fundamentalmente en el edificio que fuera una vez centro del poder democrático—Cámara de Representantes y Congreso— para que funcione allí (es un verbo simpático, en el caso de Cuba y su “Asamblea” el de “funcionar”) la Asamblea Nacional del Poder Popular, a la que tuvieron que reducir para que cupieran sus miembros. Suena casi a que los rusos le han “dorado la píldora” a los cubanos.
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Y hablando de reducir, en un país donde todo se va reduciendo o desapareciendo, a ver si los rusos aconsejan, entre oro y oro, que reduzcan el Comité Central, el Buró Político, las “fuerzas desalmadas revolucionarias” y sobre todo el Minint, esa aberración inhumana. Es decir, que se prescinda ya de la escenografía y el vestuario que han utilizado en esa larga y fallida obra, que dura más de lo que pueden resistir los espectadores y algunos extras.
Pero volvamos a la República, es decir, a la estatua de la República que esculpió el italiano Angelo Zanelli en los años veinte del pasado siglo. Allí estuvo desde entonces, alta, altísima, hasta que tras la revolución, preparando un evento, a alguien se le ocurrió limpiarla con mangueras a presión que provocó que se desnivelara, saliera de su centro y cayera estrepitosamente.
Después nada fue igual, ni la República ni la estatua, que, como cualquier buena película de El Gordo y el Flaco sufrió diversos y continuos reveses, como ser fijada de nuevo con hormigón, a lo bestia, y que alguien buscara darle su antiguo esplendor barnizándola, lo que provocó luego que todo el polvo y el churre del ambiente se adhirieran a ella como hijos a punto de convertirse en huérfanos.
Pero qué alegría, la República ha vuelto…. La estatua, no la otra. Y los rusos con ella, demostrando que si una vez fueron llamados “bolos”, ahora traen el oro fino recogido en el camino.
Y de toda esta alharaca, con apretones de manos y besitos faciales nace una incógnita: ¿Qué quieren? ¿Qué buscan los rusos de nuevo en ese páramo que es hoy la isla de Cuba? No hay respuestas claras o sí, y buscan más de lo que imaginamos.
Pero también, más allá de ese dorado gesto de amistad, hay como una burla levemente dolorosa: Restauran la estatua pero no restauran la República. Una República inmóvil y casi rusa.
*Este es un artículo de opinión. Los criterios que contiene son responsabilidad exclusiva de su autor, y no representan necesariamente la opinión editorial de ADN CUBA.