El dióxido de carbono (CO2) es un gas incoloro, denso y poco reactivo que pertenece a la capa atmosférica más cercana a la tierra; es un de los llamados gases de efecto invernadero. Las emisiones del CO2 se presentan de manera natural o antropogénicas, teniendo un alto crecimiento en los últimos 170 años; lo que produce grandes afectaciones en los ecosistemas y la biodiversidad.
La pandemia que vivimos ha causado una caída notable e importante en las emisiones del dióxido de carbono; la Agencia Internacional de Energía (AIE), en su último informe, establece que habrá una reducción 6 veces mayor que las registradas en el año 2009; además, las emisiones a nivel mundial tendrán una caída del 8% en el presente año gracias a las restricciones tomadas por los gobiernos para evitar una mayor propagación del virus, principalmente en la movilidad aérea, terrestre y marítima, señala también que, posiblemente, es el doble de todas las reducciones de emisiones de este gas desde el final de la Segunda Guerra Mundial (2 de septiembre de 1945).
La reducción anual de las emisiones del dióxido de carbono que había tenido una cifra notable, hasta el día de hoy, fue durante la Segunda Guerra Mundial con 845 millones de toneladas de CO2.
Sin embargo, en crisis anteriores como la gripe española, la crisis energética de los 80 y la crisis financiera del 2008, ha evidenciado un impacto ambiental inverso frente a la pandemia del coronavirus.
Un año después de la crisis financiera (2008 - 2009), aumentó 1.612 millones de toneladas de emisiones de CO2, a causa de actividades económicas sin tener en cuenta las consecuencias que iban a tener en los impactos ambientales y climáticos.
El desplome de las actividades industriales, comerciales y rutinarias para el ser humano, traerá como consecuencia la reducción de aproximadamente 2.000 millones de toneladas de emisiones del CO2 (5 % de los gases emitidos en el año 2019).
En efecto, la disminución de la demanda energética y la quema de combustibles fósiles, ha permitido generar este impacto positivo para el medio ambiente, sin embargo, ha arrastrado al mundo a una recesión económica y crisis en las diferentes actividades económicas.
Esta situación ha expuesto la vulnerabilidad económica frente a la crisis mundial y cómo las organizaciones del mundo deben entrar en la tendencia de la responsabilidad social, generando buenas prácticas, enfocadas en conservar los tres pilares fundamentales para el desarrollo (social, ambiental y económico), esto debe incurrir a todos los miembros de las organizaciones y establecer nuevos aliados como la tecnología, para disminuir los indicadores, y por consiguiente, los efectos contraproducentes que ha generado las actividades humana en el transcurso de la historia.
Según informes de la ONU, anualmente debería haber una disminución de 7,6 % de estas emisiones, es decir 2.800 millones de toneladas de CO2, para evitar la elevación de temperaturas (calentamiento global) y lograr que anualmente suban menos de 1,5° Celsius.
Fuente: Agencia Internacional de la Energía