Dos experiencias recientes, que no tienen nada que ver entre sí, ni en cuanto a los protagonistas ni en cuanto a los propósitos, me han vuelto a recordar la importancia de las instituciones democráticas: la primera, muy válida y necesaria, es una encuesta para escoger los cinco líderes cubanos más “conocidos” y la segunda experiencia, truco y manipulación, es el falso mesianismo de un solo hombre en las redes al que han seguido miles de cubanos.
Por cierto, que este timo del hombre “iluminado” que lo sabe todo, y nos lo hará saber cuando todo esté listo, es solo un pequeño accidente, al lado de las estafas y ensoñaciones de nuestra historia pasada y reciente. Todavía el día señalado, al final de la tarde, había cubanos rastreando las redes para encontrar al “salvador”. Tal es la expectativa y tal la frustración. Pareciera que seguimos pensando que “la solución” de Cuba vendrá de afuera, desde arriba y protagonizada por un nuevo líder populista, prometedor y mago. Parece que los cubanos queremos como una mezcla entre el mesías, Herodes y los reyes magos. Pareciera que esperamos cualquier cosa menos el pacífico ejercicio de nuestra ciudadanía, menos involucrarnos personalmente, menos arriesgando lo más mínimo, menos hacerlo entre todos venciendo los caudillismos, las envidiejas y los traspiés.
Todo es experiencia y aprendizaje
Los cuentos de camino y los cuentistas redentores siempre terminan en moralejas. Pero esto que nos pasa a los cubanos no siempre nos sirve como lección. Nos falta concentración. Nos falta aprender a pensar con cabeza propia. Nos falta ejercitarnos en analizar y discernir entrenamiento que equivale a separar el grano de la paja. Lo queremos todo, en un día y sin arrimar el hombro. Nos falta, en fin, educación ética y cívica para sanar el daño antropológico.
Les propongo dos moralejas al final de este embuste, que no es el primero ni probablemente será el último. Recordemos las promesas venidas y repetidas desde hace décadas. Solo algunos ejemplos: “los que prometen el puente sin haber río”. Los que prometen elecciones sin haber democracia. Los que prometen que nadie quedará desamparado mientras aplican ordenamientos desordenados, cargando sobre las espaldas y los bolsillos rotos de los cubanos lo que es responsabilidad mayor del Estado.
Primera moraleja: Hay que usar la cabeza antes de empeñar las esperanzas. Buscar por nosotros mismos lo que es esencial, lo verdadero y lo bueno, en lugar de confiar y esperar “una salida” sin haber decidido, entre todos, hacia dónde queremos que vayan Cuba y su futuro. Aún peor, sin saber cuál sería el camino para poder llegar, también entre todos, a ese proyecto futuro. Aprendamos, en fin, a buscar y construir consensos, no escapes solitarios o partidistas del pelotón.
Segunda moraleja: Lo que Cuba necesita son instituciones fuertes, estables y democráticas, mucho más que líderes, que deben llegar, servir y renovarse. Cuba necesita instituciones duraderas y líderes renovables. Necesitamos saber cómo crear, fortalecer y blindar las instituciones democráticas para que no sean dinamitadas o sustituidas por pillos y embaucadores, de ayer, de hoy y de siempre. Sin instituciones no hay país. Con líderes populistas o mesiánicos que lo tienen todo arreglado, a espaldas y sin contar con los ciudadanos, solo tendremos otro autoritarismo más en nuestra historia patria.
Que nos hablen de instituciones, no de caudillismos
En cuanto al otro ejemplo: la encuesta. Un amigo común que recibió la indagación, antes de responder preguntó ingeniosamente al encuestador: “¿Te refieres al líder cubano más conocido o el más importante? Porque no es lo mismo”. En eso coincido. Por supuesto que respeto a todos los que, honesta y pacíficamente, trabajan por Cuba en cualquiera de las formas no-violentas.
Pero ahora, haciendo una abstracción, quisiera reflexionar a partir de esta buena iniciativa que pudiéramos mejorar entre todos. Solo a los efectos de compartir con los lectores me permito recrear este ejemplo. Imaginemos una encuesta que, además de preguntar por los líderes más “conocidos” o incluso por los más “importantes” de la sociedad civil cubana, incluyera estas siete preguntas u otras:
- ¿Cuáles son los líderes que tienen y han tenido un mejor trabajo en equipo y han favorecido el desarrollo diverso de sus miembros, y se han adherido a las decisiones colegiadas o consensuadas y rendido cuentas de su gestión?
- ¿Cuáles son los proyectos que mejor trabajan en equipo? ¿Cuáles son los que han estructurado y mejor organizado a sus colaboradores? ¿Cuáles han durado más en el tiempo y los propósitos?
- ¿Cuáles son los líderes y proyectos que han sido más incluyentes, respetuosos de la diversidad y dialogantes con los que coinciden y con los que no coinciden con sus criterios?
- ¿Cuáles han sido los líderes y proyectos que han sido capaces de construir espacios de trabajo mancomunado y diálogo constructivo? ¿Cuáles los que más han cedido en aquello que no es esencial para alcanzar consensos mínimos y eficaces en lo esencial?
- ¿Cuáles han sido los líderes y proyectos que ofrecen visiones de futuro, prospección estratégica, programas y líneas de trabajo, respetando los otros, y no han actuado en la dinámica de la acción-reacción?
- ¿Cuáles son los líderes y proyectos que han apostado y apuestan a instituciones fuertes, estables y transparentes y no a sectarios caudillismos o usando descalificaciones personales?
- ¿Cuáles han sido los líderes y proyectos que, aunque vayan cambiando las circunstancias y los métodos, han sido capaces de reciclarse, renovarse y mantener principios, fines y talante?
Podemos agregar o modificar estas sugerencias. Por ahora, doy las gracias a mis amigos que, pensando en Cuba, piensan en los líderes porque el liderazgo es necesario y eficaz, importante y reconocido, pero agrego que esto solo ocurre así cuando a ese liderazgo esté acompañado de un trabajo real y efectivo en equipo; que tenga su visión futura y sus labores puestas para la edificación de instituciones libres, democráticas, participativas, transparentes, plurales y sostenibles en el tiempo.
Como siempre, termino con una propuesta: De ahora en lo adelante, cada vez que alguien nos pregunte por “el hombre o la mujer de Cuba”, recordemos estas dos moralejas. Y sin quitarle el interés por el porvenir de nuestra Patria, aportemos a su búsqueda estas u otras preguntas. Así lograremos hacer entre todos un sereno y objetivo discernimiento del liderazgo deseado y, de lo que es más importante: las instituciones que Cuba necesita urgentemente para evitar tropezar con la misma piedra.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
*Publicado originalmente en Convivencia.