Los ciudadanos afganos, tanto hombres como mujeres verán sus derechos y libertades básicas e individuales retroceder, según el catedrático español Pablo de Lora, quien con el retorno de los talibanes escribió que las mujeres "verán sus derechos más básicos en muy serio peligro: su educación, su autonomía personal, por supuesto su integridad física y su vida, entre otros".
Por su parte, Mary Kaldor, de London School of Economics, se pregunta: "¿Qué puede o debe pasar a partir de ahora?". Y responde: "Cualquier impresión de que los talibanes son hoy 'diferentes' a pesar de los asesinatos de intelectuales y el horrible trato que reciben las mujeres, es puro espejismo. No se debe reconocer al gobierno talibán".
Zabihullah Mujahid, el portavoz talibán, declaró que las mujeres serán "una parte muy activa" dentro de la sociedad afgana y que podrán estudiar y trabajar, pero siempre dentro de "los marcos del islam". A los medios de comunicación les aseguró que serán 'libres e independientes', pero que no podrán actuar contra los 'valores nacionales y culturales' de Afganistán.
En este contexto cabe la crítica al progresismo occidental. Parafraseando a la escritora estadounidense Anne Applebaum, la izquierda pacifista se ha vuelto delirante. Por un lado, celebra la caída del 'imperialismo' liberal neoconservador, y por el otro, cree que la solidaridad por sí sola será suficiente. "¡Aguanten hermanas!", le dicen a las afganas en sus arengas.
Al confrontar la problemática de las mujeres afganas, el escritor David Rieff cuestiona si los Estados Unidos deberían quedarse en Afganistán hasta que la cultura afgana cambie totalmente. Reiff rechaza esa visión de la obligación de Estados Unidos. "¿EEUU deben quedarse hasta el siglo XXII? Deberían ir también a hacer la guerra en Arabia Saudita o en Yemen, en Somalia. Me parece que la idea es una versión totalmente imperialista de los derechos humanos". Pero la universalidad de los derechos humanos no puede ser prerrogativa de algunos grupos humanos o de sociedades secularizadas occidentales.
La periodista española Mónica Bernabé, que pasó años en Afganistán, opina que los nuevos talibanes no son más moderados que los que tomaron el poder en 1996: "Tienen un discurso de cara a la galería y no hay que distorsionar sus palabras. Los talibanes dijeron en su primera rueda de prensa que su ideología continúa siendo la misma". Mujahid, portavoz del grupo yihadista, afirmó que las mujeres tendrán sus 'derechos dentro del marco de la sharía', la ley islámica.
Activistas musulmanas se han encargado de visibilizar estos días las voces, los rostros, los nombres y las acciones de mujeres afganas opositoras. Ser mujer bajo el régimen de los talibanes, de los iraníes o de los saudíes ya no es ser invisibilizada y anulada cada día, es una suerte de condena a cadena perpetua.
El director ejecutivo de UN Watch Hillel Neuer recuerda que en 2020 Afganistán ganó un lugar en el máximo organismo de derechos de las mujeres en Naciones Unidas para el periodo 2021-2025, una posición que los talibanes pueden heredar si son reconocidos como gobierno oficial del país.
La persecución de los talibanes contra las mujeres ya ha comenzado. Fariha Esar, Rahima Radmanesh y Shukria Mashaal son algunas de las activistas que participaron en una reunión en la que instaron a la milicia fundamentalista a no dejar a las afganas al margen de la toma de decisiones. "No vamos a renunciar a nuestro derecho a la educación, al trabajo y a la participación política y social", declaró Esar.
Tampoco debe perderse de vista que entre 2010 y 2020, 3.219 mujeres fueron asesinadas en Afganistán, según cifras de Naciones Unidas. "El recuerdo de los días oscuros que los talibanes les impusieron en los cinco años en los que se arrogaron el poder, entre 1996 y 2001, probablemente pesa más en su ánimo. Los talibanes enclaustraron entonces a las afganas en sus casas prohibiéndoles trabajar, estudiar e incluso hacer ruido al caminar, so pena de castigos crueles que podían llegar a la muerte por lapidación y otros finales atroces", reporta El País citando a las activistas, cuyos testimonios recogió el medio afgano independiente Tolo News.
Rina Amiri, diplomática y principal investigadora en el Center for Global Affairs de New York University, recuerda que la militancia de las mujeres afganas se remonta al siglo XX. "En los años setenta, la monarquía afgana había instituido de manera gradual políticas que promovían la educación universal de las mujeres y las niñas, apoyando su participación en prácticamente todos los sectores de la fuerza laboral, en especial en los centros urbanos. Pero en 1979, la Unión Soviética invadió Afganistán. El gobierno respaldado por los soviéticos impuso duras reformas radicales que desbarataron los esfuerzos de modernización autóctonos del país e intensificaron la oposición conservadora a los derechos de la mujer".
Amiri sostiene que Estados Unidos no llevó derechos a las mujeres afganas, aunque sí tuvo que ver en la recuperación de estos en las dos últimas décadas. Las mujeres afganas del año 2021 son ministras, embajadoras, legisladoras, tienen presencia en la vida política a todos los niveles y participan en todos los sectores activos de la sociedad. Pero en los territorios que los talibanes controlan las mujeres y las niñas han visto cerrar sus escuelas, limitar sus movimientos y pisotear sus derechos.
Anne Applebaum cree que Estados Unidos no se rindió en Afganistán, sino que perdió la paciencia y decidió irse. El exsecretario de Estado Mike Pompeo y el expresidente Donald Trump firmaron un acuerdo con los talibanes, comenzaron a retirar las tropas y el presidente Joe Biden completó esta tarea. Las recientes imágenes de Kabul cuentan una historia que va más allá de la política exterior estadounidense. Esa historia, según la escritora, es la de una organización teocrática, misógina y militarista que está destruyendo rápidamente cualquier elemento de la sociedad liberal que logró arraigar en Afganistán durante dos décadas de 'imperialismo neoconservador'.
Ilustración: Shamsia Hassani