La guerra de Vladimir Putin contra Ucrania ha dejado claro que las noticias falsas del Kremlin no se limitan a la propaganda procedente directamente de Moscú. La desinformación y la propaganda rusas tienen una forma de fluir río abajo y llegar a instituciones secundarias incluso en los medios de comunicación occidentales.
La propaganda y la desinformación rusas circulan hacia las organizaciones de medios de comunicación del mundo libre, lo que hace que estas ofrezcan información inexacta y falsa. Si bien algunas de estas historias están diseñadas para promover una narrativa que sirve a los intereses del Kremlin, otras están diseñadas para crear confusión y socavar la confianza del mundo libre en sus propias instituciones.
Ejemplos recientes de historias que fueron subreportadas fueron el escándalo de la computadora portátil de Hunter Biden y el origen del virus Wuhan. Ambas historias se limitaron rápidamente a ángulos específicos que llevaban una narrativa particular, y las organizaciones de medios de comunicación conservadores o independientes que desafiaron la narrativa original fueron rápidamente atacadas por los medios de comunicación principales. Mientras que algunas agencias de "comprobación de hechos" son honestas, otras pueden tener una agenda política. Este es un hecho que no puede ni debe pasarse por alto. Por último, debemos recordar que en tiempos de guerra la primera víctima suele ser la verdad.
Para entender mejor cómo la propaganda rusa encuentra espacio en los medios de comunicación occidentales, primero debemos definir algunos términos clave.
El Oxford Dictionary define la palabra inglesa “misinformation” como el acto de dar información falsa, y "desinformation" como información falsa que se proporciona con intención maliciosa.
Ladislav Bittman, un exagente de inteligencia de la StB (agencia checoslovaca subordinada a la URSS) explica el significado de la desinformación en su libro “La KGB”:
“Un mensaje falso es cuidadosamente construido, filtrado en el sistema de comunicación de un adversario para engañar a la élite que toma decisiones, o al mismo público. La desinformación puede ser de naturaleza política, económica, militar, o incluso científica. Para tener éxito debe corresponder al menos parcialmente a la realidad o a las opiniones generalmente aceptadas...”.
Según Bittman, la desinformación necesita tres roles: el operador que realiza la tarea de desinformación; el adversario, que puede ser un estado extranjero o ciudadanos particulares; y el agente inconsciente que desconoce su rol y es explotado por el operador como medio de ataque al adversario.
Siguiendo a Bittman, hay que entender que el papel de las cadenas oficiales rusas como Russia Today, Sputnik (controlada directamente por el Kremlin) o Inna Afinogenova de “Ahí les va” (de RT) no serían necesariamente difusores de desinformación. Alternan la propaganda rusa e incluso realizan actividades periodísticas convencionales.
La desinformación ocurre cuando algún medio occidental transmite información que la inteligencia rusa quería propagar.
Los medios para ejecutar la desinformación rusa existen desde la Unión Soviética y son variados. Bittman cita varios ejemplos, como forjar documentos falsos; difundir rumores; cooptar personas influyentes; fundar organizaciones de fachada, etc.
Un ejemplo citado por ese autor es la operación en la que se falsificó un documento oficial para conseguir la descalificación de un burócrata estadounidense poniéndole el pendón de racista. En 1980, los soviéticos falsificaron documentos para vincular a Zbigniew Brzezinski con políticas racistas, y circularon los documentos falsos de forma anónima en la prensa occidental y también entre diplomáticos africanos.
Otra estrategia utilizada es la creación de organizaciones de fachada, supuestamente independientes que en realidad son parte del aparato de propaganda ruso. Entre esas organizaciones creadas por los sovieticos, destacan la Federación Mundial de Sindicatos, la Unión Internacional de Estudiantes y el Consejo Mundial de la Paz.
Los conceptos y las antiguas operaciones de la KGB son útiles para comprender cómo opera hoy la Rusia de Putin. Las estructuras de poder dentro y fuera de Rusia no se extinguieron con el colapso de la Unión Soviética. Hoy Rusia es un régimen con fachada democrática, pero con las estructuras de poder de la era comunista. El propio Vladímir Putin, que ha gobernado durante más de 20 años, fue agente de la KGB (y sabemos que no hay ex-agente de la KGB que siga vivo); su principal gurú geopolítico fue Alexander Dugin, hijo de un coronel de la inteligencia militar soviética.
La geopolítica rusa es extremadamente compleja, está compuesta de diferentes ideologías, pero podríamos caraterizarla por su antiamericanismo visceral y su lucha contra la hegemonía americana en el mundo. Rusia está vinculada a sectores tan antagónicos como la extrema izquierda latinoamericana y sectores de la extrema derecha europea. Tiene aliados en el mundo islámico y en el ateo y materialista del Partido Comunista Chino. En cuanto a su esencia ideológica, la geopolítica de Putin mezcla el nacionalismo ruso, el neobolchevismo y el cristianismo ortodoxo. Por lo tanto, las decisiones del gobierno ruso no deben entenderse desde un punto de vista ideológico, sino a través del visión de una “Realpolitik” más tradicional, es decir: ¿qué decisión ayudará a aumentar el poder de Rusia? Esta es la gran pregunta que hay que hacerse, y no la comprensión de las ideologías. Sumado a esto no debemos olvidar que el principal grupo de poder que gobierna el país proviene del propio sistema de inteligencia del FSB (ahora KGB) junto con los oligarcas aliados de Putin.
