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Quién fue Juliet Tuttle, la mayor asesina de perros de la historia

El chófer de Juliet Tuttle le contó a la Policía que llevaba a su jefa todos los días a recorrer el condado para dar de comer a los perros

Actualizado: Wed, 12/28/2022 - 15:05

Un día de 1937, Juliet Tuttle se bajó de su limusina en Eastchester, en Nueva York, para dar de comer a dos perros que jugaban en un parque, mientras su propio perro esperaba dentro del vehículo. Horas después, uno de aquellos perros murió y el otro estaba completamente enfermo.

Una mujer que vio a los dos perros agonizando, llamó a la policía porque temía que quien envenenó a los animales, pudiera hacerlo también con los niños del vecindario.

Es aquí cuando comenzó una investigación. El chófer de Tuttle le contó a la Policía que llevaba a su jefa todos los días a recorrer el condado para dar de comer a los perros y que, curiosamente, más de 75 perros habían muerto o enfermado a lo largo de esa ruta.

La ardua pesquisa llevó a la policía a encontrar una cápsula con cianuro cerca del parque donde Tuttle daba de comer a los perros. La mujer fue bautizada entonces como “la envenenadora de perros”, después de haber sido elogiada por la prensa durante siete años como una gran defensora de animales.

La historia de Juliet Tuttle fue contada por primera vez por la escritora Pegan Kennedy, que publicó su artículo en la prestigiosa revista The Atlantic.

“¿Por qué una conocida defensora de animales iba a matar perros de una forma tan espantosa?”, se cuestionó Kennedy. “Fui reuniendo pistas y descubrí que Juliet Tuttle podría ser la asesina de mascotas más prolífica de la historia”.

Unos años antes de que Tuttle comenzara a asesinar a los perros, se encargaba de torturar gatos callejeros, inclusive se jactó ante la prensa de haber desarrollado un sistema para capturar gatos, embolsarlos y ejecutarlos, siendo un exterminio “misericordioso” ante la creciente plaga de felinos.

En ese momento, Tuttle admitió que utilizaba cloroformo para “cazar” a los gatos callejeros, que eran “una plaga y una vergüenza para la humanidad”.  Luego, los terminaba de matar en un hospital para animales, mientras a unos pocos los curaba.

La mujer argumentaba que mataba a los animales para evitarles el sufrimiento de estar sin un dueño y sin hogar, pero con el paso del tiempo, le “agarró gusto” a la idea, según el artículo de investigación de Kennedy.

 

En un principio, Tuttle secuestraba gatos callejeros, pero luego comenzó a perseguir collies y pastores de pura raza que estaban en los jardines de las personas ricas. Fue entonces cuando la atraparon.

 

En junio de 1937 fue llevada a juicio. La acusada admitió comprar cápsulas que contenían cianuro, pero, según ella, las usaba para someter al animal y poder brindarle atención médica.

 

Los antiguos choferes de Tuttle, que habían renunciado al empleo, declararon ante el tribunal. Las pruebas eran contundentes y el juez le impuso a la mujer la multa más alta permitida entonces por crueldad con los animales: 500 dólares, el equivalente a unos 10.000 dólares de hoy en día.

 

“Nunca sabremos exactamente qué la impulsó”, explicó Kennedy. “Tal vez le atrajo la idea de que lo único que tenía que hacer era dejar caer una cápsula en un jardín y pronto los habitantes de aquellas hermosas casas temblarían de terror”.

 


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