Cuatro compañías chinas prueban ya sus vacunas candidatas en humanos, más que los Estados Unidos y Gran Bretaña combinados. Los medios estatales han convertido en una celebridad a Chen Wei, la principal viróloga del ejército chino, que lidera uno de los equipos de la vacuna. Varios funcionarios han mencionado que la vacuna podría estar lista para septiembre.
El régimen presidido por Xi Jinping muestran desespero por desviar las fuertes críticas internacionales sobre cómo manejó el brote; ofrecen recursos a las compañías farmacéuticas y han reducidos los protocolos burocráticos.
China aspira a ganar la carrera mundial contra el coronavirus y potencia la industria de vacunas en el país, la misma que antes ha estado inmiscuida en graves problemas de calidad y escándalos.
“Hace solo dos años, padres chinos estallaron en furia después de descubrir que las vacunas ineficaces habían sido administradas principalmente a los bebés”, indica un reporte publicado en The New York Times.
En caso de que China logré producir la vacuna para el nuevo virus, debe en primera instancia ganarse la confianza del público, que podría estar más inclinado a elegir una vacuna fabricada en el extranjero que una vacuna china.
Ray Yip, el ex jefe de la Fundación Gates en China, ha señalado que “los chinos ahora no tienen confianza en las vacunas producidas en su país. Probablemente sea el mayor dolor de cabeza. Si no tuvieran todos esos incidentes, las personas probablemente se pondrán en kilométricas filas para obtenerla”.
“Las compañías de vacunas de China operan con un sistema político cerrado que tiene un historial de encubrimiento de escándalos de seguridad y los protege de la competencia extranjera. Pocos invierten mucho en investigación y desarrollo, y no han descubierto muchos productos con impacto global. Muchos fabricantes operan con la expectativa de impunidad, sabiendo que incluso si se descubre que han producido productos defectuosos, es poco probable que se cierren”, destaca Infobae en una nota publicada este miércoles.
A su vez The New York Times ha ofrecido informaciones que las vacunas en China están siendo desarrolladas en CanSino Biologics, una empresa farmacéutica con sede en Tianjin, y el brazo de ciencia médica del Ejército Popular de Liberación; en el Instituto de Productos Biológicos Wuhan, un brazo del Grupo estatal Sinopharm; Sinovac Biotech, una compañía privada y el Instituto de Productos Biológicos de Beijing, que también pertenece a Sinopharm.
“En 2018 el instituto Wuhan estuvo involucrado en un gran escándalo. En esta institución se inyectaron vacunas defectuosas contra la difteria, el tétanos, la tos ferina y otras afecciones en cientos de miles de bebés. China impuso una multa de 1.3 mil millones de dólares a otro fabricante de virus involucrado, Changchun Changsheng. El escándalo provocó el despido de docenas de funcionarios y promesas de una rápida limpieza de la industria”, detalla Infobae.
El gobierno confiscó los “ingresos ilegales” del instituto Wuhan, multó a la compañía y castigó a nueve ejecutivos. Según documentos judiciales el instituto Wuhan cuenta además con varias demandas de víctimas que alegan que las vacunas del instituto han causado “reacciones anormales”.
Por su parte, el Sinovac Biotech también ha estado involucrado en escándalos de soborno.
A pesar de estas irregularidades anteriores, el gobierno chino les ofreció a estas empresas el permiso para acelerar los ensayos. El instituto Wuhan, Sinovac y el instituto de Beijing obtuvieron aprobaciones combinadas para ejecutar las dos primeras fases, una decisión cuestionada por varios científicos chinos.
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Según el People’s Daily, el periódico oficial del Partido Comunista, Ding Sheng, decano de la escuela de farmacia de la Universidad de Tsinghua en Beijing, señaló que algunas compañías estaban “adoptando métodos no convencionales” en la etapa de investigación preclínica, ejecutando tareas como el proceso de diseño y el modelado de animales al mismo tiempo cuando debían hacerse consecutivamente.
“Entiendo la ansiosa expectativa de la gente de una vacuna”, dijo el Dr. Ding. “Pero desde un punto de vista científico, no importa cuán ansiosos estemos, no podemos bajar nuestros estándares”.
Más de 257 mil personas han fallecido en todo el orbe, según registran las cifras oficiales publicadas hoy, y el conteo real probablemente sea mucho más alto. El COVID-19 continua siendo extremadamente difícil de eliminar, incluso China, donde han vuelto a surgir brotes esporádicos. Una vacuna se ha convertido en la prioridad internacional y en la alternativa principal que asume el presidente Xi Jinping para desviar su silencio y no alertar de la futura propagación del virus.