Al2 “El Aldeano”: el infierno de los matices

Aldo Roberto Rodríguez Baquero (“El Aldeano”) y Bian Oscar Rodríguez Galá (“El B”) no soportaron el freno interno ni la expansión foránea.
 

Reproduce este artículo

Aldo Roberto Rodríguez Baquero (“El Aldeano”) y Bian Oscar Rodríguez Galá (“El B”) no soportaron el freno interno ni la expansión foránea. El exilio, la diáspora u otro paliativo extracontextual no es una alternativa para movidas de resistencia, destinadas a pulsear con retóricas de la intransigencia donde la censura legitima.  

Aunque significaron una lección para quienes nunca mantuvieron los puños arriba, la insurrección urbana de Los Aldeanos es comparable a la vergüenza del cazador que renuncia a la selva para colgar el fusil detrás de la puerta. Pero cómo juzgar al prójimo fuera de su pellejo, en un país donde la vida se apaga en suspiros de impotencia. De tanto empuñar el látigo, los mayorales de un latifundio terminan fugándose junto a los esclavos cimarrones; ellos también añoran el libertinaje.  

En su periplo insular, Los Aldeanos gravitaban hacia una filosofía popular regida por la anarquía. Una actitud que incomodaba a figuras de la disidencia interna e, incluso, se oponía al molde de esa doble moral que comanda al discurso oficial, que rechaza las tibiezas de los artistas a la hora de tomar partido por una causa.

Un mito falso de cierta eticidad artística o garantía discursiva estima que un productor resultado del contexto no debe abandonarlo. A raíz de la fuga de la plástica cubana de los ochenta, cautelosos que permanecieron en Cuba para irse después sustentaban este principio. Para asegurar la calidez, bastaría repetirse.

El tránsito de una Isla a un continente, prueba si un artista dotado para fabular con su tiempo es capaz de generar ficciones desde cualquier lugar del planeta. Distanciarse del espacio donde nació y emergió, le exige generar una mezcla de identificación y extrañamiento, lo local y lo global. Se impone lograr reinventarse.

A partir de fraguar intercambios desde 2014 con raperos, locales de presentación y disqueras independientes de Estados Unidos, Al2 “El Aldeano” inició un proceso de mudanza que lo llevó a fijar residencia en Tampa junto a su carrera en solitario.

 

Al2 es algo más que un ídolo de la “nueva escuela” del rap cubano contestatario, surgida en la década del 2000. No todas sus canciones giran en torno a una antropofagia de la Revolución Cubana. Su repertorio discográfico grabado en casa, incluye temas amorosos, familiares, románticos, autocríticos, ecológicos.

De la sedición política a la suciedad del espectáculo sabia en performatizar el ocio, Al2  habla en nombre de los héroes anónimos que beben para olvidar, huyen de su terruño para reconstruirlo a través de la nostalgia o blasfeman contra quienes no han sufrido lo suficiente para, al menos, tener el valor de callar.

La producción audiovisual de “El Aldeano” navega en Internet como ese balsero sin rumbo que es el rap cubano, corriente a la deriva en una marea de hegemonía represiva amparada en un populismo útil caracterizado por la furia reguetonera.    

“Hablando claro, asere, me le escapé al diablo”

Confesión es un video producido por Real Design, filmado en Cartagena, Colombia. Allí Al2 se reconoce adicto a las drogas y al alcohol al rimar contra el vicio como autodestrucción lenta y, en ocasiones, aplastante. El tema cargado de un lirismo ajeno a la jerga obscena del Hip Hop, está dedicado a los círculos de alcohólicos anónimos.

Atravesando las calles faltas de vecinos curiosos a la luz del día, por un momento el rap deja de ser guerra para resolverse en una tregua.

En el clip aparecen niños, adultos, ancianos con una sonrisa a flor de labios sosteniendo cartelitos; estos invocan a la salvación espiritual mediante la limpieza física en busca de una higienización tóxica. “No puedes pagar diariamente la letra de la muerte. La vida es como un velorio dónde tú velas tus sueños”, dice “El Aldeano”, mientras recorre una arteria en la cual, al parecer, no sucede nada.

Confesión (2015) defiende esa postura anticomercial donde el contenido se impone a la forma del esteticismo fashion, atestado de un hedonismo inalcanzable para desposeídos que suelen encarnar a las víctimas de ilusiones fulminantes.

Confesión evoca la impronta de América, un clásico de “El B” cuando Los Aldeanos sonaban en la calle al tiempo que los excluían sin miramientos de los medios de difusión masiva. En América, crónica del primer volumen de Dr. Jekyll & Mr. Hyde (2008), Bian Oscar Rodríguez le pide a Dios que salve a un continente en ebullición colérica, donde no sé sabe quién consume a quién.

Durante su carrera en Cuba, los Aldeanos eran criticados por el uso de malas palabras y ofensas. Admitamos que dichos señalamientos pueden devenir en cliché de una censura disfrazada de educación; algo que no rige la totalidad de los temas o audiovisuales de Al2 ni de “El B”, ni antes ni después de trabajar juntos.

En el video Camino (2018), dirigido por Michael Davis, “El Aldeano” describe la realidad como paraíso o infierno plagado de opciones para avanzar o fracasar. “/Hoy en el trono y mañana dentro de un hueco/Hoy es el camino, mañana es un submarino/”. Aquí el individuo es un perro vagabundo, negado a echarle la culpa a nada ni a nadie de sus errores o tropiezos en su peregrinaje por el arte y la vida.

La poesía urbana de Al2 posee un fuerte acento confesional. Alguien pudiera decir que es el más familiar de los raperos cubanos, sin obviar a intérpretes con quienes ha realizado colaboraciones explotando este matiz como Escuadrón Patriota (Raudel Collazo) o Silvito “El Libre”. Ese tópico se antoja obsesivo cuando Al2 se apoya en la cámara para desahogar sus catarsis intimistas fuera del escenario.  

El videoclip Gracias (2016) muestra esta pulsión autobiográfica; capta esos momentos donde la plataforma sociopolítica se vuelve fantasmal. Aquí Al2 da gracias a la vida “por el amor de una madre que la adoro, por un arte que no tiene dueño; gracias por la silueta de la policía, por la cintura del cielo que me acompaña; gracias por dejarme ver que las metas más bellas son las que están más lejos,  por las nubes que hay en el camino de La Habana hacia Tampa”.

A solas con los fulgores de un paisaje natural, Al2 le agradece a la luz y minimiza a las manchas, esas que pretendieron en vano convertir los sueños en pesadillas. A muchos kilómetros de la miseria desarrollista, sobraba gritar ¡Abajo todos los presidentes!, para alcanzar un nirvana oral sin eco.                                                                                         

Al2 “El Aldeano” no es el “Gran Parásito” del drama entre la Isla y su diáspora, ni tampoco del litigio Cuba vs. Estados Unidos que rellena a obesos políticos.

Escrito por Héctor Antón

Héctor Antón Castillo (Camagüey, 1963). Periodista y crítico de arte. En 2004, obtuvo el Premio Nacional de Crítica de Artes Guy Pérez Cisneros con “La otra muerte del autor”. En 2006, mereció el Premio de Crítica en el Concurso auspiciado por la Revista “Videncia” con “Las paradojas inconclusas de Pedro Pablo Oliva”. Textos suyos aparecieron en la antología “Nosotros, los infieles. Narraciones críticas sobre el arte cubano (1993-2005)”. Se le concedió Premio en el Concurso de Crítica de Artes Artes Guy Pérez Cisneros (2008), con el ensayo “Contra la cautela: una razón para otras sinrazones”.

 

Relacionados