Desinformación y democracia
La desinformación rusa ha ganado espacio en un contexto de crisis de legitimidad de un gran número de periódicos de países libres que se han alineado en exceso con la agenda del Partido Demócrata y los globalistas, dejando de lado la opinión y los valores de una parte considerable de los estadounidenses, así como del resto del mundo occidental.
En esta guerra Rusia ha difundido información que contiene algún elemento de verdad, envuelta en mentiras o incluso pura propaganda y desinformación.
Algunos ejemplos son:
La OTAN se está expandiendo y amenaza la soberanía rusa; por lo tanto, Rusia puede anexar Ucrania.
De hecho, la OTAN se ha expandido en Europa del Este desde el colapso de la Unión Soviética y representa una amenaza geopolítica real para el gigante eslavo. Sin embargo, la expansión de la OTAN se hizo por solicitudes de ingreso de estos países y no por anexión militar. Ucrania, por su parte, no quiere formar parte del área de influencia rusa y su pueblo busca una relación cada vez más estrecha con la Unión Europea, por medio de alianzas políticas y económicas.
Rusia está desnazificando a Ucrania
La noción de nazismo es ampliamente rechazada en Occidente por los crímenes de lesa humanidad perpetrados por esta nefasta ideología, y la idea de luchar contra el nazismo siempre es popular y en teoría generaría apoyo tanto en Rusia como en el extranjero. Sin embargo, las ideas neonazis en Ucrania están lejos de ser populares. El gobierno ucraniano está mucho más cerca de los valores de la democracia liberal y occidental que de un conjunto de principios nazis que representan solo una porción minúscula y casi irrelevante de la población.
Esta estrategia de llamar al oponente “nazi” también ocurre dentro del propio Occidente. En general, es mucho más una forma de descalificar y deshumanizar a un grupo que una descripción certera de la realidad. Muchos sectores de la izquierda occidental suelen utilizar esta misma estrategia de calificar a los grupos políticos que les resultan indeseables con estas etiquetas difamatorias como: “fascista” o “nazi”. Y de esta manera legitimar la violencia y la censura contra estos grupos, aunque ellos no sea eso. La desinformación rusa utiliza esta misma técnica para dar legitimidad a su guerra.
Ucrania debe ser desmilitarizada
En 1994 Ucrania contaba con el tercer arsenal nuclear más grande del planeta. El Memorándum de Budapest hizo que Ucrania depusiera las armas nucleares, asegurando que se respetaría su soberanía. Por lo tanto, la desmilitarización de Ucrania ni siquiera debería ocurrir y no tiene sentido que Rusia use este argumento. Incluso con el inicio de la guerra, está claro que el país debe tener su propio ejército.
Estados Unidos tiene 'biolabs’
Este tema de los “biolabs” es una de las controversias más recientes. El presentador de Fox News, Tucker Carlson, explicó en un extenso reportaje de Fox News la existencia de laboratorios financiados por Estados Unidos en Ucrania, y algunas agencias de verificación lo negaron.
El debate sobre la existencia o no de laboratorios de investigación biológica corresponde más a un debate semántico de lo que significa un “biolab”. Si tomamos la expresión como un laboratorio de armas biológicas, esta afirmación es falsa. Pero si consideramos los “biolabs” como un laboratorio en el que se lleva a cabo la investigación médica, entonces sí existen.
No puede puede imputársele un supuesto uso pérfido por parte de Estados Unidos cuando en realidad también hubo financiación estadounidense para la investigación contra enfermedades como la hepatitis, según dijo Giorgi Khatelishvili (que trabajaba en el ministerio de salud de Georgia) en una entrevista con la BBC.
Por tanto, la existencia de un laboratorio de investigación médica no significa que vaya a ser utilizado para la fabricación de armas biológicas.
Victoria Nuland, Secretaria de Estado para Asuntos Internacionales, ha dicho que “Ucrania tiene instalaciones para la investigación biológica, de hecho, estamos preocupados por que las tropas rusas pueden estar tratando de controlarlas, por lo que estamos trabajando con los ucranianos en cómo pueden evitar que cualquiera de estos materiales caiga en manos de los rusos…”. La declaración de Victoria Nuland contradice la declaración Fact Check de USA Today que afirma categóricamente: “Ningún laboratorio biológico opera en Ucrania”.
Ante un escenario como este, debemos recordar que en la guerra híbrida la primera víctima suele ser la verdad.
En el espacio informativo actual es útil entender que la propaganda rusa no está necesariamente dirigida a promover las visiones del mundo o las políticas rusas, sino más bien a erosionar la confianza en las instituciones occidentales y a distorsionar los acontecimientos para servir a fines políticos. Hoy en día debemos tener cuidado con la información con la que nos bombardean desde todos los lados y entender que, aunque es difícil filtrar un entorno mediático sobresaturado, tenemos la responsabilidad de cuestionar nuestras preconcepciones ideológicas para encontrar la verdad, una responsabilidad que en muchos casos parece haberse desplazado de los medios de comunicación a los individuos.