El mundo cristiano celebró por estos días la resurrección de Jesús. Más allá y más adentro y profundo de lo estrictamente litúrgico: es la fiesta de la vida. Es el triunfo de la vida nueva sobre la vieja existencia. Es la victoria de la renovación sobre la decadencia. Es la luz que vence a las tinieblas. Es el paso, la pascua, de la esclavitud a la libertad. Es el triunfo de la libertad sobre la opresión. Los cristianos cantamos: “¿Dónde está muerte tu victoria? ¿Dónde está muerte tu aguijón?” (1 Corintios 15:55).
Cuba vive ahora mismo una crítica situación de muerte, de vida vieja, de decadencia, de tinieblas carcelarias, de esclavitud del alma, de opresión… Entonces, los cristianos tenemos una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo. La única alegría que puede salvarnos a todos de esta nación encerrada en la tumba del pasado.
Esa buena noticia no es pasajera, no se parece a esas otras de que abrieron o cerraron las válvulas de escape, o de que abrirán los servicios consulares, o de que van a negociar cárcel por destierro, o a cualquier cambio superficial de supervivencia. No es la falaz noticia de que, abriendo un poco, ni mucho, los cambios económicos, el pueblo se tranquilizará o vendrá automáticamente el cambio político. No es la engañosa noticia de un cambio fraude, ni de falsos mesías salvadores. Esas noticias son los estertores de la muerte de lo viejo, la expiración de lo caduco, la derrota de la muerte como modo de vida.
La única buena noticia que alegrará y dará nuevo sentido a la vida de los cubanos de la isla y la diáspora será: se acabó la alternativa de la muerte, se acabó la decadencia agonizante, se acabó la mentira como sistema, se rompieron las cadenas del alma de la nación. La buena noticia que únicamente podrá satisfacer el anhelo de que amanezca de esta noche sexagenaria es que la vida tendrá la última palabra; es que la luz desvanecerá las tinieblas del miedo y la opresión; es que ya no habrá disyuntiva entre la Patria y la muerte, sino la alianza, nueva y eterna, entre la Patria y la Vida.
Cuba resucitará cuando cada cubano, viva donde viva, sea de la opción política, la religión o la filosofía que sea, desaloje las tinieblas del miedo de su corazón, se deshaga de las mortajas de la mentira y las caretas, se libere de la enorme piedra del mito de que aquí no se puede hacer nada, se levante del sepulcro del mito de que la única solución es que las víctimas se vayan y dejarle el país a la muerte.
Cuba resucitará cuando cada cubano, viva donde viva y piense como piense, caiga en la cuenta de que el miedo cambió de acera, de que los guardias del sepulcro se dieron cuenta de que está vacío. Cuba resucitará cuando caigamos en la cuenta que el pueblo habló, de que el alma de los cubanos venció el miedo y salió a la calle. Y todos conocemos aquel viejo refrán latino: “Vox populi, vox Dei”, la voz del pueblo es la voz de Dios. Y el pueblo dejó oír clara y alta su voz: Libertad, Patria y Vida.
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Entonces decimos a los que todavía no creen en la vida, ni en la victoria de la luz sobre las tinieblas, ni en el triunfo de la verdad sobre la mentira; entonces podemos preguntarnos, en primer lugar nosotros mismos, los cubanos que todavía miramos al pasado, a lo viejo, a lo decadente, a la muerte como alternativa de la patria, lo mismo que le preguntó aquel ángel de la mañana, a los que buscaban a Cristo en la tumba: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? ¡No está aquí, ha resucitado!” (Lucas 24, 1-8).
Una vez más, este no es solo un mensaje solo para creyentes, es una buena noticia para la condición humana universal: la esencia y la plena dignidad de la persona humana tiene la capacidad de resucitar, de las tinieblas de sus propias caídas, a la luz de la plenitud de su ser trascendente.
Entonces, apliquemos esta verdad a Cuba: ¿Por qué buscamos a Cuba en el pasado? ¿Por qué buscamos a Cuba en lo decadente? ¿Por qué buscamos a Cuba en la mentira y la opresión? ¿Por qué buscamos a Cuba en la alternativa de la muerte? ¿Por qué buscamos a Cuba entre los “muertos” del mundo?
No nos dejemos engañar por los mitos agonizantes. Cuba, la verdadera nación de Varela y de Martí, no está ni en el pasado, ni en lo decadente, ni en la mentira, ni en la opresión, ni en la muerte, ni junto a lo peor de lo muerto de este mundo. Esa no es Cuba, es la noche, diría Martí. Cuba no está en esos sepulcros, ya vacíos de toda utopía.
Cuba está viva en cada cubano que ha abierto los ojos a la luz del nuevo día.
Cuba está viva en cada cubano que no se ha dejado engañar por la mentira de los cambios fraude.
Cuba está viva en quienes se mantienen despiertos, vigilantes, madrugadores, para alertar de que el sepulcro de los viejos mitos está vacío. De que la engañifa y las maniobras perdieron.
Cuba está viva en los juzgados siendo inocentes, en las familias que cargan con la cruz de los difamados, escupidos y azotados, como lo estuvo Cristo.
Cuba está viva en los que siendo libres y mansos de corazón están encerrados tras barrotes que no logran contener sus almas que alumbran la noche que expira.
Cuba está viva porque cuando más desesperados estamos más cerca está nuestra liberación.
Cuando parece que todo muere, cuando lo único que sentimos es dolor, y cuando parece que no hay esperanza es, precisamente, la inequívoca señal de los dolores de parto.
Creo firmemente que esa es la Cuba de la luz, la Cuba de la libertad, la Cuba de verdad, la Cuba de Varela, de Martí y de tantos otros que no se dejaron encerrar cuando los encarcelaron; que no se dejaron morir cuando morían por la vida.
Creo firmemente que esa Cuba ya se está levantando del sepulcro y está saliendo a la luz del nuevo día. Uno mi voz a aquel milenario y bíblico anuncio que tiene hoy toda su vigencia cuando Dios nos dice: «Miren, voy a hacer algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notan?» (Isaías 43, 19).
Y esto no es poesía, es experiencia: Cuba está resucitando.
Tomado del Centro de Estudios Convivencia