Isaac Newton pudo descubrir la Ley de la Gravedad en Cuba, donde nada se mantiene y todo cae. En Cuba todo se hunde menos el gobierno. Todo se desvanece o se convierte en una trampa de recio acero para cazar osos que tampoco existen.
Ahora le ha tocado a nuestro idioma: palabras, frases de toda la vida, refranes que vienen rodando desde tiempos inmemoriales, y que usaron nuestros abuelos para enseñarnos la diferencia entre el bien y el mal, ya no sirven, se desmoronan, o adquieren un retinte peligroso.
Decir en la actualidad “cambiar la vaca por la chiva”, ha perdido no solamente el sentido de pérdida ridícula, aunque las vacas que se han perdido son dolorosísimas y nada ridículas. Nadie puede utilizar en Cuba a una vaca, ni siquiera en refranes.
Igual suerte ha corrido “compró pescado y le cogió miedo a los ojos”. No sirve, es absurda. Nadie compra pescado en una isla rodeada de agua donde, sin embargo, el gobierno te cambia el pescado por pollo. En vez de darte “gato por liebre”, le dan a la población pollo por pescado.
También caen en desuso, y no porque el cubano de hoy tenga una gran abundancia en el lenguaje, sentencias como “para la leche que da la vaca, que se la tome el ternero”. Leche y vaca, hmmmm, dos sustantivos que antes nos sustentaban y que son hoy objetos del deseo, casi un delirio. Uno puede tener tarros después de los siete años, pero leche de vaca, no. En definitiva, “al lechero no lo mataron por echarle agua a la leche”, sino porque llegó un inspector y lo sorprendió echándole un poco de leche al agua.
Tampoco resulta útil mencionar “la hora de los mameyes”, porque no hay, como tampoco podrías “coger mangos bajitos”, que no se ven.
Es peligroso en la realidad cubana calificar a alguien de bueno y noble con la frase “Fulano es un pan”…y menos aconsejable es el refrán castizo que estimula a prepararse para los malos tiempos: “Guarda pan pa´ mayo”. Y de la misma manera es cruel e inútil la expresión: “Al pan, pan…y al vino, vino”, que pretende llamar las cosas por su nombre. Total, el cubano las llama y no vienen, pero si insiste, la que puede venir es la policía.
En definitiva, Cuba es de los pocos lugares en el mundo donde ningún niño nace ya “con un pan debajo del brazo”. Y si lo ven, va preso.
Hay productos que ya no aparecen, y por ende, desaparecen o se vuelven peligrosas las palabras que los designaban. Como el tan útil, en otros tiempos, refrán que reza: “El que tiene un amigo tiene un central”, pues el estado se encargó de desmantelar casi un tercio de aquellos centrales que convirtieron a Cuba en uno de los mayores exportadores de azúcar del mundo. Ya no hay casi centrales y el azúcar se importa porque al estado no le importaban los centrales. Así que ahora suena absurdo aquel lema esperanzador que pedía “Azúcar para crecer”, y Celia Cruz suena de otro planeta gritando “Azúcar”.
En esa ya larga y dolorosa lista entran también refranes optimistas y sabios como: “Cortando huevos se aprende a capar”, porque las gallinas dejaron de producir esos objetos ovalados, que no se capan, pero que están de capa caída. También suena subversivo ese que decían los ancianos: “El que se casa, casa quiere”. O aquel tan simple: “Una mano lava la otra y las dos la cara”, que sería mentar el jabón en casa del ahorcado.
Pudieras ganarte unas vacaciones en prisión si al ver pasar a una mujer de abundantes encantos te diera por gritar: “Caballero, llegó el carro de la carne”.
Frases como “eso es harina de otro costal” van a ser retiradas del mercado del habla popular, y también aquella frase tan de nuestras abuelas, cuando se referían a alguien que era muy efectivo en su trabajo, pero que en la casa no disparaba un chícharo: “Ese es luz de la calle y oscuridad de la casa”, porque en cualquier momento las dos cosas quedarán en tinieblas.
Pero ¿qué dije? ¿Mencioné al chícharo? Qué horror que también brille por su ausencia el grano que nos salvó tantas veces, incluso aliándose con el café. Y dije café, madre mía, mejor me callo, porque se me va a salir aquel refrán que decía: “Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”, que puede provocar miles de infartos y que le provoca convulsiones al Ministro de Turismo.
Es una lástima que no se acaben palabras como lipidia o majomía, período especial, por culpa del bloqueo, qué cosesesto caballero hasta cuándo, ampárame diosito, o esa tan terrible, que dicen los que mandan sin que se les mueva un músculo en el cemento del rostro: un sacrificio más, compañeros.