Lo ha dicho con absoluta seguridad, una seguridad de Estado, el presidente dactilar Miguel Díaz-Canel, tan compuesto y rozagante: “Sólo el socialismo salvará a la humanidad”.
Pero antes de que él lanzara esa osada y ajena predicción, ya lo había hecho (no hay que asombrarse) el diario Granma, el más diario de los diarios, en una nota que decía: “En ocasión de conmemorarse este 22 de abril el aniversario 150 del natalicio de Vladimir Ilich Lenin, y mediante un mensaje al Partido Comunista de la Federación de Rusia, el Comité Central del Partido Comunista de Cuba se declaró unido «a todos los revolucionarios del mundo» en el recuerdo reverente al fundador y líder de la legendaria Revolución Socialista de Octubre”.
Nada más y nada menos que a Lenin, que en Cuba fue, además, un parque y una escuela, los dos en un estado más que lastimoso.
Recuerdo una tarde cuando estudiaba la carrera de Pedagogía en Historia en Melena del Sur, que nos fuimos al pueblo de Güines a ver una película. Se apagaron las luces y en pantalla comenzó un Noticiero ICAIC donde se veían imágenes de Vladimir Ilich Ulianov caminando desesperado, como solía suceder en las películas de la época. Entonces, la oscuridad fue rota por una voz chillona, que, entre la burla y el asombro, gritó: “Mira, el viejito que inventó el hambre”.
De más está decir que no hubo más película. Se encendieron las luces y llegó la policía. No recuerdo cómo pudimos salir de allí sin ser interrogados.
Pero el causante de aquel divertido rifirrafe había acertado en su grito: para muchos, y aunque siempre hubo y hay aún hambre en el mundo, Lenin era quien la había inventado, y si no la inventó, la perpetuó, la hizo sistémica, diaria, resultado de un sistema de producción que no produce. De un estado donde supuestamente caben todos, pero en el que realmente sobran casi todos y caben solamente los que caben.
El primer disparate del socialismo es que se basa en unas profecías, dizque científicas, de dos alemanes decimonónicos. Uno, rico y próspero, y otro que jamás trabajó en nada ni supo mantener a su familia.
El otro dislate es que el primero de los grandes germanos mencionados aseveró, pensando en la implantación de ese sistema igualitario, que “el trabajo hizo al hombre”.
El hombre en un estado socialista piensa, con matemática lógica que si ya él, como hombre, está hecho, que trabaje otro que quiera terminar de hacerse.
Sucede que casi siempre en el socialismo uno trabaja, cuando lo hace, por sentir que hace algo por el resto de la sociedad, y a lo más que aspira es a un diploma que luego colgará en la pared. Pero en ocasiones el diploma es una mierda de cartón de mala calidad que se pone amarillo enseguida porque no hay lugares donde pudiera enmarcarlo para protegerlo. También sucede que la pared donde lo iba a colgar ya se cayó o está en peligro de derrumbe.
Está demostrado que para construir el socialismo hace falta tiempo. De 200 a mil 500 años. Por eso se necesita un solo partido, un partido confiable, con militantes confiables, tenaces y tesoneros, como los de Cuba. En Cuba hay un partido único que fomenta el embrutecimiento ilícito.
Cuando una propiedad deja de pertenecer a un propietario y pasa a ser propiedad del pueblo, es entonces propiedad de nadie. Es como una propiedad transitoria que no te importa mucho a ti, ni a este, ni a aquel, ni al otro, porque no hay una relación directa con la propiedad.
El caso está plenamente demostrado en el tema musical que dice “Songo le dio a Borondongo, Borondongo le dio a Bernabé, Bernabé le pegó a Kuchilanga, le dio Burundanga que jincha los pies”. Es decir, la propiedad colectiva te importa un carajo porque no recibes dividendos. Solamente te jincha los pies.
Y ahora veo que me he extendido en el tema cuan largo soy, y que preciso una segunda parte para terminar de explicar, fehacientemente, mi aseveración.
Quiero terminar esta parte con el final del citado párrafo de Granma: “reiteramos nuestra firme convicción de que solo el socialismo salvará a la humanidad y será capaz de conducirnos a un mundo mejor”. Miles de cubanos que conocimos el fracaso de ese socialismo, sí encontramos un mundo mejor. Mejor que el que ellos creen suyo, el que dirigen y disfrutan.