Machi quería darle una gran sorpresa a Machi. Le iba a cocinar una olla inmensa que serviría lo mismo para hacerle olvidar los sinsabores del 11 de julio, el tornado de su inauguración como supuesto presidente y la frasecita que los indecentes y malagradecidos cubanos ponían en las paredes mencionando su nombre.
El caldo programado llevaba solidaridad, encuentro de culturas, emociones, artistas queridos y posiblemente incentivaría más el turismo, para que La Habana se llenara de gente amable y relajada que vive en otros países, y desconoce el coraje de un pueblo que, aunque no tenga aceite, sabe construir el socialismo, o cualquier sucedáneo. Machi iba a mandarse un festival, y no uno cualquiera, que los hay ya de cualquier categoría: festival de la toronja, festival de la piña, festival de la papa, en fin, festivales de cuanto producto agrícola no permitía el criminal bloqueo que el cubano de a pie disfrute.
Pero no, Machi iba a organizar para él y para la parte del pueblo que dice apoyarlo, un festival de altura, el de San Remo, para decirlo en grandes letras, y eso colmaría de placer no solo a Machi, sino a los militares que confiaban en él para que mantuviera firme el timón de la isla.
Pero, ay, Lis Cuesta tropezó cuesta arriba con algo predecible, aunque inesperado y eso la ha lanzado cuesta abajo cual maltrecha flor de lis. Pensó que diciendo “San Remo” se abrirían las grandes alamedas, la Scala de Milán, la Fontana di Trevis, y que todas las grandes figuras comenzarían a emitir una luz cegadora desde La Habana que atrajera al turismo internacional como atraía el flautista de Hamelin a los ratones.
Pero Machi se equivocaba de contén a contén, que en italiano de San Remo se dice “de conteni a conteni”. El San Remo Award que le habían vendido para que se lo vendiera al Puesto a Dedo y consorte conyugal, y de paso a los gloriosos guerreros que levantan una Habana hotelera, no era el viejo y admirado Festival casi estival donde han cantado muchas figuras famosas. No, le habían dado gato por liebre, que en el idioma oficial y revolucionario se dice pollo por pescao. No era aquel Festival, sino un festimal.
Y para más inri, o para colmo de mares, la hermosa, gloriosa, jocosa, culturosa y turística idea tropezó con la semilla del mal, el mal azul, abierto y democrático: los pasajeros de aquel tren no esperaron llegar a la estación central para apearse, y se sentía la presión, según ellos, que no era más que la cólera de un exilio que construyeron ellos mismos desde que a Papá Castro le molestaba que alguien le dijera que no, o que lo mirara atravesado o burlón.
Y ese exilio, diáspora, comunidad cubana en el exterior, o el desparrame geográfico que tiene la isla de Cuba en este momento, harto de ver cómo la dictadura arma y desarma proyectos estúpidos sobre un pueblo hambreado, desamparado medicinalmente, agobiado por las viviendas en mal estado y la policía política y la otra más vulgar, ambas también en mal estado, dijeron no, hasta aquí, cierra la talanquera Pancho, que se escapa el ternero, y alzaron la voz, sus voces, nuestras voces, para desnudar la mentira de esa farsa de gobierno donde culpan al bloqueo hasta del catarro, y no a la idiotez, ineptitud, estrechez de miras y acartonamiento de sus dirigentes desde el accidente de 1959.
La primera dama, o la que ejerce el primerdamato en la isla, organizando festivales de cocina en un país donde nadie tiene aceite para freír aunque sea una libra de aire, y desfiles de modas en una población donde las damas tienen que usar un blúmer construido con varias copias de uso, queriendo complacer a los jefes de su marido, el Machi, anunció a los cuatro vientos que Roma estaba cerca de Melena del Sur, que Capri era un reparto de Arroyo Naranjo, y que San Remo iba a unir a los cubanos de aquí y de allá, y que los hoteles construidos sobre las ruinas de edificios que dejaron venirse abajo, se llenarían hasta el techo y los extranjeros tendrían que dormir en sus habitaciones por tandas.
Agarrados en el brinco, o sorprendidos en el tupe, la yunta del ñato que se cree que manda, han reculado, y ahora San Remo no es San Remo, sino que tiene como referencia “ese certamen famoso de la canción italiana, pero con una adecuación, con otro modelo auténtico, muy particular, y se plantea como una exportación de filosofía italiana al resto del mundo". Es como intentar colar que Arnaldo y su Talibán es una “adecuación con otro modelo a Charles Aznavour”.
Nadie sabe ahora mismo si San Remo remará. Si la barca partirá hacia su destino mientras el gobierno secreto de los militares, héroes de ninguna batalla, pasan el billete a ver si alguien pica, sea chino, ruso o bielorruso, escandinavo, canadiense o coreano de los del Juego del Calamar. Pero ya algunos sesudos están aportando soluciones. No me sorprendería ver algo así publicado en eso que llaman prensa cubana:
“Algunos artistas, por iniciativa revolucionaria, tras un breve diálogo con algunos de nuestros combatientes de la Seguridad del Estado, van a actuar en su nombre y también representarán a otros artistas internacionales que no han podido asistir por culpa del bloqueo. Así la cantante Haila cantará el primer día como ella misma, y luego encarnará a Miriam Makeeba, Ana Belén y Violeta Parra. Raúl Torres contribuirá con su presencia, pero tendrá como misión convertirse en un roquero argentino que él ha bautizado como Frito Páez, y para el último día de San Remo se reserva la sorpresa de encarnar a Armando Manzanero y a Dyango, los dos a la vez”.
Lo más triste de todo el asunto, remando y remando, es comprobar que la solemnidad de una dictadura que un buen día, con Papá Castro a la cabeza, creyendo ser el enviado de Dios para entregar la llave de la felicidad a los cubanos, perdió todo el sentido del humor. Y los sentidos en general. Hay que ser muy cruel para intentar llenar el país de turistas mientras todo se derrumba y la pandemia salta de un cuerpo a otro. Pero lo peor, o lo más peor es haber usado -con apropiación indebida- a un santo que no les pertenece.
Un santo que tiene el nombre del objeto más usado por los cubanos durante los 63 años del desastre. No es un machete, no es un fusil, no es un farol chino: es un remo. Un remo de cualquier madera y manera, artesanal, histórico, recto o menos recto, que le ha permitido a la gente espantar la mula e irse lejos del disparate de una ideología que no es tal, de un proyecto que ha dado tantas muestras de fracaso que nada más pensarlo es un fracaso. Un instrumento de libertad, pero también de muerte de miles de cubanos que desaparecieron en el mar.
Un día a esos militares, policías, esbirros y dirigentes, el pueblo les va a dar bien duro en las cabezas con largos remos. Los cubanos remaremos dentro de la isla. Será el día de San Remo, el verdadero, el día en que Cuba llegará por fin a buen puerto.