Vuelve a haber crisis de preservativos en La Habana. Prohibido el sexo hasta nuevo aviso, o hasta que en el horizonte aparezca un barco chino, cargado de esos artilugios que permiten relaciones carnales protegidas.
Mientras, a cuidarse, a merodear sin entrar, a buscar alternativas, que el cubano es una lámpara cuando algo falta y el hambre aprieta…
Esta vez no es el pan, ni el aceite, ni los huevos, ni la harina, ni el casi interminable montón de etcéteras de productos de la alimentación desaparecidos del mercado. Esta vez va más allá, y los jóvenes se arriesgan a acudir a las batallas nocturnas sin forro para proteger sus armas. Como se dice en la nota, esta no es ni la primera ni la última, pues “en los últimos cinco años la comercialización de condones en Cuba ha sido inconstante”.
Y por muchas campañas de salud que se hayan hecho para concientizar su uso, con la ausencia de preservativos, la promiscuidad habitual de la Isla se convierte en un barril de pólvora para enfermedades de transmisión sexual, y hasta el temido VIH/SIDA.
Muchos lamentarán ahora haber usado condones en la fabricación de pizzas, con el propósito de timar a los ingenuos con la similitud de los preservativos y el queso. Y no faltará el inventor, que hurgue en el pasado de la humanidad, e intente reproducir condones de otros materiales como piel de serpiente o lagartija –los de cocodrilos serían caros e incómodos—, e incluso intentar fabricarlos en sus casas con alguna variante del petróleo, igual que muchos útiles de cocina que el estado dejó de fabricar.
Pero el pene no es colador ni cucharón, y el producto precisa cumplir requisitos muy específicos de comodidad y asepsia. Y su función primordial: proteger de embarazos y transmisión de enfermedades.
Para ello hay que estar, como se dice en el lenguaje de la calle, “en talla”. Y ese es otro argumento interesante: ya el pasado año Zimbawe reclamó a China porque los condones que les vendía resultaban demasiado chicos para sus habitantes. Pero no creemos que esa sea la causa de la desaparición de preservativos en la Isla.
Un reportaje de CiberCuba sobre la ausencia de este tradicional método anticonceptivo afirma que “datos oficiales calculan que el consumo de preservativos en el país asciende a casi 6 millones de unidades mensuales, sobre todo entre los 15 y 24 años de edad”.
Pero no hay en la capital, y nadie dice por qué motivos. Así que ya no serán los estómagos los únicos que sufran.
5 opciones actuales para tener sexo protegido en Cuba:
1- Aceptar una misión internacionalista, que recuerda mucho a lo de cambiar pollo por pescado, y así, en las selvas o remotos lugares del país de destino, poder gritar, mientras se practican las artes amatorias con cubano o nativa: “Pa´ lo que sea, Canel, pa´ lo que sea”.
2- Irse del país. En balsa, que es muy riesgoso, o de forma legal, por reunificación familiar (que pudiera demorar tanto, que cuando por fin se abandone el país, ya no le interese el sexo).
3- Casarse con extranjera o extranjero. En el caso de ser con una española sería una risible contradicción que, a más de cien años de nuestras guerras de independencia, un cubano mambí tenga que ir a la Madre Patria para usar su machete de forma segura…
4- Practicar solo las variantes bucales y manuales, con el contratiempo de acumular lentamente insatisfacciones, traumas, encono y problemas nerviosos.
5- Variantes como forrarse el miembro con tape, cinta adhesiva o plásticos de cualquier tipo, no son aconsejables: el pene es un objeto sensible que entrará en territorios muy delicados, fácilmente irritables.
Y como a la ausencia de condones se une la falta de condiciones, pues ya se extinguieron las posadas, albergues INIT, moteles y otros sitios similares, y no se recomiendan páramos, praderas, céspedes sin Carlos Manuel, rincones oscuros (que en algunos momentos pueden ser todos) y mucho menos escaleras por aquello de los derrumbes, ya me dirán cómo queda el asunto de evitar enfermedades y embarazos no deseados.
A menos de que esa sea una táctica de los chinos para tener a Cuba agarrada por “la cola”. O algo peor, también bastante probable, dada la brillantez de las grandes ideas de los economistas, dirigentes del estado, planificadores y sociólogos: que esta sea la única manera de evitar que Cuba se convierta en un lugar de viejos tristes, pudiendo así, con la natalidad, aumentar la mermada población.
De todos modos, y aunque muchos lo hayamos hecho de esas maneras primitivas, estos no son tiempos de cabalgar así “al pelo”, como los indios del oeste.