Una de las utopías más discutidas en torno a la ideología socialista, y que Jean Paul Sartre adopta en su día como un pilar dentro de su existencialismo de raíz marxista, es la del "intelectual comprometido".
Jorge Peré disecciona la XIII Bienal de La Habana: "no pudo ser más triste. Tampoco pudo ser más corta. Nos habla, en sentido general, de una profunda crisis".
Jorge Peré disecciona la XIII Bienal de La Habana: "no pudo ser más triste. Tampoco pudo ser más corta. Nos habla, en sentido general, de una profunda crisis".
LaChapelle sacaría partido de lo más pintoresco del kistch insular. Feal se iría a los bajos de Harlem y Brooklyn, a tomar fotos de afrodescendientes y newyoricans.
Ricardo fue a quedarse inválido en Angola. Y mi padre terminó lisiado en Cuba. Ambos llegaron a sentir, de distintas maneras, las cicatrices del proceso. El país les pasó factura por igual.
Quien conozca a Raúl Cañibano convendrá en que su carácter, la manera en que dialoga, e incluso, cómo luce a simple vista, casi llega a contradecir el poder hipnótico de sus fotografías. Si aquellas desfilan con autosuficiencia, su autor, paradójicamente, se muestra de manera antagónica.
Hay demasiados motivos que cuestionarse en estos días. Demasiados síntomas que advierten la inminencia de una caída, de un colapso que, para muchos, ya no era posible en un país cuya política parecía alinearse a la ruta de la apertura.
Si existe un ABC del sexo en esta ciudad, algo del tipo “consejos para no fracasar en tus citas sexuales”, confieso que no lo conozco. Quizás exista en forma de guía para extranjeros, como un folletín que te obsequian (o te venden) en alguna parte, cuya función es ponerte al tanto de dónde encontrar sitios, habitaciones de alta o baja gama para pasar el rato.
En este caso, la fotografía es apenas el móvil, el objet trouvé, por Reynier Leyva Novo (La Habana, 1983) en su intento de suscitar otro de sus discursos revisionistas.
Helen, una rubia perfecta de veinte años, se ubica entre lo más codiciado en las noches del bar Mío & Tuyo. De día, estudiante del tercer año de Estomatología. De noche, especie de femme fatale conocida por todos: músicos, artistas, celebrities, proxenetas y putas.
A diferencia de Londres o Nueva York, aquí la llovizna no es elegante. La llovizna habanera no es fotogénica, no tiene el efecto de esas pelis románticas en que dos jóvenes aprovechan para besarse y celebrar que se aman. Aquí la lluvia es más un sálvese quien pueda, una estampida de gente buscando refugio y, sobre todo, algo en que moverse...
La Habana se pudre. Se va pudriendo bajo ese maquillaje que a duras penas pretende disimular sus grietas. Se pudre pese a la quimioterapia de sus nuevos hoteles.