Aunque el Centro Nacional contra Huracanes de la Florida (NHC, según sus siglas en inglés) lleva varios días pronosticando el probable rumbo que tomaría la tormenta tropical nombrada igual que el profeta bíblico (Isaías), el Instituto Cubano de Meteorología oblitera otorgarle la temprana importancia que el fenómeno atmosférico requeriría, quizá porque existe un diferendo histórico insalvable entre los políticos y las políticas lógicas a seguir con las administraciones respectivas.
No es nada nuevo en el acucioso acontecer patrio, esto que ocurre: los mismos patrones de conducta frente a varias perturbaciones anteriores que dañaron el suelo y el cielo del país, pues tal proceder tardío se vislumbra en el turbio firmamento, junto con el descenso palpable ya de las peligrosas presiones barométricas.
Aunque se ostenta la cifra más baja en la zona del Caribe en cuanto a muertes humanas durante el paso de semejantes procesos climatológicos, la actual precariedad infraestructural y la horrorosa crisis galopante, duplica las alertas acerca de las formas de perder prenda en la agricultura; con ganados, cosechas y cultivos que bien pudieran preservarse.
Ante los huracanes Irma y Kate, la zona centronorte del país recibió los embates más furiosos, porque la preparación en esos sectores escasamente productivos distó mucho de ser la óptima, debido también a la tardanza con que las publicitadas medidas de evacuación y previsión fueron implementadas.
Solo el sector del turismo, por obviedad, terminó siendo protegido lo mejor que se pudo en el pasado 2018, mas sus instalaciones costosísimas al importante cerco anclado en los cayos circunscritos a Los Jardines del Rey, resultaron literalmente barridas por las olas descomunales que suelen formarse en el lejano Océano Atlántico, y ni aún así, con ese precedente nefasto que mal pudiera repetirse, no aparece una movilización oportuna aún, la que -por supuesto- costaría recursos de cariz debatible.
La actual estrategia gubernamental de no abrir el turismo internacional por el costo que añadiría un regreso en la desescalada por la pandemia del coronavirus, debería ser ejemplo a la hora de pensárselo dos veces, sobre los posibles agravios extras de nueva catástrofe climatológica, por muy pequeña que fuera, a estas alturas de la activísima temporada ciclónica que acaba de estrenarse y ya va por 9 formaciones.
Hasta las horas del mediodía de hoy, en la emisión primera del NTV, no se había decretado siquiera la fase informativa para la región oriental, la que a partir de esta misma noche sería la primera en ser afectada, por tanto sufrirá en mayor o menor medida los embates de los vientos y las lluvias asociadas con la tormenta, fundamentalmente, en la extrema provincia de Guantánamo.
Y la noticia, dicha con “ánimo de no causar pánico en nuestro pueblo trabajador”, como habitualmente, tampoco fue titular del telediario, sino transcurrida la primera media hora de insulsez politiquera y amenaza permanente contra acaparadores del mercado negro y soterrado.
La labor preventiva del Consejo Nacional para la Defensa Civil -que en Cuba es una prolongación del Ejército y apéndice las Fuerzas Armadas-, no obedece a las sugerencias que manen de ningún perfil científico o académico, si no lo orienta hacerlo, con absoluta verticalidad y rigor, algún funcionario autorizado por el Comité Central del PCC.
Como si el país pudiera darse el lujo -otra vez- de no prepararse para lo que venga.