En Cuba, todas las universidades tienen un agente de la Seguridad del Estado que “las atiende”. Igual sucede con los medios de prensa, el sector de la cultura, el deporte, los cuentapropistas. Posiblemente no exista un ámbito institucionalizado de la vida social que no tenga asignado un agente, y si existe, ya deben estar en función de resolverlo. Es parte de la dinámica de un Estado totalitario.
Al agente que atendía la carrera de Periodismo en la Universidad de La Habana no lo conocí. En Camagüey, ya como profesor, no tuve igual suerte. Nadie te lo presenta de manera oficial, pero siempre alguien con más años te lo señala de lejos y te dice bajito, como en una confesión: Ese es el tipo (o la tipa) de la Seguridad.
Una tarde, la secretaria de la decana de la facultad llamó a mi casa y me citó para una reunión al día siguiente.
-¿Sobre qué es?
-No me dijeron, solo que te citara
Llegué a la universidad en la mañana. Pregunté a mis compañeros de trabajo y algunos también habían sido convocados por la misma vía, pero en horarios diferentes.
Cuando llegó la hora entré a la oficina de la decana, pero quien estaba sentado tras el buró era él. Bajito, más joven que yo, cara de muchacho sencillo, hasta buena gente, vestido con el nuevo uniforme de civil de los segurosos: gorra de béisbol del equipo Camagüey, mono deportivo y pulóver de la delegación cubana a los juegos olímpicos de Río de Janeiro.
- Buenas tardes, profe. Yo soy el compañero de la Seguridad y he citado a algunos profesores para tener una conversación.
Periodismo en Cuba es una carrera “priorizada”, por su contenido político. Recibe atención por “los compañeros que la atienden” y también por los funcionarios del Departamento Ideológico del Partido Comunista de Cuba. Por plan de trabajo, o cuando el ambiente se caldea un poco, los agentes de la Seguridad del Estado realizan este tipo de entrevistas para sondear el estado de las tropas. A veces, estas “conversaciones” son el preludio de la expulsión o sanción de algún profesor o estudiante por motivos políticos.
- Profe lo llamamos —siempre hablan en plural— para conversar sobre las inquietudes de los alumnos, qué comentan, qué les preocupa.
Le dije que no sabía, pues recién regresaba de una maestría en México y no estaba impartiendo docencia ese semestre.
- Bueno, no sé. Háblame entonces de lo que usted quiera, lo que crea que pueda ser de interés.
Esa petición me tomó desprevenido. ¿Ya ni siquiera se esfuerzan en hacerte las preguntas y quieren que uno cante solo? El “compañero” se notaba nervioso. Movía demasiado las manos, tenía la mirada inquieta, la voz medio entrecortada. No sé si esa solicitud fue una novatada de quien se queda sin guion o es alguna argucia segurosa para sacar información no calculada, similar a cuando los periodistas al cierre de la entrevista sueltan: “Algo más que quisiera agregar”
- Pues no sé qué decirle. Usted pregunta y yo le respondo, pero si no me pregunta nada…
Ante el silencio y viendo que no cumpliría con el tiempo reglamentado para cada entrevista, cambió el sentido de la conversación y se agarró de un tema siempre apetecible para ellos: los viajes al extranjero. Las entrañas del monstruo, el contacto con el enemigo, el ca-pi-ta-lis-mo.
-¿Me dijo que regresó de una maestría en México?
-Sí, en Guadalajara.
Lápiz se mueve. Apunta.
- ¿Cuánto tiempo estuvo allá?
- Dos años
Lápiz se mueve. Apunta.
- ¿Yyyy… en ese tiempo no se le acercó nadie a hablarle de Cuba, no notó nada raro?
- Las preguntas normales, nada fuera de lo común.
Lápiz se mueve. Apunta.
- ¿Y de qué fue la tesis?
Mi estudio fue un análisis metateórico de las relaciones entre agendas públicas, mediáticas e institucionales en las investigaciones que emplean la Teoría de la Agenda Setting. El tipo de tema que una vez presentado hace que la gente contraiga la boca, levante las cejas y cambie la conversación. Pero para un agente con un plan de recopilación de información que cumplir, las palabras “agendas”, “públicas” y “mediáticas”, mezcladas con un termino en inglés, podrían dar el pie para que aquella conversación se extendiera más de lo deseado. Conspiración, golpe blando, diversionismo ideológico, centrismo. Dios sabe lo que podría pasar por aquella cabeza. Así que decidí responder a la pregunta de una manera, digamos que…“más técnica”:
- Un análisis metateórico de las dimensiones ontológicas y axiológicas de la comunicación desde una perspectiva epistémica-metodológica.
Lápiz se detiene. No apunta. Silencio de varios segundos. Columna 2, Columna 2. Camilo, aquí está el Che. Camilo, responda…
- Bueno profe, pues ya. Eso era todo. Usted sabe. Aquí estamos para lo que haga falta. Que tenga buena tarde.
- Igual para usted.
Saqué la bicicleta del parqueo y me fui para mi casa. En ese momento no sospechaba que unos meses después volvería a entrevistarme, esta vez con refuerzos, más preguntas y no para hablar de metateoría.