En su sección dedicada al magro asunto de la dieta famélica del cubano de a pie, vuelve a la carga la paginilla “oficial” de nadie sabe cuál comité central.
Seguramente debe ser parte de ese comité de zona, el entramado omnisciente que vigila “los banquetes que se da el pueblo” —para arrestarlos inmediatamente por acaparamiento o actividad económica ilícita—, en lugar de velar y reportar los demás atragantamientos pantagruélicos que se da la claque hipócrita y dirigente en su aparente dejadez y a escondidas del ojo público, entre quienes se encuentre quizás al autor de esta página delirante (mejor: deleznable), u otro miembro del núcleo familiar.
El libelo ha encomendado antes —al noble pueblo de la isla arrasada— a deleitarse comiendo “el sabroso pez gato” malayo, a entender la misteriosa extensión “del picadillo” de nadie sabe qué, a las mil barbaridades en la resolvedera cotidiana, que si no fuera por lo cómico causaran apoplejía. Asimismo, entre otras barrabasadas, a usar “fuentes alternativas de cocción” como el carbón. Pero nunca el de marabú, porque ese se exporta: sino el de mangle apestoso/fangoso que acarrea la pleamar, y eso cuando no surja en lontananza un guardafronteras en “plan decomiso de flotantes paquetes e indebidos”.
Hablar con la boca llena en la impresentable prensa castrista, tan equilibradamente (fíjense que el ridículo título del artículo de este doctor ya mueve a carcajada: “Desayune en cuarentena pero hágalo de manera saludable”) y en esa sección que se inserta bajo el tema “Cocina de Cuba", donde se publican platos —por raciones semanales—, entrevistan a chefs, dan reseñas de restaurantes y recetas nacionales que en otras circunstancias podrían hasta considerarse bienvenidas, resulta de una tosquedad trepidante.
Pues ahora aparece el Dr. Alberto Quirantes Hernández, en plena crisis, como si no existiera otra escandalosa anomalía, soltando la pituita de que “el amor entra por la cocina” y “en Cuba podemos asegurar que también se cocina con amor y ¡Buen Provecho!” es de un cinismo rayando en la burla.
Unos comentarios gloriosos ¡por suerte! aparecen al pie de su llamamiento mambisero de hace pocos días, comenzando el párrafo introductorio con que “algunas personas comentan de lo mal que nos estamos alimentando en época de aislamiento social obligatorio. Realmente eso no es así, es solo cuestión de organización y deseos. Se trata de reorientar el presupuesto para quienes lo tienen más ajustado para las compras, así como parar en seco el despilfarro monetario en elevadas cuotas de conexión en las redes sociales llenas de fake news y de tiempo (…), en cigarros o en bebida alcohólicas, y en vez de adquirir mantequilla, refrescos o galletas dulces en largas colas, hacer un recorrido por los agros del país y comprar aquí o allá todo lo que es bueno para la salud. También hay sitios donde se puede adquirir trigo inflado o avena. Y por supuesto, el pan está muy al alcance de la mano al igual que los huevos y algún sobrante frío del pollo o frijoles negros; y la leche de vaca natural, en polvo descremada y el yogur, o el pescado del día anterior, según posibilidades, Y con esos ingredientes, combinados con imaginación, ya se tiene un nutritivo, variado y grato desayuno.”
¡Díganme algo!
Pero leamos lo que dicen algunos de los 4 gatos que lograron colar su repulsa allí mismo:
Italia Sánchez 9:45 am | 24/05/2020 2 votos
Mi mamá vive en Rodrigo, Villa Clara. No hay nada de comida para comprar allí. Ayer hasta el pan estaba en veremos. Por allí no pasa guagua. Ella tiene una buena jubilación porque trabajó desde los 16 años pero ni con dinero.
Mirai 3:12 pm | 23/05/2020 9 votos
Usted está consciente de lo que escribe, o es que vive en algún universo paralelo, de qué está hablando, leche de vaca natural? Pescado? Se ve que usted no es un cubano de a pie? Y esa imagen de que sitio de internet la sacó? Cuándo toda esta situación de la COVID-19 pase le recomiendo que salga de su casa para que se informe mejor. Salga de esa burbuja!!!!
Firefly 1:57 am | 22/05/2020 19 votos
Leche????Huevos?!?!?!¿Donde es eso?
Jajaja 3:11 pm | 23/05/2020 8 votos
En la casa de la persona que escribió este artículo, que evidentemente pertenece a una clase social alta, lejos de lo que vive "el pueblo" para no decir, la población.
…
Se percibe el tono irónico/mordaz —no en un doctor que cuida la salud colectiva con semejantes posturas educativas, sino en aquel que presume de trazas en heredad nitzovillapólica, cuando ella y Margot su ayudante azuzaban con inventos la precariedad de los especialísimos 90s— al evocar las “largas colas” en donde adquirir la morralla/chatarra favorita de los ignorantes (como los tilda, pero sin palabras) en vez de los “abastecidos agros” ¿nuestros? donde se ha de encontrar salud…y tal vez, como de contra, el coronavirus.
Leído en calma chicha y no bajo la elemental perreta que provoca tamaño desasosiego, uno encuentra esa bola suya dura de tragar.
Pero donde el mediquito la mete lejos —y no al maizal, sino al campo de boniatos que le queda detrás—, es cuando sugiere la desconexión inmediata de los teléfonos y computadoras disgregados en el éter (des)informativo durante estos tiempos acuciosos de patrióticas posturas, como solución definitiva al grave problema alimentario que han ocasionado los propietarios de la isla bajo la presión del embargo, causalmente dueños del sitio/periódico para el cual desvaría.
Es de un descaro tal el argumento, que los charlistas han debido ripostar ese insulto grosero a la inteligencia colectiva:
“Playa 3:12 pm | 23/05/2020 10 votos
Su comentario no creo que sea apropiado para una situación de escasez tan grande que tenemos y mejor se reserva el comentario de la administración del presupuesto en datos de conexión lo cual es al menos un alimento a la salud mental que sí nos hace mucha falta para alimentar el alma de buenas intenciones. Si mi comentario no se publica al menos hágalo llegar al autor del artículo. Gracias”.
Habrá que esperar por más recetas sanas y desinhibidas, ofrecidas desde el corazón (de melón) por este mago embarajador de lo que no hay, máster en alimentación balanceada… vaya, del cachumbambé.