El país maternal

El mundo está equivocado y es una verdadera lástima, porque cada vez que alguien intenta arreglarlo, el resto de la gente tira para el otro lado y lo tuerce más.
 El país maternal
 

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El mundo está equivocado y es una verdadera lástima, porque cada vez que alguien intenta arreglarlo, el resto de la gente tira para el otro lado y lo tuerce más.

Los hombres no acabamos de ponernos de acuerdo en qué es lo más importante en la vida. Y discutimos por cosas banales, problemas de método y no de esencia. Que si por arriba o por abajo, que si por delante o por detrás, que si hay que gritar o hacer silencio. Debe ser por la puñetera forma de la tierra, que al ser redonda, una parte duerme mientras la otra trabaja, y eso da una envidia terrible.

Ni siquiera porque en El pequeño príncipe nos dicen que lo esencial es invisible para los ojos, vemos lo que tenemos que ver. O lo que deberíamos. Claro que hay lugares donde el problema se agrava más, como, por ejemplo, en Cuba, donde un presidente es, casi como jugando, pero nadie votó por él. Lo escogieron otros, u otro. Y hay cosas esenciales que nadie ve, como el papel higiénico, que es esencial pero invisible. Y ese sí se usa por arriba, por abajo, por delante y por detrás.

Se honra a los más inútiles, a los que más bulla hacen, a los que más tiempo hablan, a los que llegan tarde a los combates, y a la gente humilde y callada se le ignora. 

En Cuba los que mandan siguen confundiendo al pueblo con la misma letanía de construir el socialismo. Yo nunca había visto un empeño tan grande en construir una cosa inútil y sin materiales. Otros países con más recursos, tiempo y gente no lo lograron. Porque esos que mandan necesitan tener a la gente ocupada en algo, aunque sepan que no se puede, o que no tiene utilidad.

Miren cuántas estatuas se le levantan a héroes que lo único que hicieron fue morirse. Y a las personas que hacen vivir y que ayudan a hacerlo, no se les pone ni una plaquita en la puerta. Y muchas veces los verdaderos héroes son los sobrevivientes, los que vendieron maní en el malecón, o queso y cigarros en bolsa negra. Los que lucharon para que sus hijos no se acostaran sin comer.

Y si hay una persona que reúne todas esas condiciones es la madre.

La madre es ese ser que muchas veces solamente se recuerda cuando nos la mientan. La madre es heroína de todos los combates, desde que amanece hasta que cae la oscuridad. Aunque en Cuba la oscuridad cae muchas veces a otras horas y eso es porque le volvió a faltar una pieza a alguna termoeléctrica. 

Durante muchísimos años, y por pura conveniencia del gobierno, el ejemplo supremo de una madre era Mariana Grajales, la progenitora de Antonio y el resto de los Maceos. No de los Maceítos que viajaron a Cuba después. Pero muchas madres no estaban completamente de acuerdo con esa elección de Mariana como madre superiora. 

Es verdad que había hecho el acto supremo para una madre, desprenderse de sus hijos, alentarlos en la lucha y mandarlos a la guerra. Pero una madre lo que quiere es ver crecer a los suyos y que no le den guerra. Por eso en aquellos años en que aún prevalecía el color rosa en la revolución cubana, y la gente se sacrificaba pensando que el porvenir venía en camino, las madres mandaban a sus hijos a las becas, que era como ir a la guerra, pero sin armas ni caballo.

Las madres de aquellos años tenían así la misma tranquilidad que tuvo Mariana durante algunos años: no cocinar durante al menos cinco días en la semana y no andarse preocupando por la hora de levantar a sus muchachos para ir a clases. Otros los levantaban y hacían como que los alimentaban. Y de esa manera contribuían a la deformación de aquellos muchachos sin que las madres metieran la cuchareta. Ellas habían puesto el útero, pero la revolución ponía todo lo demás. 

Las madres cubanas tuvieron casi que viajar al desierto, a esperar en largas colas de madrugada a los Tres Reyes Magos, cuando aquella revolución que iba a devorar lentamente el alma de sus hijos, clasificó también sus juegos y sus sueños como básicos, no básicos y dirigidos, en un país donde lo básico iba a desaparecer, lo no básico no existiría y solamente quedaría lo dirigido, lo impuesto, lo obligatorio. Y, por encima de todas las cosas, lo condicionado, a creer en todo lo que te dirigían, porque para los mangantes que se hacían pasar por próceres, eso era lo único básico.

Entonces las madres tuvieron que inventar, como si vivieran en la manigua, para alimentar a sus hijos. Y para lograr tenerlos bajo el mismo techo que año tras año iba amenazando que un día iba a cumplir la ley de gravedad en un país donde todo es grave. Y vino entonces lo peor: tuvieron que acostumbrarse a que los hijos se fueran lejos, a veces a un país donde podían lograr mejor vida, o a ese país del que nunca se regresa, que es la muerte.

Y ya no eran Marianas mandando a los hijos a luchar contra ningún enemigo, porque el enemigo era el mismo que decía llamarse amigo, y que era en realidad el dueño y señor de todo. Y tuvieron que acostumbrarse calladamente a que no hay medicamentos, ni anestesias, ni condiciones, ni médicos porque la dictadura comercia con ellos disfrazándolo de solidaridad. 

Ellas son en resumen nuestros héroes y nuestros mártires. Lloran cuando sus hijos dicen la verdad de lo que sienten y la dictadura los encarcela. Ven que el futuro murió tras el horizonte y que nunca vendrá, así que es mejor que sus hijos vayan a buscarlo. Y viven hoy así, tristes y molestas, aguantando todo lo amargo que puede tener una madre en su corazón viendo cómo la vileza es lo único que crece y cerca a sus hijos. Y un día reventarán. Y la dictadura lo sabe.

Porque cuando un pueblo en el veril llora, la injusticia tiembla. Y el ordenamiento real será de madre. Porque una madre cubana, madrísimamente encabronada, es más peligrosa que un mambí con parkinson.

Felicidades a ellas, a todas, incluso a las que han parido a los que hoy mandan, porque comprendo la vergüenza que deben sentir.

Escrito por Ramón Fernández Larrea

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, Cuba,1958) es guionista de radio y televisión. Ha publicado, entre otros, los poemarios: El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el premio internacional Gastón Baquero. Ha sido guionista de los programas de televisión Seguro Que Yes y Esta Noche Tu Night, conducidos por Alexis Valdés en la televisión hispana de Miami.