La conexión entre los estados mentales y la salud física es un hecho incuestionable, lo que sí está sujeto a dudas es en qué medida y cómo esto ocurre. Necesitaríamos interminables tomos para explicar los mecanismos que vinculan los pensamientos al cuerpo. Además de que al respecto no hay verdades monolíticas, se trata un conocimiento en desarrollo actualmente. De esa manera, mejor dedicamos nuestro tiempo a entender cuán seriamente puede nuestro cerebro influir en la salud cardiovascular.
Hoy se habla, por ejemplo, de Medicina Integrativa, Medicina Holística o Medicina Psicosomática, con más o menos aceptación por los académicos debido a que en ocasiones el enfoque no se ajusta a los cánones establecidos de la ciencia, o bien se mueven en sentido contrario.
Ya aquellos filósofos griegos que se empeñaban en darle sentido a la vida a través de su indagación, pusieron al corazón como hogar del alma, de los pensamientos y sentimientos, de la Phyche en sus palabras. Eso no es para nada una asignación gratuita. No hace falta un título de filósofo ni de médico para notar cuando alguien se lleva la mano al pecho ante una emoción intensa.
Uno puede casi sentir como se gestan y desarrollan los sentimientos de amor, miedo, ira en nuestros corazones. Pero no, el centro superior de las actividades mentales es el cerebro, que se conecta al corazón a través de una red de nervios y hormonas.
Podríamos decir que el corazón es el vocero del cerebro.
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Están descritos casos de muerte debido a angustia intensa en una no tan rara entidad conocida como Cardiomiopatia de Tako Tsubo, donde se constata una dilatación de la punta del corazón que causa la muerte a corto plazo. Los médicos conocen claramente cómo el estrés puede simular un ataque cardíaco sin que la persona esté fingiendo, sino que puede genuinamente producir síntomas como opresión de pecho y falta de aire en una entidad llamada Síndrome de Mendes Da Costa.
El doctor Jacob Mendes da Costa lo llamo inicialmente “Corazón de Soldado” al describir fatiga, dolor de pecho y palpitaciones en soldados sometidos a los rigores de la Guerra Civil en Estados Unidos.
Por otra parte, los estadísticos ya no se sorprenden cuando encuentran que las muertes cardiovasculares por infarto, arritmias y aneurismas se han elevado hasta un 200% en casos de catástrofes naturales como terremotos.
Los estados de ansiedad, depresión, duelo, estrés, o ira, pueden desencadenar o empeorar la Hipertensión Arterial, arritmias, angina, infarto cardiaco, Insuficiencia Cardiaca, entre otros.
Los pacientes mismos conocen del efecto en la presión arterial del viaje al hospital a enfrentarse al personal médico y todo lo que implica. Es la llamada Hipertensión de Bata Blanca. Cuando están frente al médico, la Presión Arterial se comporta como alta, sin embargo, en otras circunstancias la presión se normaliza.
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De este modo hay que entender que la salud del corazón empieza en la salud mental. Se recomienda a los pacientes con enfermedades cardiovasculares vincularse a alguna actividad que fomente la paz mental y el equilibrio físico, Puede ser Tai Chi, Yoga, Meditación, Oración, Horticultura, trabajos manuales sencillos, etc
De igual forma, no dude en ver un psicólogo si usted o su médico lo valoran como beneficioso.
Con el tiempo debe ir quedando más claro el papel de psicólogos y psiquiatras, no solo ya en la salud psíquica, sino también para la salud física. Es más, debe ir difuminándose progresivamente la artificial separación entre mente y cuerpo. La medicina, tal y como ocurre hoy, ha alcanzado niveles altísimos en tratar las enfermedades, no así al paciente, y menos a la persona.
Todos los esfuerzos que hagamos para obtener una mente sosegada se pagan con salud. La práctica de la bondad y la sencillez, deshacerse de rencores y miedos, redundará en una mejor salud cardiaca. No por gusto la sabiduría popular habla en términos de “tener un buen corazón”.
Para finalizar, recordemos la máxima de Hipócrates, padre de la medicina: “Mente sana en cuerpo sano”.